Territorios de la cura
Octubre 2022 - ISSN 2796-9576
Textos breves

La escritura, territorio de suplencias y sublimaciones dentro y fuera del análisis

Mirta Goldstein
Mirta Goldstein

1. La escritura y su acto

La escritura comienza interviniendo la naturaleza, sea marcando una piedra, un árbol, o cualquier superficie apta para el conteo. Aun antes del número el homo sapiens sabía cuántos animales había cazado, cuantas frutas había comido.

La marca se hizo letra y la letra se convirtió en significante y el significante en carta y la carta en mensaje y el mensaje vuelve como bumerang hacia el sujeto desde el Otro, lo inconsciente con alguna verdad insabida.

Un aspecto no menor es que el lenguaje se ordena en lenguas y en discursos. Son los discursos los que, atravesando el muro de lo inconsciente, determinan los conflictos y las conductas de los sujetos. De ahí que los hablante-seres, somos sujetos de respuesta.

Desde los primeros momentos de la vida el ser parlante está convocado a responder sea con su grito iniciático, girando su mirada al rostro materno, balbuceando, o encantándose con la canción de cuna. El cuerpo resuena a la voz y la voz se convierte en cadencia melódica y la melodía se escribe para poder ser cantada. Lo inconsciente funciona como un muro en el cual se escribe con tinta invisible, y en muchos casos, con tinta indeleble por la fuerza de lo traumático, lo que viene desde el Otro parental y primario.

La escritura adviene a dos territorios a distinguir: el territorio del acto creador, y el territorio del acto analítico en el cual se escriben las transformaciones subjetivas por lo cual la escritura no solo ocupa el territorio de la sublimación sino de la suplencia.

Hay una escritura en la que prevalecen los aspectos imaginarios, y otra escritura en la que prevalece lo simbólico-real. Las cartas de amor subliman lo pulsional desde la preeminencia de la dimensión imaginaria, en cambio el acto creador y el acto analítico bordean lo real por lo simbólico.

Las cartas representan demandas de amor por lo cual la espera de la respuesta desespera a quien está hambriento de ellas. La carta es una de las formas de contacto entre amante y amado, quienes, indistintamente, están convocados a responder.

Hoy las cartas se han convertido en chats por las redes sociales, pero su efecto es el mismo: se espera una tilde, un me gusta, una conversación. La demanda de amor llega a destino, pero no siempre la respuesta es la esperada. Hay una frustración del amor que es inherente a que éste no puede ser “amor todo amor” por lo cual carga con la imposibilidad de la incondicionalidad.¿Acaso el amor materno es incondicional? Más bien podemos decir que la condición del amor es ser correspondido y si no lo es, la herida narcisista en profunda y hasta irreversible. Por lo tanto, cantarle al amor, escribirle al amor, es amar lo imposible de ser correspondido. La respuesta a lo imposible del amor solo amor, es la indiferencia. En cambio, el odio, eso que parece contrario al amor, no lo es; el odio responde al amor condicionado a las demandas inconclusas de amor y reconocimiento, por ejemplo, la histérica frustra cualquier amor para poseerlo eternamente y a su disposición desde la queja fantasmática y la frustración.

Aun la escritura simbólica de las ciencias, deja una letra insabida y esa letra es un goce. El acto creador, en cambio, hace de esa letra otro objeto sublimado no para que alguien responda al llamado, sino para extranjerizarse de la lengua materna. Se escribe para que el muro de lo inconsciente se vacíe de letras letrinas. No siempre la escritura alcanza la meta de vaciar de goce a la pulsión.

Lacan (1971, p.119) dice que “lo escrito es el goce” y en el seminario 20 dice: “Donde eso habla, goza” (Lacan, 1972-73, p. 139).

A mi entender hay diferencia entre habla y escrito. Eso habla goza, se diferencia de lo escrito es el goce. Mientras hablando goza, la escritura es agente de un escrito. La escritura es acto de lo imborrable.

Lacan expresa en L´étourdit una frase ya famosa: "Que se diga queda olvidado tras lo que se dice en lo que se escucha". El hablar queda opacado por el sentido gestado en la interlocución con el Otro y en esa interlocución cobra pregnancia la voz.

Si en esta frase se asevera que el decir queda olvidado tras lo dicho, ¿el escribir queda olvidado tras lo escrito?

Lacan no se detiene en esta frase, sino que la completa diciendo que contiene un segundo plano: el que se diga requiere del decir, que se olvida.

Hablar goza en el Otro, en cambio la escritura avanza sin voz y a veces logra ir más allá de lo inconsciente pulsional y la metáfora paterna, aunque no sin los significantes del Nombre del Padre; en otras palabras, no siempre, pero a veces, la escritura creadora alcanza ese plus: ir más allá del Nombre del Padre hacia un destino que ya tampoco puede ser el goce femenino, sino el Goce Mental.

El escritor busca un destino que no llega: su propia liberación, solo que la liberación eficiente solo se la halla en la muerte. Sin embargo, hay algo que la escritura alcanza: salir de la repetición.
Hablar es repetir, en cambio sería nefasta una escritura que diga siempre lo mismo. De ahí el valor de la poesía que no puede decir lo mismo porque deja abierto el sentido.

La escritura bordea la muerte en un intento desesperado por alcanzar la eternidad inalcanzable. Ninguna promesa científica de juventud libera del empuje, como decía Freud, de “volver a lo inorgánico”.

Las acepciones de esta idea freudiana pueden ser diversas y variadas, a mi entender no se trata de la muerte real que vuelve sin saberlo a eso inorgánico que tampoco se puede llegar a alcanzar pues solo basta un resto de ADN para sacarnos de esa ilusión; se trata de la muerte simbólica, la del propio sujeto en tanto escribe. No hay peor muerte que la hoja en blanco insensata, pues no permite que una letra la ensucie.

Se dice, se escucha, se olvida, se escribe y se vuelve a escribir. ¿Será ésta una definición del análisis y del acto analítico?

2. Escritura y deseo

La escritura para sostener el deseo no puede ser cobarde como no puede serlo el deseo del analista.

Entre los territorios de la cura hay un espacio para la escritura, sin por ello esperar de la misma una solución que pueda abolir la melancolía basal, esa que no puede ser evitada porque estamos destinados a la falta.

En análisis la falta debe devenir en causa de deseo de seguir diciendo, de seguir escribiendo, de seguir escuchando y de seguir olvidando.

Hay en el escribiente algo femenino, una pasivización ante el propio empuje pulsional y hay en la escritura un Goce Mental, un goce recuperado a la muerte que a veces resulta suficiente para seguir viviendo y a veces no. Si el escribiente queda fijado a su ideal de escritura, no podrá inventar su propia lengua. Joyce, trabajado como caso por Lacan en su seminario El Sinthome, inventa su lengua literaria gracias a que no se priva de mixturar su lengua materna con otras lenguas.

No poder seguir viviendo, pasaje al acto suicida, puede a veces detenerse o postergarse gracias al juego a puro riesgo de la práctica de la plurivocidad que, contingentemente, da lugar al estilo singular. Cuando el acto de desaparición es contenido, decimos que estamos en el territorio de la suplencia. Para ubicar la suplencia y su falla, recurrí al análisis del intercambio epistolar entre la poeta Pizarnik, de ahora en más la amante, con su ex analista, de ahora en más el amante.

La amante, radicada en París, le escribe a su amante en Buenos Aires, con quien se analizó un tiempo cercano a un año.

Tras noches tenebrosas de letargo insomne, la amante recibe la respuesta del amado. La carta de amor, la saca por un instante de la oscuridad melancólica para hacer algo con su vida, aunque más no sea escribir otra respuesta, pero ello no alcanza para separarla del engaño del amor, engaño motivado en que es imposible un amor sin demanda de amor.

El analizante-amante viene al análisis a demandar ser reconocido y tenido en cuenta, amor de transferencia mediante, pero si el amado-analista intenta satisfacer a pleno esa demanda y a su vez demanda ser reconocido, lo quiere mal. Quizás si este analista enamorado hubiese querido menos o mejor, a una Pizarnik hambrienta de palabras que caven el deseo en el Otro, quizás el análisis hubiese alcanzado un destino menos sufriente, conjetura a posteriori de una lectura crítica del caso.

Pizarnik, recibe la carta de su amado y le responde: “jamás he bebido palabras con tanta intensidad en medio de una orgia de conmiseración”. Con belleza escritural describe su estado pulsional: beberse la orgía revela estar atravesada por un goce glotón de palabras amorosas que cubran la desnudez de su depresión.

La clínica de la melancolía es el arte de bordear la nada del analizante, lo cual puede poner en riesgo la vida porque el Otro, si no desea, desaparece y con él el sujeto. Entonces del análisis se espera un acto que separe del engaño del Otro, que sacuda la transferencia imaginaria de amor-odio y no deje intacto al sujeto supuesto saber, o sea, que desidealice. El acto analítico de corte con lo dado, lo repetido y lo dicho, es un acto de separación de ese Otro interior amenazante que a veces el analista actúa sin saberlo.

A veces el acto es hacer silencio, otras distraerse, otras interpretar, otras soñar, pero siempre implica no acobardarse ante lo insoportable de la angustia y esto requiere de la combinatoria de dos actos: el del sujeto que no renuncia a hacer algo diferente con su verdad, y del analista que no renuncia a sostener el deseo de que se siga diciendo.

Los analistas somos, muchas veces, oportunamente inoportunos o inoportunamente oportunos y esa es, a mi entender, la dimensión contingente del acto analítico que no puede ser previsto.
Después de un año de análisis el analista enamorado insta a su amante a radicarse en Paris, lo cual recuerda el límite de un año que Freud le puso al hombre de los lobos con sus efectos de exceso, pero también la insta a escribir, lo cual podemos considerar un empuje a la suplencia, solo que escribir poesía no alcanzó esa función estabilizadora ni él, el analista, su función separadora por actuar a un padre incestuoso.

Pizarnik, grita diciendo: Cuando poesía y pintura me dejan temporariamente, viene la locura, el mundo se vacía y rechina como una pareja de robots copulando. Al referirse a una conversación telefónica con Simone de Beauvoir dice: no podía dejar de pensar en esa voz que asociaba al abismo que existe entre la poesía y la vida.

Pizarnik grita la verdad de un abismo de amor materno-filial; dice en esa misma carta de respuesta: No conozco el rostro de mi madre, no la extrañó, no tengo ganas de decirle nada, pero me asalta y me invade la evidencia de mi enfermedad, de mi herida… que me lleva donde quiero y no quiero ir.

Ya anuncia su muerte en esta carta a ese Otro sordo a la verdad del deseo materno de una hija muerta, y del deseo filial de herir a esa madre con una hija muerta.

Para Safouan sólo cuando una niña es dejada por entero a su madre, sea a su amor o a su odio, a su ansiedad o a su indiferencia, a su agresividad o a su ternura, a sus cuidados o a su negligencia, sólo en la medida en que le falta cierta mediación tercera, apela esta niña a la envidia del pene y no puede oponer, para sostenerse como sujeto, una contra-demanda a las demandas maternas.

En síntesis, saber hacer con la palabra poética, escritura de un goce a “lit-erar”, es decir arrojar como resto de letra-goce, no siempre saca al sujeto de la locura ni hace del creador un sujeto definitivamente amarrado a una estructura clínica.

El sujeto en análisis, o transita del amor-odio hacia un nuevo acto psíquico o se aferra inexorablemente a su locura con lo cual comprueba la tesis platónica sobre la posición de superioridad del amante por sobre el amado, en este caso de Pizarnik respecto de un analista robado y arrobado por el engaño del amor recíproco.

En síntesis, el empuje a la escritura siempre es bienvenido, y cuanto menos se espere de él, más serán arrojados fuera del camino, esos restos de goces letrinos porque no hallaron ni en la sublimación ni en la suplencia, una ligadura oportuna a lo inevitable: me invade la evidencia de mi enfermedad, de mi herida… que me lleva donde quiero y no quiero ir.
Como poeta y en un nuevo intento de desembarazarse del dolor psíquico, Pizarnik escribe su poema: Futuro

me dicen
tienes la vida por delante
pero yo miro
y no veo nada

No halla, en la escritura, un modo ficcional de no salir de escena.

Bibliografía

  • Lacan, J. (1971 [2009). El seminario Libro 18: “De un discurso que no fuera del semblante”. Buenos Aires: Paidós.
  • (1972-73 [2009]). El seminario. Libro 20: “Aun”. Buenos Aires: Paidós
  • L´étourdit
  • El seminario 23: “Le sinthome”.
  • Safouan, M: El lenguaje cotidiano y la diferencia sexual (2011, p.63)

Autora:

Dra. Mirta Goldstein (APA)

Descriptores: ESCRITURA / AMOR / SUBLIMACION / DESEO

Directora: Mirta Goldstein de Vainstoc
Secretario: Jorge Catelli
Colaboradores: Claudia Amburgo,
José Fischbein,
María Amado de Zaffore

ISSN: 2796-9576

Los descriptores han sido adjudicados mediante el uso del Tesauro de Psicoanálisis  de la Asociación Psicoanalítica Argentina

Presidenta: Dra. María Gabriela Goldstein
Vice-Presidente: Dr. Carlos Federico Weisse
Secretario: Dr. Adolfo Benjamín
Secretaria Científica: Lic. Cristina Rosas Salas
Tesorero: Dr. S. Guillermo Bruschtein
Vocales: Dra. Leonor Marta Valenti de Greif, Lic. Mario Cóccaro, Psic. Patricia Latosinski, Lic. Susana Stella Gorris.