1. En Inhibición,síntoma y angustia S. Freud (1926) nos plantea que en el duelo hay algo pendiente de explicación: el dolor. Así se interroga cuando la separación del objeto produce ansiedad, duelo o dolor. El dolor se relaciona con el anhelo añorante, “longing”, del objeto perdido y la temporalidad insoportable de su ausencia, mientras que la ansiedad se refiere más al peligro que la pérdida implica. Compara el dolor físico con el psíquico, ya que la investidura anhelante del objeto crea las mismas condiciones económicas que la investidura de la parte injuriada del cuerpo. Así la transición del dolor físico al psíquico equivale a la transición de la investidura narcisistica a la investidura objetal. El displacer del dolor se atribuye al incremento de la investidura y a las vicisitudes del trabajo de ligazón. En el duelo no se puede evitar el dolor del trabajo de desinvestidura.
Dos apuntes importantes se refieren al trabajo que implica distinguir entre la ausencia temporaria o permanente de la madre, y la pérdida del amor de la madre aun en su presencia. La presencia no basta entonces para que el objeto sea exhaustivo.
2. La sagacidad de Freud le lleva a explicar que tanto la ansiedad automática como la que actúa como señal, evidencian el desamparo infantil, pero ambas no tienen ningún significado psicológico. Se explican biológicamente por la pérdida de la vida intrauterina y el pasaje a la dependencia de un objeto exterior. Esa sutil observación nos induce a la pregunta: cuándo algo adquiere significación psicológica y, por ende,¿en qué momento aparece la significancia en general? Sobre todo, para poder diferenciar la angustia y el dolor psíquico humano, la del sujeto deseante, de la angustia y del dolor solamente relacionado con la preservación animal racional con fines de supervivencia.
3. La angustia del sujeto deseante dice no al hegeliano “todo lo real es racional”. La angustia es la entropía de la razón, la cara oculta de la luna del deseo, su atasco. Hace honor a lo que Freud ya mencionaba en La interpretación de los sueños (1900), donde advertía que, entre las mociones de deseo indestructibles, se encuentran las que entran en contradicción con las representaciones meta del proceso secundario, y su cumplimiento trae displacer en lugar de placer, constituyendo en esa mudanza la esencia de la represión. La entrada en lo edípico sería la llave que articula la vivencia de satisfacción con el terror a la castración. “Realangst” dice Freud, que no apunta solo a un peligro natural sino a lo placentero que devino displacentero. Si hay “Realangst” es porque hay incesto a la vista, inminencia del goce del cuerpo materno como “cosa” y amenaza de castración.
4. La represión no causa la angustia, sino que la angustia causa la represión. El pequeño Hans nos va a brindar la clave de lo que implica la relación de la angustia con la significación psicológica. Hay significancia y por ende inconsciente, cuando se sustituye el nombre del amo, el padre por el caballo. Hasta ese momento el esclavo Hans está enamorado del ama, odia al amo y teme su venganza, pero todo es natural y comprensible asegura Freud. Solamente en la sustitución surge un sorprendernos que invita a tener que comprender, y el privilegio de la intervención psicoanalítica se relaciona con una verdad que se constituye después de una mentira fundante. Lo fundamental de lo reprimido es la castración misma. Una curiosa paradoja circular donde se reprime a lo que reprime: el nombre del amo que amenaza con la castración. Como si en un mismo movimiento se instaurara el primer amor, el primer temblor, la primera angustia de muerte humana, la primera castración. Cuando Freud deshace su olvido fundamental, solo consigue recordar a “Signorelli”, al amo, al “Signore” que relaciona con la muerte. Como si todo lo que se puede recordar fuera lo que permite al mismo tiempo olvidarla. Si el sujeto reprime lo que lo reprime y levanta la represión de su represor, cuando Freud insiste en que la castración es el núcleo de lo reprimido, la falta primordial, otorga a la angustia un contenido humano especifico: la verdad como falta, ya que lo reprimido es solo otro nombre de la falta. El sujeto queda así expuesto a su desaparición, capturado en el goce insoportable de la “cosa”, de cuya asfixia solo puede emerger como sujeto deseante. De allí la importancia del concepto lacaniano de “jouissance de la chose” que se refiere a algo perdido que jamás se tuvo. Y lo que no se tuvo, no se tiene ni se tendrájamás al estar fuera de la temporalidad,es decir fuera de la finitud. La angustia tiene significaciónpsicológica en relación con el falo y la castración, que es otra manera de expresar la articulación imposible del logos con el ser. Falta perenne que ninguna madre presente jamás colmará, sino que, por el contrario, su presencia en exceso como cosa gozable, amenaza la “salvación” en la castración simbólica. Ser sujeto del significante es sufrir para siempre la pérdida de lo que nunca se tuvo. Es estar siempre entre el deseo y la castración. Y solo hay significancia cuando se instala el interjuego entre una falta y un “plus”, entre la castración y el falo, ya que fuera de eso no hay nada que significar, no hay psicología humana.
5. La herida narcisista fundamental se produce en torno al “fracaso”que instala la significancia, porque transforma la inocencia de un goce que no fue, lo “Heimlich” en “Unheimlich”. Denota a la angustia en el límite mismo en que la unidad subjetiva imaginaria se quiebra como añoranza gozosa de lo que solo se puede evocar en el borde de una pérdida. En el sitio en el cual el sujeto se debate entre su condición animal o humana, entre su naturaleza imaginaria perdida y su desnaturalización. No debería sorprendernos entonces que algunos casos “princeps” de Freud, Hans, el hombre de las ratas y el hombre de los lobos, giren en torno a un fascinante y aterrado vínculo con un animal representante del padre castrador, pero también de la especularidad animal en pleito con el devenir humanos. Algo de ser humano es siempre ser culpable.
6. El real trauma humano sería el alumbramiento al significante, a la palabra que al decir crea lo que no se puede terminar de decir. Lacan sostiene que la angustia es lo único que no engaña. Repta en un espacio donde lo real no es lo que no se puede decir, sino lo que no se puede decir porque se dice. Y si no miente no es porque dice la verdad-aparece en el antes justo de la verdad/mentira-sino que testimonia la verdad como falta en el momento en que empieza a mentirse, en el puro entrecruzamiento del deseo desnudo sin “que” ninguno. Su “verdad” única es gritar el dolor del desgarro que tan bien pinto E. Munch en El grito. Momento límite en que el no decir se vela en el decir que aún no se consuma y se anuncia lo real como pavor. Aparece en cada fracaso de la desnaturalización subjetiva, de la castración simbólica. A diferencia de Kierkegaard, Sartre y sobre todo de Heidegger, más que enfrentarnos a la nada, evidencia un anonadamiento fracasado. Solo la castración simbólica permite el sostén de una unidad imaginaria del yo dentro de los parámetros del yo ideal- ideal del yo. Y si no, la pulsión de muerte como una de las figuras del incesto, apunta a la imposiblerepetición de lo que no fue, no es y no puede ser: el ser fuera de la temporalidad.
7. En el dolor sufriente de la angustia siempre se “duela” por el tiempo. Por eso se combinan retazos de satisfacciones banales vividas que adquieren cualidad incestuosa, como si el pasado perdido representara a lo nunca vivido, lo cual torna al recuerdo placentero en goce sufriente. Se produce una regresión desde la nada producida por la ley interdictiva del goce fálico en lo real, al vacío pleno-valga el oximoron- del incesto, que deja al sujeto en “souffrance” aterrado por su exilio del orden simbólico. Una especie de parricidio que deja al sujeto asfixiado y expuesto al goce del otro primordial.
8. T. Adorno, en referencia a las circunstancias que rodearon a la novena sinfonía de Mahler, sintetiza bellamente la relación entre el dolor del sufrimiento y la creación: “solo en tanto recuerdo es dulce la vida, y justo eso es el dolor”. También quiero agregar el hermoso título del recientemente traducido último libro de Israel Singer:De un mundo que ya no está. Observaciones apasionantes de cómo puede plantearse y experimentarse al ser desde el reconocimiento de la ausencia, es decir desde el dolor de su inminencia, justo en el momento de su desvanecimiento. Basta pensar en lo que se siente al mirar una fotografía antigua. Y Freud ya lo previo en la importancia que fue adquiriendo la “Nachtraglichkeit”, el recuerdo como prácticamente siempre encubridor, y el valor trascendente de la madre fálica/castrada por sobre la presente/ausente.
9. M. Heidegger, aborrecible por muchas razones, pero que tanto aportó con su concepto de diferencia ontológica, tiene con Freud una deuda mayor que la que nunca reconoció. En Ser y tiempo insiste en la importancia fundamental de la temporalidad como experiencia de ser justamente en virtud de la finitud, es decir de dejar de ser. Proclama también que las preguntas esenciales surgen del abismo existencial, una forma filosófica abstracta a mi juicio para referirse a la castración. Pero destaca, y eso me parece esencial, a la angustia y a la conciencia moral como sus principales exponentes. Me parece en extremo interesante ver la interrelación entre la falta ontológica y la falta moral. La falta ontológica tiene que ver con un quiebro en la trascendencia interna del tiempo, que desmiente la ilusión metafísica de una sustancia eterna. Por eso decía tan bien Adorno que el dulce recuerdo justo es el dolor. Y qué no decir de Freud respecto al valor preponderante de los recuerdos encubridores por sobre la empiria de la realidad, para destacar justamente el interjuego fálico/castrado. Lo que me parece de valor excepcional es el engarce de la falta ontológica -abismo, castración- con la falta en términos legales que emerge en la conciencia moral. ¿Acaso hay otra forma de “normalizar” la falta ontológica que deshace la ilusión metafísica de que “hay algo”, que trasformando lo que no puede ser, el ser fuera de la temporalidad y finitud, en ley de interdicción del incesto? Que lo que no puede ser ontológicamente no pueda ser por interdicción legal: ¡que con la madre no pueda ser! Si se convoca a la angustia en la cura es para que el “lleno” del vacío mental, valga otra vez el oxímoron, se dialectice con la nada bajo la ley de interdicción del incesto. Por eso a mi juicio, Freud aún discriminando, articula en Inhibición, síntoma y angustia, a la angustia con el dolor y el duelo. El duelo duele porque la temporalidad hace aparecer al ser siempre desde la finitud y la culpa. Tanto que podríamos aventurar que ser es ser culpable. Como humanos, la falta ontológica siempre se expresa como falta legal, y depende como elaboremos la angustia, el dolor y el duelo de ese quiebro de la trascendencia interna del tiempo que nos rompe la ilusión metafísica del ser-castración-remitiéndonos al sinsentido, que devengamos locos, o que tengamos esa pizca de estúpida sensatez que llamamos “normalidad”.
Referencias bibliográficas:
Eilenberger W. (2019) Tiempo de Magos. Taurus. Madrid.
Heidegger M. (1927) Etre et temps. Gallimard 2013. Paris.Freud S. (1900)) The interpretation of dreams. Vol IV y V. S.E. Londres
Freud S. (1926) Inhibitions, symptoms and anxiety. vol.XX.S.E. Londres.
Lacan J. (1962-63) L’ angoisse. Livre X. Du Seuil. Paris
Szpilka J. (2012) Reflexiones sobre la angustia. RUP.114. Montevideo
Autor/es:
Jaime Szpilka, APA, APM
Descriptores: ANGUSTIA / DUELO / DOLOR / FALTA / TEMPORALIDAD
Palabras clave: SIGNIFICANCIA
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Colaboradores: Claudia Amburgo
José Fischbein
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