1. Políticas de la cancelación, desmentida social y la masa virtual
Estamos entrenados a dilucidar la desmentida en nuestros casos de análisis, pero me pregunto si los grupos y sociedades pueden desmentir, o si es factible trasladar un concepto meramente metapsicológico al lazo social. Pienso que basta analizar la historia de los pueblos para encontrar repeticiones y actuaciones colectivas producto de desmentidas masivas por traumas históricos.
La historia hoy se comprende de modo global, es decir, los fenómenos sociales se viralizan y se contagian por identificaciones imaginarias que dan lugar al concepto freudiano de “masa”, agregaría hoy “la masa virtual”.
Lo que denominamos “cultura” no es algo uniforme y, sin embargo, hay denominaciones que así la consideran porque algunas de sus manifestaciones aparecen dadas globalmente; una de los fenómenos que deseo encarar es la desmentida global que facilita la aparición de una relación cruel con el semejante: la cultura de la cancelación.
La era digital tiene como característica principal que actúa en un territorio globalizado poblado de esa masa virtual que no se hace cargo de las consecuencias de sus acciones.
Aunque los destinos de las pulsiones se leen desde las particularidades de cada ser hablante, los efectos de la pulsionalidad y el deseo se amplifican en los lazos sociales, sea como producciones éticas, artísticas, de poder, sea como colapsos de la subjetividad y de la cohesión social.
Mientras las pulsiones son constituyentes del sujeto, hay una dimensión de la pulsionalidad que se vuelca sobre la subjetividad. Es decir, llamamos sujeto a lo particular singular, y subjetividad a lo general con sus particularidades. Entonces es posible decir que hay una cultura que hace uso de la cancelación del otro y de sus ideas, la cual se ha convertido en una expresión de la subjetividad digitalizada.
En primer lugar, me parece importante destacar que la acción de la cancelación sobre el otro, se ve claramente en la serie La directora, de Netflix, en la cual un grupo de jóvenes viraliza un gesto desafortunado de un profesor de intención irónica, quien termina siendo echado y sin trabajo.
Si bien el profesor intentó ridiculizar algo socialmente inaceptable, al ser congelado en el video, adquirió otro sentido y fue tomado como una postura ideológica y no como una sátira que es una de las facetas del humor. El gesto del profesor era el saludo nazi.
Pero no todos los contenidos cancelados son políticamente incorrectos y desdeñables. Además la concepción de lo políticamente correcto o no, es en sí misma riesgosa. Por lo tanto, voy a referirme a la acción cancelatoria en sí misma.
Se denomina “cultura de la cancelación” a la posibilidad de denostar y censurar lo que otro dice y piensa más allá de la libre discusión de las ideas.
¿Cómo actúa la cancelación? Cuando el derecho a expresarse de un individuo, interfiere en el derecho a la libre expresión de otro sujeto, o cuando alguien se atribuye el derecho a no darle lugar público a las ideas de otros, se está cancelando y avergonzando a ese otro.
La cancelación se ejerce como una política que, a nivel de las sociedades, muestra el choque, la coalición entre los derechos humanos entre sí, unos derechos chocan con los derechos de otros y alguno termina cancelado, me refiero a que no solo un individuo es excluido del lazo social, sino que un derecho individual cancela el derecho individual del otro. Al cancelarse el decir, que no es el hablar, se cancela lo más verdadero del ser parlante-pensante.
La palabra, en su faz libertaria, es cancelada porque es cancelado el derecho a la igualdad, a la réplica y a la propia defensa. El escrachado en las redes no tiene oportunidad de defenderse porque lo visto, visto está.
A lo que antes denominábamos censura, hoy las redes sociales agregan la imagen fraudulenta, la foto malintencionada, el video agraviante; estas acciones se convierten en estrategias para derribar y silenciar al otro. Lo mismo ocurre con la tergiversación, es decir usar el malentendido propio del lenguaje en contra del semejante. Por esto pienso que estas acciones banalizan los derechos humanos.
Lo paradojal de la política de la cancelación es que se instala en las sociedades democráticas y al pretender un pensamiento uniforme, generan en las redes sociales movimientos contrarios a la justicia porque actúan por mano propia difamando a través del chisme, el rumor y la imagen intervenida. Esta es la banalización: usar un recurso válido como lo es la libertad de expresarse, para atacar ideas e instituciones.
La cancelación instituye un Otro caprichoso que determina qué se puede decir y qué no, le otorga el poder policiaco y censor, pero en las redes el poder es de todos aquellos que conforman la manada del no me gusta o del me gusta. En las redes corremos el riesgo de ser partícipes de alguna manada, por ejemplo, cuando distribuimos falsas noticias sin consciencia de su veracidad ni de los efectos de ese mensaje que pueden llegar al suicidio.
La banalización de la libertad de expresión puede terminar en crueldad pues siguiendo a Agamben, todos podemos ser eliminables real o ficticiamente. O sea, la cancelación es tanto una acción individual como una política de la segregación y la discriminación.
Cuando se quemaban libros en las hogueras esa era la forma del espectáculo amenazador, hoy el espectáculo lo da el celular que filma de modo inadvertido, pero también de modo agraviante convirtiéndose en un arma.
La cultura de la cancelación no solo sustrae contenidos sino que sube y agrega contenidos que desvirtúan la diferencia entre público y privado y entre verdadero y no verdadero. La distorsión malintencionada cancela la imaginación y el humor y promueve el temor.
Desde esta perspectiva pienso que las políticas cancelatorias surgen en un momento histórico donde prima la posverdad que promueve la utilización política de la falsedad y la denegación de lo verdadero.
El siglo XXI nos introduce al dilema de adherir a la semiverdad, o sea a la posibilidad de la refutación y la aceptación de múltiples voces y voceros, o a la posverdad que propone desestimar los controles de veracidad e impone la idea falsa como política. Como ven, estas decisiones son también decisivas y no quedan por fuera del psicoanálisis y sus lazos institucionales.
La posverdad opera a través de una desmentida que cancela la veracidad y libera lo falso de su posible refutación. ¿No hay en esto una desmentida de lo verdadero?
También en las instituciones psicoanalíticas se ejercen cancelaciones encubiertas y desmentidas de los efectos de grupo, por un lado, y puestas en circulación de opiniones en lugar de investigaciones, por otro, lo cual nos lleva al problema de la verificación del saber. Por ello pienso que tenemos que hacer una apelación a la responsabilidad colectiva.
La cultura de la cancelación opera según el principio del placer: me gusta-no me gusta, que es un funcionamiento primario, luego estamos ante una regresión colectiva. Entonces, no solo banaliza la libre expresión, sino que ataca el deseo y puede convertirse en una estrategia de sometimiento y de autoritarismo.
Lo peligroso de la cancelación es que afecta al individuo y afecta al lazo social. La posibilidad de la cancelación nos vuelve a todos posibles censores anónimos pues las redes permiten actuar sin responsabilidad sobre los actos.
Hasta aquí lo que ocurre, pero cómo lo entendemos desde la perspectiva del discurso psicoanalítico?
2. Desmentida y cancelación
Muchas veces desconocemos nuestra intervención en la defenestración de ideas, personas, instancias públicas pues preferimos “no saber nada de eso” que es como decir: no querer saber de lo otro y Otro. También podemos colaborar en un ensalzamiento mentiroso porque si se cancela algo es porque se idealiza otra cosa.
Por un lado, descubrimos en la clínica psicoanalítica la incidencia de la desmentida y vemos aparecer sus efectos en los lazos sociales pues es en éstos en los cuales se evidencia la necedad a la que refieren estos actos y sabemos que lo estúpido banaliza el pensamiento. El necio no se hace responsable de sus actos y puede resultar engañado porque la desmentida está al servicio de desconocer el dolor psíquico y la castración.
La desmentida forma parte del proceso de subjetivación pero debería caer bajo el predominio de la represión; cuando esto no ocurre se produce la escisión del Yo y ambas corrientes, la que reprime y la que desmiente coexisten. Cuando la desmentida adquiere hegemonía psíquica, su operatividad lleva al sujeto a actings y/o pasajes al acto de índole perversa, melancólica o asocial.
¿La desmentida, puede ser el reverso de la idealización?
La idealización es un proceso, según Freud (Tomo XIV, p. 91) que engrandece al objeto con valores provenientes del narcisismo infantil por lo cual adquiere para el sujeto características psíquicas semejantes al estado de enamoramiento y pueden conducirlo a desestimar ética y moral.
Dice André Green (1988) en El Ideal, mesura y desmesura, refiriéndose a las acciones terroristas:
“Estos hechos muestran claramente que Melanie Klein tenía razón al unir idealización y persecución. No obstante, en los casos límites, es posible observar con mucha frecuencia estructuras idealizantes en que la renegación del objeto malo retorna en angustias paranoides y en estructuras persecutorias que paralelamente ocultan la idealización del objeto al que sacrifican su vida. La transferencia revela que estas organizaciones son desmentidas por lo consciente.
Podría muy bien pensarse que la reacción terapéutica negativa está fundada en una idealización inconsciente del odio. Dicho de otra manera, que el masoquismo que subtiende el apego a la enfermedad es la prueba de una captación recíproca del Yo y del objeto, con la finalidad de saciar una eterna venganza, efecto de un mal irreparable, que excluye toda preocupación por el objeto considerado responsable de todas las desgracias del sujeto. La renegación del objeto bueno infiltra toda la psique, que sólo conoce una finalidad: gemir sobre los desastres ocasionados por una imago parental. No son raros los casos en que la renegación es doble: renegación del objeto bueno y renegación de toda posibilidad de amar al objeto. Se trata entonces de la depresión crónica.” (p.45).
Siguiendo este argumento me pregunto si el cancelador, actúa de modo terrorista contra una imago inconsciente, de la cual nada sabe y no quiere saber nada de ella.
Entiendo que Green retoma la renegación en su aspecto de desmentida de una parte de la realidad o de un discurso.
En Los dos principios del acaecer psíquico (Freud, 1990) asevera:
“El tipo más extremo de este extrañamiento de la realidad objetiva nos lo muestran ciertos casos de psicosis alucinatoria en los que debe ser desmentido el acontecimiento que provocó la insania (Griesinger). Ahora bien, eso es justamente lo mismo que hace todo neurótico con una parcela de la realidad objetiva.” (p. 223).
La función de la desmentida es no querer saber sobre la verdad de la castración; el que desmiente es el sujeto en su estado imaginario infantil de ser falo materno, creencia que perdura escindida. En el neurótico hay un saber, pero éste es desconocido por lo cual el Yo resulta engañado a pesar de la verdad de las percepciones.
Freud encuentra en la universalidad de la atribución de falo a la madre, que para evitarse el dolor psíquico del juicio de existencia que dice: no hay, el niño se dice: no puede ser que no, luego hay pero no lo veo. Es decir, se transforma en ceguera lo que no puede ser admitido en la consciencia.
La desmentida actúa muchas veces generando una creencia inamovible contra otra creencia también tomada como absoluta. Así se generan las denominadas “brechas políticas”, en las cuales nadie renuncia a sus ideas.
En la clínica los dos discursos en pugna aparecen en un mismo sujeto quien tomando sus ideales como verdades sin cuestionamiento, pelea imaginariamente contra otra creencia, también generada en sí mismo, a la vez tenida por indiscutible.
La lucha intrapsíquica entre dos creencias, una idealizada y otra denigrada, genera persecución y rasgos paranoides. La persecución sentida como verdadera, refuerza los deseos de venganza.
Una paciente muy militante, al extremo que en sus veinte años dedicaba su vida a su organización, sostenía una versión idealizada de su grupo político y también una versión muy distorsionada del grupo opositor. Estos contenidos resultaban imposibles de interpelar. Una y otra vez reiteraba la pelea con su enemigo político imaginario. En un determinado momento de pelea imaginaria con el analista y suponiendo en mí, analista, la posición contraria a la de ella, dice: “mi mamá siempre me cancelo.”
Le pregunto que es para ella cancelar y responde: “dejarme fuera por diferente, al punto que una vez se fueron de vacaciones, no se dieron cuenta que no estaba en el auto; volvieron a las tres horas a buscarme. Otra vez que mi hermano me gritaba que yo era adoptada, mi mamá dijo: no sé por qué llora, en lugar de decirme que no lo era.” Interpreto: -me grita a mí lo que hubiese querido decirle a su mamá.”
La desmentida de la posibilidad de poner a prueba sus convicciones, estaba al servicio de vengarse de una madre destituyente de ella como sujeto y, principalmente, de hacer activo lo pasivo. Por ello la desmentida tiene estrechas relaciones con los mecanismos prerepresivos de transformación en lo contrario y vuelta contar sí mismo o contra otro.
A nivel de los lazos sociales, la desmentida de la castración y la urgencia psíquica de un mundo sin diferencias, está en el basamento de los fanatismos, los extremismos, los totalitarismos, los fundamentalismos y los reduccionismos. Esto se debe al abrochamiento entre lo sexual infantil inconsciente y el desencadenamiento de violencia, transgresión y delito debidos a la caída de la Culpa Simbólica en la estructura discursivo-social.
La castración tiene como referencia a la Ley Simbólica, o sea, una ley que siendo determinante de la transmisión del lenguaje como función de subjetivación, pone freno al dominio del goce pulsional; luego desmentir la castración es también desmentir la legalidad en el orden de la palabra. La desmentida propone negar una inexistencia: no hay no-falo en la madre, entonces, a pesar que no hay, el sujeto se convierte en autor de un hay, de un existente imposible. Mientras en la infancia la primacía fálica y su atribución indiscriminada a ambos sexos, son constituyentes de la subjetividad, su perdurabilidad inconsciente más allá del tiempo lógico infantil, da origen al padecimiento del “individualismo social”.
Posverdad y cancelación actúan la paradoja del individualismo social.
Para Claude Rabant (p.110-111) la renegación o desmentida se enuncia “como una negativa de verdad: No, no puede ser verdad. Y señalamos que esta negativa de verdad recae tanto sobre el espanto de la castración.
Dice Rabant:
“El desestimador no es sino engañado a medias por su desmentida. Esto es lo que Freud llama “escisión”. El desestimador sólo es engañado a medias, pero engendra en sí mismo una desgarradura que va agravándose desde el momento en que este campo del no hay no podría anularse sino que, al contrario, como en una buena Gestalttheorie, no hace más que acentuarse y adquirir profundidad en función de lo que se desprende de él bajo la forma de la percepción fetichista de “algo que los otros no ven”.
Siguiendo esta idea podemos decir que el desmentidor, está siempre más expuesto a la blasfemia, más al odio que al amor al prójimo. Las desmentidas colectivas se aferran a: “esto jamás existió u ocurrió, dado que no se puede creer” o esto es la pura verdad porque así se ve en apariencia.
Lo increído es lo desmentido de poder ser, y sus consecuencias atañen a la ética de un individuo y de un conjunto social.
Si bien la clínica y la cultura operan de modos diferentes, el espacio público recoge lo excretado por cada ser hablante y, entonces, en las redes -en este tiempo de cancelaciones y falsos enlaces psíquicos y no solo de falsas noticias-, muchos se identifican con lo excretado o con quien excreta.
Llamo excretar en este contexto, a la expulsión de contenidos no elaborados, perjudiciales, regresivos que se proyectan sobre otro tenido como enemigo, opositor, rival, pero, principalmente, negado como semejante.
Autora
Mirta Goldstein, APA
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Rabant, C.: Inventar lo real, Nueva Visión editorial, Buenos Aires, 1993.
DESCRIPTORES:
DESMENTIDA / IDEALIZACIÓN
PALABRAS CLAVES:
CANCELACION
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Colaboradores: Claudia Amburgo
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