Psicoanálisis y educación; psicoanálisis y universidad: tensiones conceptuales y subjetivas en un territorio en disputa
“Si alguna vez se fundara una Escuela Superior
Psicoanalítica –cosa que hoy puede sonar fantástica–
debería enseñarse en ella: ...junto a la psicología de lo
profundo, siempre lo esencial, una introducción a la
biología, conocimientos sobre la vida sexual, algo de
familiarización con la psiquiatría. Pero la enseñanza
analítica debería abarcar disciplinas tales como: historia
de la cultura, mitología, psicología de la religión y ciencia
de la literatura. Sin ellas, el analista quedaría inerme
frente a gran parte de su material” (Freud, 1926, “Pueden
los legos ejercer el psicoanálisis”).
Freud se mostró sistemáticamente como fervoroso partidario de ubicar otros saberes en relación con el psicoanálisis.
Desde la lectura que propone Lacan de los cuatro discursos, el discurso universitario, parece cumplir la función de perpetuar el discurso del amo. En él, es el saber el que se ubica en el lugar del agente, siendo a partir de ahí que el circuito se moviliza. Me gustaría, sin embargo, poner en tensión estas primeras afirmaciones, con algunas citas de ideas de Freud, como con la que comencé esta comunicación, que me resultan interesantes para avanzar con otras tensiones, entre psicoanálisis, discurso universitario y universidad.
Voy a tomar algunas citas y traer algunas ideas que tienen que ver con el pensamiento de Jacques Lacan, que es quien propone los cuatro discursos. El discurso universitario parece cumplir la función de perpetuar el discurso del amo, en el que es el saber el que se ubica en el lugar del agente, siendo a partir de ahí que el circuito se moviliza. Lo que me gustaría es poner en tensión estas primeras afirmaciones, ideas en relación a lo que Freud trae, como ésta, con la que comencé el presente escrito, que me resultan interesantes para avanzar con otras tensiones, que creo que ligan tres líneas: psicoanálisis, discurso universitario y universidad.
El 25 de noviembre de 1928, en una carta a Oskar Pfister, Freud desliza unas ideas particularmente significativas respecto de las perspectivas que avizora respecto del psicoanálisis: “No sé si ha adivinado usted la relación oculta entre Análisis laico y El porvenir de una ilusión. En el primero quiero proteger al análisis de los médicos, y en el otro de los sacerdotes. Quisiera entregarlo a un grupo profesional que no existe aún, al de pastores de almas “profanos”, que no necesitan ser médicos y no deben ser sacerdotes”.
Frente a su interlocutor, quien debemos recordar que se trata de un pastor de la iglesia evangélica protestante, Freud continúa en la siguiente carta: “Reconozco que mi observación de que los psicoanalistas de mi fantasía del futuro no deben ser sacerdotes no suena muy tolerante. Pero considero que hablé de un futuro lejano. En la actualidad, me parecen bien también los médicos, ¿por qué no los sacerdotes? (Cf. carta del 16.02.1929).
Casi veinte años antes, con el pretexto del psicoanálisis ejercido por los legos, Freud propuso la creación de la Asociación Psicoanalítica Internacional, que sustrajo la formación de los analistas del ámbito de las facultades.
En 1919, con motivo del nombramiento de Sandor Ferenczi como Profesor en Psicoanálisis en la Universidad, Freud decía “Es indudable que la incorporación del psicoanálisis a la enseñanza universitaria significaría una satisfacción moral para todo psicoanalista, pero no es menos evidente que éste puede, por su parte, prescindir de la universidad sin menoscabo alguno para su formación” y un poco más adelante, que las Asociaciones Psicoanalíticas “deben su existencia, precisamente, a la exclusión de que el psicoanálisis ha sido objeto por la Universidad. Es evidente, pues, que seguirán cumpliendo una función útil mientras se mantenga esa exclusión”. (AE, 17, p. 169) Freud expresa con toda claridad que para un psicoanalista sería ‘una satisfacción moral’ estar en la universidad, pero que el psicoanálisis, sin mencionar allí las razones, fue ‘excluido’ de la universidad. Entiendo que encuentra en su inclusión una satisfacción esperada por él, respecto de su presencia en ese ámbito.
Durante décadas parecía que se hubiera aceptado mansamente esta exclusión sin advertir cuán discriminatoria era. Mirado en perspectiva, me parece particularmente llamativo, que uno de los movimientos más relevantes del siglo XX, no pudiera formar académicamente a sus miembros, a la par de cualquier otra disciplina científica reconocida. No hay duda que también muchos analistas miraban y aún hoy siguen mirando con desdén a la Universidad.
La enseñanza del psicoanálisis en la universidad viene siendo polémica en varios aspectos. En primer lugar, es puesta en cuestión por diversos discursos, ya sea por el discurso de la psicología cognitiva, o por el de la corriente socio histórica o bien el discurso de género, entre otros, que se van turnando por épocas y hegemonías que, desde la perspectiva de cada uno, van cuestionando al psicoanálisis fundamentalmente a una coincidencia respecto de ser un discurso anacrónico o incluso, acusado de “erróneo” en los claustros universitarios. “The battle is not over” dijo Freud en su alocución radial de la BBC poco antes de su muerte. Y efectivamente, esa batalla sigue en pie con los diversos interlocutores que renuevan la vigencia del psicoanálisis cada vez que lo declaran muerto, vetusto o erróneo, aun cuando son deudores -tal vez sin saberlo- de un movimiento que ha aportado los fundamentos conceptuales para lo que se fuera desarrollando posteriormente como escuelas psicológicas y desarrollos de pensamiento, aparentemente contestatarios y cuestionadores de aquél.
Por otro lado, los mismos colegas psicoanalistas también ponen en cuestión la transmisión del psicoanálisis en la universidad, en nombre de la autonomía de la formación analítica respecto de cualquier trayectoria universitaria, así como de la degradación del discurso analítico, que devendría de su presumible transformación en el discurso universitario. Considero que se trata más bien de una posición “anti-universitaria” que considero que ni Freud ni Lacan sostuvieron.
En tercer lugar es puesta en cuestión por los analistas que no sólo nos avenimos a lidiar con los riesgos que implica la enseñanza en la universidad, sino que encontramos también en nuestra práctica enseñante ocasión de interrogar permanentemente los fundamentos de nuestra práctica analítica, de realizar investigaciones que pretenden aportar cierta luz en puntos de oscuridad de nuestro arte y ciencia, así como de encarnar de vez en cuando, una enunciación que despierta algún deseo, en alguno de aquéllos sujetos divididos por el discurso universitario, que se encuentra con nosotros en las aulas.
Es propio del contexto universitario que el saber ocupe un lugar dominante y, además, que el estudiante-investigador trabaje para tratar de llegar a una presumible verdad, siempre escurridiza. Sin embargo, en la universidad, como en cualquier otro ámbito, se ponen en juego todos los discursos, depende del posicionamiento del agente.
Y me resulta interesante preguntarme y preguntarnos, si el discurso universitario, no hace sus apariciones como tal, en las instituciones psicoanalíticas, en sus institutos o las llamadas escuelas de psicoanálisis. Lacan consideraba que "el discurso del amo se muestra cada vez más de forma extremadamente desnuda" (Sem. 17, p. 158), lo que evidentemente merece ser cuestionado cuando se establece en la Universidad. Creo que puede esperable que todos los integrantes de la comunidad universitaria fueran agentes activos en la producción del saber, así como lo esperable en el dispositivo analítico es el discurso del analista. Pero hay contextos en los que debe establecerse un discurso pertinente, de lo contrario están fuera de lugar o no son oportunos. Así, por ejemplo, desde la concepción lacaniana, para que haya entrada en análisis se requiere de la histerización, por lo tanto, lo pertinente en ese momento será el discurso histérico al cual el analista responde siguiendo el esquema del discurso analítico. Análogamente, en el contexto de la Universidad convendría que el saber ocupara para el lugar dominante, siempre que lo entendamos como interrogación abierta. Uno de los motivos de las crisis universitarias es que no se sostenga el saber como agente sino que se lo retrotraiga al discurso amo, es decir que cuando enmascaradamente se presenta el discurso del amo en la Universidad, el estudiante -en el lugar de resto- resulta explotado por el amo. Vale decir, que no depende de que el psicoanálisis se enseñe en la universidad, para que se active allí el llamado discurso universitario, o que los institutos de psicoanálisis puedan contar con una validación universitaria, para desautorizar el valor analítico en su posicionamiento de interrogación al saber.
En la estructura del discurso universitario, la verdad desconocida, es que quien está sosteniendo esa tiranía del saber, es el significante amo; en el saber universitario, a diferencia del discurso del amo, en donde el sujeto dividido ocupa el lugar de la verdad reprimida, el sujeto es expulsado o producido casi como resto de la estructura universitaria. Entre el discurso del amo y el discurso universitario cambia quien ocupa el lugar del amo, pero no se cambia la esencia del discurso del amo. En el discurso universitario, es el saber el que manda, pero el amo, que está en el lugar de la verdad reprimida de este discurso, es quien determina el mandato. ¿Es esto condición excluyente de los claustros universitarios? ¿No resuena como en muchos sometimientos teóricos o a filiaciones psicoanalíticas en las instituciones psicoanalíticas algo de este orden?
En el discurso del amo el sujeto queda enmascarado, porque la verdad no se dice; el sujeto queda en el lugar de lo que el discurso universitario produce, sujetos hablantes, presas de la trama del lenguaje, que sólo advienen a la calidad de sujetos en los momentos en que el discurso universitario tropieza y recoge sus tropiezos. Entonces en el discurso universitario, que a esta altura ya lo tenemos más ubicado en tensión respecto de la universidad, no hay sujeto, el sujeto de deseo está rechazado. En este sentido es consecuente con el discurso de la ciencia, que para constituirse ha necesitado borrar al sujeto de su campo. La ciencia hace una exclusión del sujeto para poder constituirse como ciencia de un objeto de conocimiento. Si por un lado reconocemos la especificidad del discurso universitario, por otro es necesario poder articular aquello que lo diferencia de otros discursos, y en este punto una de las aproximaciones que podemos hacer es que, heredado del discurso de la ciencia, hay en el discurso universitario una pretensión o una reivindicación de inocencia, es decir que las causas de aquello de que se trata son exteriores, a partir de lo cual todo está determinado. Así, la búsqueda científica coincide con una búsqueda de inocencia. Punto a cuestionarse cada vez que pretendemos reinstalar el sujeto en su sitio. Porque éste produce efectos cada vez que interviene. Y esto cuenta también para el problema de la transmisión del saber. En cuanto a la transmisión, nunca es aséptica y absolutamente técnica, sino que está marcada por los trazos de los sujetos que intervienen en ella y la insistencia de su deseo inconsciente.
En este punto me parece fundamental distinguir la universidad del discurso universitario -cuestión señalada por muchos-, ya que, en su conceptualización de dicho discurso, tanto en el Seminario 17 como en Radiofonía, Lacan lo liga íntimamente con el discurso científico, proponiendo cierto diálogo entre el mismo y el discurso analítico, cuestión que atraviesa todos los últimos años de su enseñanza. Considero que no es de la universidad, sino del discurso universitario en tanto incluye la referencia a la ciencia -que puede producirse en otros lugares que la universidad, por ejemplo, en las mismas instituciones psicoanalíticas, en que puede esperarse cierta renovación de la transmisión.
Es ésta una apuesta posible, como ejercicio que buscamos realizar de modo sostenido los analistas que transitamos la universidad, como posible lugar de encuentros, de disputas, de contradicciones, de consolidación y de revisión doctrinaria, de lógica, de saber y verdad, etc., pero, sobre todo, de cierto horizonte que no nos rigidice e impida el intercambio en el pensar con otros discursos, instituciones y abra la posibilidad de ir al encuentro de los desafíos que entre otros, nos plantea nuestro tiempo.
Bibliografía:
Catelli, J. E. (2020) Artículo del Diccionario Argentino de Psicoanálisis. Entrada “Complejo del Prójimo-Semejante”, APA Editorial, Buenos Aires, 2020
Freud, S., (1909 - 1939) 1909 - 1939 Correspondencia. Sigmund Freud - Oskar Pfister. Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 1966
Freud, S., (1919 [1918]) ¿Debe enseñarse psicoanálisis en la universidad? Amorrortu Editores, Tomo 17, Buenos Aires, 1985
Freud. S., (1926) ¿Pueden los legos ejercer el análisis? Amorrortu Editores, Tomo 20, Buenos Aires, 1986
Lacan, J. (1969 - 1970) El seminario. Tomo 17. El reverso del psicoanálisis. Paidós, Buenos Aires, 1995
Lacan, J. (1970 - 1977) Radiofonía y televisión. Kapsoura Ediciones
Autor:
Jorge Catelli, APA (Profesor e Investigador de la Universidad de Buenos Aires)
Descriptores: PSICOANALISIS / UNIVERSIDAD / EDUCACION / FREUD, SIGMUND / LACAN, JACQUES / ENSEÑANZA
Directora: Mirta Goldstein de Vainstoc
Secretario: Jorge Catelli
Colaboradores: Claudia Amburgo,
José Fischbein,
María Amado de Zaffore
Los descriptores han sido adjudicados mediante el uso del Tesauro de Psicoanálisis de la Asociación Psicoanalítica Argentina
Presidenta: Dra. María Gabriela Goldstein
Vice-Presidente: Dr. Carlos Federico Weisse
Secretario: Dr. Adolfo Benjamín
Secretaria Científica: Lic. Cristina Rosas Salas
Tesorero: Dr. S. Guillermo Bruschtein
Vocales: Dra. Leonor Marta Valenti de Greif, Lic. Mario Cóccaro, Psic. Patricia Latosinski, Lic. Susana Stella Gorris.