En un mundo atravesado por cambios vertiginosos, transformaciones y radicalizaciones discursivas, se hace necesario mantener un continuo cuestionamiento del sujeto y su posición frente a los discursos sociales y por tanto de nosotros mismos como analistas y nuestro pensamiento y posicionamiento frente a ello.
Nos proponemos abrir el debate sobre “La Víctima” como un concepto único, presente tanto en el discurso social como dentro del consultorio, sin que esto suponga el desconocimiento o la desmentida de las situaciones violentas y opresivas que ocasionan un daño subjetivo en individuos y sociedades. Al contrario, buscamos interrogar las implicaciones del uso del constructo en la esencialización y subjetivación de la persona, para ir más allá de un posicionamiento social e individual que cierra las posibilidades de pensar, interpelar y construir algo nuevo en el sujeto.
Muchas son las personas que se sitúan bajo la denominación de víctima de violencia, social, de género, racial, familiar, sexual, entre muchos otros; pero surgen interrogantes ¿qué escuchamos cuando alguien se presenta como víctima? ¿de qué hablamos cuando hablamos de víctima? ¿Es posible conjugar a todos aquellos que han sido violentados en un solo constructo denominado “La Víctima”? ¿no borra acaso eso las subjetividades y singularidades de cada sujeto? ¿Hay diferenciación entre víctimas y victimizados? ¿hay víctimas reales y otras que no?, ¿en qué momento de su temporalidad emocional se encuentra al nominarse víctima? Una vez que cesa el evento violento que victimizó al sujeto ¿cuándo termina la condición presente de ser víctima para dar paso al haber sido víctima, en pasado? ¿y cuándo se pasa del haber sido víctima como un suceso acaecido en el pasado para pasar a la nominación eternizada del ser víctima como un producto identitario? ¿por ser víctima es indiscutible su decir, quedan absueltas de un compromiso de interpelación?, ¿están asociadas socialmente a una euforia punitivista, o a la búsqueda de una normativa disciplinaria? Son muchas las preguntas que surgen en relación al constructo y su uso en los discursos públicos y personales.
Resuena que socialmente las víctimas de violencia son habladas por otros desde un plano de unificación y universalización, es decir son “Las Víctimas” como si con eso queda todo dicho, al modo de un efecto de contagio identificatorio de la masa social, dándole además un lugar heroico, y sin embargo explotable y opresor. Esta es una postura que desmiente la alteridad y no da cabida a cuestionamientos.
La antropóloga Marta Lamas (2022) cita a Celia Amorós para puntualizar que “conceptualizar es politizar”, factor necesario para dar visibilidad y generar cambios sociales y judiciales, sin embargo tal como lo plantea la filósofa Gayatri Chakravorty Spivak (Lamas, 2022) se hace necesario tener presente la importante diferencia entre un esencialismo sustancialista, aquel que borra la singularidad y hace de los sujetos un todo indiferenciable, versus un esencialismo estratégico, necesario en la política. La autora nos advierte que el riesgo del esencialismo estratégico es que de no mantener una posición crítica constante “la estrategia se congela en una posición sustancialista” y podríamos agregar que se torna entonces palabra vacía y cerrada, tornando el discurso de y sobre la víctima en un imperativo incuestionable.
Desde el psicoanálisis, entendemos que el sujeto al someterse al discurso y al ser hablado por el otro, borra su subjetividad, quedando objetivado para el sostenimiento del discurso del Otro. Permaneciendo atrapado en una posición de ser gozado por un Otro que aliena al sujeto de sus propias respuestas, denuncias y de la posibilidad de crear lo nuevo que permita el acceso a la reparación y a la apropiación de la historia particular.
También se plantea que el lenguaje le da un lugar al sujeto en el mundo, la palabra inscribe como sujeto del inconsciente. Así mismo, autores de otras disciplinas han advertido en que el uso la palabra “Víctima” ubica al sujeto, en la sociedad, en un lugar pasivo y estático, sin posibilidad de agencia personal, y lo aferra en la posición debilitada, frágil y oprimida, lo que implicaría per se un acto violento sobre el sujeto.
La inscripción en un discurso cerrado se hace fallido, ya que conduce a que el sujeto quede victimizado por su alineación incondicional en cuanto a ser una víctima y separado de un compromiso interno de interpelación, siendo extranjero de sí. Marco funcional que enmascara condiciones de obediencia a un amo, de desigualdad, donde los demás quedan en condiciones de deudores de la situación denunciada. En estas condiciones la enunciación “soy víctima” se torna inapelable, certera.
Podríamos también marcar una diferencia entre estar en condición de víctima y ser la víctima, posición en la que habría un congelamiento de la subjetividad y una identificación con el objeto víctima. Al igual que es necesario el precisar el tiempo verbal en que es nombrado, pasado o presente. Todo esto delimita una diferenciación entre un acontecimiento finito o una identidad en un plano sin transformación, al modo de un tiempo eternizado, un para siempre que desmiente el paso del tiempo, la finitud.
Sylvie Le Poulichet (1996), quien trabaja el concepto del tiempo en psicoanálisis, plantea que el instante catastrófico es un instante que ocurre sin el Yo, porque lo imaginario queda desanudado, es lo traumático de un presente que actúa como agujero en el tiempo que desvanece el pasado, el futuro y arrastra al Yo. Le Poulichet destaca que el lugar psíquico es el que coadyuva a detener eso que no se detiene, vía a dar figuración a posteriori, porque en el primer momento no habría un Yo equipado a responder y, el Otro que pudiese, estaría ausente. No es solo actualización sino el encuentro de un tiempo que no había sido cifrado, un tiempo de inscripción en el registro simbólico a través de la palabra.
En psicoanálisis no hay “La Víctima” pues el sujeto del inconsciente no es ni sujeto generalizable, ni colectivo, ni unificado. Ello no significa desconocer, desmentir o no aproximarnos al entendimiento del sufrimiento de una persona sino al contrario ampliar su comprensión incluyendo las experiencias singulares; entre ellas la consideración de líneas funcionales ligadas a lo irreflexivo del repetir, a un determinado goce que deja marcas y propicia que algo no cese de emerger, algo que intenta una y otra vez ligarse. Repetición vinculada a un no saber de sí mismo y que sitúa a la persona a un plano de servidumbre voluntaria a un inconsciente que lo sujeta, siendo en tal sentido víctima de un exceso de goce, el cual desconoce, donde fracasa la función del fantasma como sostén del deseo y pasa a ser ese exceso de goce del Otro (Goldstein, M. comunicación personal, 2023).
Asociado a ello resulta necesario destacar el contenido pulsional que puede acompañar a determinados posicionamientos sufrientes, lo que configure modalidades de goce sádico masoquista, en un marco de repetición. Mirta Goldstein (2006) señala que resulta importante hacer una distinción entre la culpa consciente o voz de la consciencia, que decide por ciertos actos, y la inconsciente, por la cual el sujeto se da a mortificar, se satisface con la reiteración del sufrimiento y con la obediencia a distintos amos, siendo víctima de su incredulidad lo que la lleva a desmentir percepciones.
Considerar las prácticas de violencia vincular enlaza los procesos de interinfluencia, interdeterminación y/o acoplamientos fantasmáticos que implican darle cierto corrimiento a la polarización víctima-victimario, es decir que subjetivamente alguien deba ser castigado. Coagular la situación de esa manera borra la complejidad de la situación, así como también lo que se entiende por violencia y sufrimiento; por tanto, no habilita la posibilidad de encontrar nuevos sentidos.
La dirección de la cura apunta en estos casos a la necesidad de operaciones de corte, que pasarían por cuestionar esa categoría y la inscripción errada de víctima única, igual para todas. La búsqueda de hacer entrar lo desestimado o forcluido en una narrativa histórica personal del sujeto. Mirta Goldstein (1998) diría “poder elevar el fragmento rechazado a estado de significante”. Se trataría de buscar el sentido particular para el sujeto de esa repetición.
La violencia rechazada y puesta sólo en el victimario, sería en muchos casos lo rehusado que retornaría de esta forma compulsiva y maldiciente. Poder reconocer la propia hostilidad, o el goce masoquista en toda su complejidad, es parte necesaria del trabajo doloroso de elaboración y construcción. Esto es vital justamente porque es darle vida al sujeto, de manera que pueda implicarse en su posición subjetiva, hacerlo realmente sujeto del inconsciente. Es sacar al sujeto de su extrema extranjería del ser gozado por Otro, a un estado de sujeto barrado, atravesado por la castración. Al pasar a ser parte de su síntoma en la transferencia, el analista puede ser ese Otro del síntoma que permite un corte como oportunidad ante la compulsión a la repetición (Goldstein, R.M., 1998).
En palabras de Le Poulichet, en el tiempo que instaura la transferencia se permite el espacio a lo novedoso, tiempo interno de una experiencia analítica. Tomar la palabra en este campo permite la entrada a un tiempo reversivo, que tendrá valor de tiempo identificante, es decir a posteriori poder contar lo acontecido, siendo sujeto activo de esa palabra cuyo alcance se desconocía. Tal como lo plantean Goldstein, M. et al. (2014): “La clínica de la travesía por el fantasma lleva al fin de análisis tras ubicar lo que se coagula en la repetición para liberar efectos de sujeto e inventar formas de plus de goce en los lazos sociales”.
Podríamos pensar entonces que si bien el reconocimiento, la justicia y la veracidad son necesarios para la reparación social de la víctima (Carlinsky, N. et al, 2017) no habrá verdadera reparación si no se ha transitado el camino analítico individual.
Bibliografía
Carlisky, N., Zukerfeld, R., Zukerfeld, R.Z. Calvo, A., Falcone, J., Frigerio, R., Pavón, M., & Rodriguez, N. (2017) Efectos reparatorios de los juicios al terrorismo de Estado en Argentina. Caliban Vol. 15 (Nº 1). 200-216. http://www.bivipsi.org/wp-content/uploads/Caliban_Vol15_No1_2017_-esp_p200-216.pdf
Goldstein, Mirta. (1998) La dirección irreversible de La Cura. Psicoanálisis Complejo. 1era edición. Catálogos S.R.L.
Goldstein, Mirta. (2006) Xenofobias, terror y violencia: Erótica de la crueldad. 1era edición. Lugar Editorial. Argentina.
Goldstein, M; Luparello, D; Zulián, M; Amado de Zaffore, M; Wainstein, C; (2014). Mesa redonda el Espacio Lacan “Sepultamiento del Edipo: represión, fantasma y formación de síntomas". Revista de Psicoanálisis. 71 (23), http://apa.opac.ar/greenstone/cgi-bin/library.cgi?e=d-01000-00---off-0revapa--00-1----0-10-0---0---0direct-10---4-------0-1l--11-es-Zz-1---20-about---00-3-1-00-0-0-11-1-0utfZz-8-00&a=d&c=revapa&cl=CL3.72.3
Lamas, Marta. (2022) Dimensiones de la diferencia. Género y política: antología esencial. 1era edición. CLACSO. Argentina.
Le Poulichet, Sylvie. (1996) La obra del tiempo en psicoanálisis. Única edición en castellano. Amorrortu Ediciones. Argentina.
Autoras
Giacusa, Marcela, APC; Trebbau, Katharina, SPC; Reyes-Wever, Gabriela, SPC
Descriptores: VÍCTIMA / SUJETO / PSICOANALISIS / TIEMPO / VIOLENCIA / SUFRIMIENTO
Directora: Mirta Goldstein de Vainstoc
Secretario: Jorge Catelli
Colaboradores: Claudia Amburgo, José Fischbein, María Amado de Zaffore
ISSN: 2796-9576
Los descriptores han sido adjudicados mediante el uso del Tesauro de Psicoanálisis de la Asociación Psicoanalítica Argentina
Presidenta: Dra. María Gabriela Goldstein
Vice-Presidente: Dr. Carlos Federico Weisse
Secretario: Dr. Adolfo Benjamín
Secretaria Científica: Lic. Cristina Rosas Salas
Tesorero: Lic. Mario Cóccaro
Vocales: Dra. Leonor Marta Valenti de Greif, Psic. Patricia Latosinski, Lic. Susana Stella Gorris.