Relaciones entre analistas y con la institución. Lazo social, malestares y síntomas
marzo 2023 - ISSN 2796-9576
Ensayos psicoanalíticos

La “communitas” psicoanalítica, sus devenires y porvenires

Mirta Goldstein
Mirta Goldstein

1. Bordear un imposible, transitar lo incierto. Políticas en lo institucional

“…si en la tontería todo se mantiene es porque, precisamente, la tontería consiste en creer que todo se mantiene.” Jean Claude Milner
“Una comunidad política suele ser una comunidad de destino, en la medida que expresa un proceso histórico y productivo.” Oscar Zack

La institución psicoanalítica no es ajena a su contemporaneidad social y si bien se inserta en la cultura como una communitas política no solo por su propia ética del bien decir sino, principalmente, por su intervención cuestionadora de las dominaciones, por esto mismo enfrenta dilemas y contradicciones dentro de su propio quehacer.

La intervención en lo social del psicoanálisis deviene de un proceso histórico generador de saber clínico y de saber sobre los lazos que vinculan a los sujetos y los colectivos; tal proceso histórico intrínseco al movimiento psicoanalítico, es también efecto de la modernidad y de lo que la posmodernidad instala como válido.

Modernidad y posmodernidad difieren en lo que consideran “común” y hace lazo con los otros, y en ambos casos es difícil establecer los límites temporales entre el sujeto moderno y la subjetividad posmoderna.

Las comunidades tradicionales como la Iglesia y las hoy concebidas como fluidas, virtuales, están atravesadas por la problemática de lo común y lo no común.

La configuración de las sociedades y de las subjetividades parte de lo considerado común y lo tenido por ajeno. Tanto cuando argumentamos sobre el individualismo moderno o sobre la expropiación de las lenguas madre de las culturas originarias y de los refugiados, no se puede eludir la conflictiva respecto de lo común/ajeno que demandan su conservación postfundacional o su pérdida postfundacional.

Desde esta conflictiva y sus prácticas de resolución, se puede decir que se ejerce una política institucional a partir de delimitar la soberanía de cada institución. ¿Es la soberanía el empuje a la identidad y a la filiación?

En la territorialidad de la IPA y de FEPAL convivimos en mundos organizados por identidades y filiaciones: cada sociedad, cada región, la organización mundial, lo americano, lo latinoamericano, lo norteño, lo caribeño, lo sureño, dan cuenta de lo común y de lo diferente y de la diversidad en la cual estamos inmersos. Esta sectorización nos incluye y nos excluye con lo cual.la institución tiene que elaborar la segregación interna y externa que deviene de su constitución.

Desde esta perspectiva la institución psicoanalítica es un posible-imposible en tanto la organización de la institución colisiona con lo subversivo del psicoanálisis. Luego entiendo que la pertenencia a las instituciones psicoanalíticas debe ser revisada individual y colectivamente para no caer en estándares trillados, en normativas arbitrarias, en posiciones dogmáticas y/o en posturas discriminatorias.

La propuesta de leer sintomáticamente los fenómenos institucionales, implica dejar de lado la adhesión incondicional al pasado o al futuro como posesiones conquistadas de una vez y para siempre, y comenzar a leer la estructura de las organizaciones psicoanalíticas desde sus devenires y porvenires, o sea, como un proceso histórico en transformación constante que renueva de manera libre y reflexiva la filiación al Psicoanálisis y a la institución de pertenencia.

Cuando no hay en la institución filiación reflexiva aparece una veta racista que confunde la herencia teórica con un baluarte identificatorio idealizado de algunos grupos que por lo tanto ejercen segregación sobre otros grupos respecto de cuyo destino no se hacen responsables.
Propongo pensar una communitas psicoanalítica cuyo fin sería hacerse responsable de la continuidad del Discurso del Analista -cuyo sostén es el deseo del analista-, del Psicoanálisis como episteme que interpela a las opiniones e ideologías científicas y pseudo científicas y del psicoanálisis como método terapéutico vía la palabra.

Las pseudo propuestas científicas que van circulando taponan lo imposible de la verdad absoluta y no se hacen responsables de los efectos de dominación ni de los efectos traumáticos.

El dilema constituyente de la institución psicoanalítica es no poder saturar las brechas que los análisis individuales arrojan crudamente a los lazos sociales y societarios. Las acciones segregativas se afianzan en un Ideal del yo común a los miembros que a veces desemboca en fracturas al no ser capaz, el colectivo institucional, de tramitar y contener la angustia que surge de lo institucional.

Freud pensaba que psicoanalizar, gobernar y educar -por su carácter de producir lazos sociales y/o de disolverlos- eran profesiones imposibles con lo cual nos ha dejado a sus continuadores el trabajo de dilucidar qué es lo “imposible”.

En primera instancia se entiende que hay algo en los actos de educar, gobernar y psicoanalizar que resultan inadecuados, incomprensibles, inoportunos. Los tres actos son llevados a cabo por sujetos individuales y/o colectivos entramados entre sí; un maestro intenta educar, pero queda aprisionado en la organización educativa; un analista asume la responsabilidad de analizar prescindiendo de la meta de curar, pero no escapa a quedar regulado por la organización de la salud mental y el derecho; un gobernante libertario puede verse envuelto en un sistema político autoritario.

En estas acciones profesionales se ponen en juego deseos y proyectos genuinos y a la par creencias, ideologías y regulaciones que funcionan como excesos y en algunos casos como desbordes éticos.

La concepción de lo imposible como aquello que escapa a la comprensión y a la simbolización, instala lo transitorio de las ideas, las teorías, los discursos pues lo común a todos éstos es bordearlo sin poder agotarlo. Bordear lo imposible supone, entonces, transitar lo incierto, lo imperfecto y lo circunstancial; cada acercamiento a ese imposible será temporario y sujeto a transformaciones e imprevistos.

2. Sobre una communitas psicoanalítica

Entiendo que es posible nominar “communitas psicoanalítica” tanto al conjunto de las agrupaciones de formación y transmisión del discurso analítico y de su práctica, que se auto referencian como tales, como a cada uno de estos lazos de pertenencia y filiación que constituyen un colectivo; de este modo podemos referirnos a la communitas sin referirnos a alguna asociación en particular ya que podemos observar que se dan repeticiones de conflictos en todos los grupos institucionalizados, aunque puedan estar diferidos por décadas según el tiempo de su fundación y a pesar de sus objetivos renovadores y transformadores.

Communis designa lo común, lo compartido por un “todos” los miembros adheridos; lo habitual, usual, recibido, aceptado, adoptado o admitido por la mayor parte. También se refiere a lo corriente, soez, vulgar, frecuente, lo muy sabido, lo mezquino, despreciable o inferior. A pesar de estos sentidos por momentos contradictorios tomaré, a los fines de este texto, el significado que lo considera el rasgo distintivo de un colectivo que se constituye en comunidad.

Una communitas acepta como propio lo considerado bien común, bien para todos. Lo común se adscribe a lo que los miembros ya poseen, pero si logran transformarlo según el criterio de que es lo transitorio lo que favorece la continuidad comunitaria, entonces esa comunnitas se torna activa y responsable e invierte la demanda: en lugar de demandar que la institución satisfaga los anhelos de los afiliados, éstos asumen la responsabilidad respecto de la institución y sus cambios para garantizar el porvenir. La espera pasiva de que lo institucional satisfaga anhelos se debe transformar en posición activa respecto del destino de lo institucional.

El Discurso Psicoanalítico surge interpelando lo banal, soez y aceptado desde la moral, las costumbres y las convenciones para discernir sus motivaciones inconscientes y de este modo lo común es elevado en el Discurso del Analista a otra dimensión: lo singular.
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La subversión intrínseca a la interpretación psicoanalítica de la cultura y del sujeto, se aleja de constituirse en un anarquismo confrontativo per se, tampoco en una neutralidad indiferente a la ética, y menos aún si se concibe como acto libertario sin fisuras ni obstáculos, sino es subversivo si logra hacer de la certeza y de lo banal, un complejo de verdades no siempre posibles de articularse. En esta línea, Bruce (2007, p.15) cita a Montaigne: si no podemos estar seguros de la causa maestra, entonces amontonemos varias, a ver si resulta que ésta se encuentre entre ellas.

3. Organización y psicoanálisis

La imposibilidad de un acuerdo pleno entre gestión institucional y Discurso del Analista, produce que ese equilibrio inestable se rompa a veces poniendo en riesgo la continuidad organizacional; cuando el equilibrio entre la dimensión organizativa y la dimensión psicoanalítica se resquebraja, se producen desgajamientos y fragmentaciones o filiaciones subsidiarias que tampoco podrán satisfacer plenamente las expectativas ideales. El resto de insatisfacción se conforma como malestar y las instituciones psicoanalíticas no quedan excluidas del malestar en los lazos societarios. El ideal de una institución producto de los análisis individuales de sus miembros, no da cuenta de los vínculos por fuera de la transferencia analítica y/o en las transferencias de trabajo y de producción; la garantía de los análisis no es confiable a la hora de evaluar los lazos entre miembros y filiaciones

Considero que dentro de una communitas es posible discernir y desenmascarar los aspectos fanáticos y persecutorios de la misma como sus facetas innovadoras, mientras es difícil hacerlo en las organizaciones demasiado establecidas o sujetas a regulaciones y modelos cerrados.
Una communitas, a mi entender, debería constituirse como algo flexible, cambiante pues de lo contrario perece como colectivo pues se cierra sobre sí mismo.

Lacan denunció a las instituciones psicoanalíticas cerradas sobre regulaciones y estándares prefijados e inamovibles y al gatopardismo psicoanalítico que cambia algo para que nada cambie. En L´étourdit dice: “Es que no hay formación del analista concebible fuera del mantenimiento de este decir, (del inconsciente) y que Freud, por no haber forjado el “discurso del analista” como lazo que ate a las sociedades de psicoanálisis, las situó desde otros discursos que necesariamente tachan su decir” (Lacan, 14 de julio de 1972).

Es decir, Lacan se atreve a refutar la posición freudiana de no haber dotado al psicoanálisis de la herramienta de un Discurso y no solo de una teoría y un método. A tal punto Lacan fue malinterpretado por sus mismos discípulos, que se vio inmerso en la coyuntura de cerrar su Escuela por los efectos de segregación, por ejemplo, del “pase”.

Podemos pensar que hay siempre un malentendido y un desencuentro entre el saber del analista y su puesta en práctica en las instituciones, entre la propuesta conceptual y su puesta a prueba en la realidad, entre la ética y el poder del gobierno y entre la potencia de la formación analítica y de los logros institucionales.

No nos es posible olvidar que, comunnitas, nos acerca a comunidad, comunicación, comunión y, principalmente, a lo común. Por lo tanto, vale hacer distinciones.

El “para todos”, este universal del lenguaje, la sexualidad y la muerte, es lo común a los seres hablantes; este para todos los hablantes emerge porque el símbolo introduce la muerte de la cosa, la angustia de castración y el empuje a la destrucción.

Esta conjunción de lenguaje, sexualidad y muerte, tres faltas estructurales dilucidadas por el Psicoanálisis freudiano, determina la pertenencia a una familia, una etnia, una cultura y deja librado al sujeto su filiación a una masa fanática o a un colectivo pensante y crítico.

La lógica del para todos necesita de lo excepcional sin embargo lo excepcional no responde a una única lógica sino puede ir hacia lo destructivo o hacia lo constructivo. Lo excepcional a la castración opta entre un giro hacia la invención de una singularidad positiva o negativa pues el deseo no tiene a priori calificación.

Entiendo que hacerse dueño del territorio del propio deseo, es un acto de corte y separación que se torna problemático en el ámbito institucional donde priman las trasferencias imaginarias y la regulación de la pertenencia.

En la institución circulan diferentes discursos y todos se presentan con sus fachadas ilusorias, seductoras, idealizantes. El acto de separación de esos discursos se constituye en un acto independencia y autonomía, de reflexión crítica y de creación, de reescritura, de redefinición.

Según Jaime Szpilka, el deseo siempre es de muerte (Conferencia dictada en APA el 19 de noviembre de 2022). Agregaría a esta idea que el deseo siempre es de muerte de la cosa lo que equivale a darle vida al sujeto.

En el libro La dirección irreversible de La cura, escribí que ahí donde la muerte se piensa ya no es la muerte ni empuje a la destrucción, sino el empuje a la diferencia. La conflictiva de la diferencia como concepto intrínseco a las singularidades, la encontramos justamente en el concepto de imposibilidad, que pone a pruebe la elaboración de la castración en cada sujeto y en sus lazos sociales.

La institución psicoanalítica, cuyo objetivo primordial es la formación de analistas, o sea, de continuidad, genera malestar debido a la imposibilidad de equilibrar la permanencia con la diferencia que solo inscribe el paso a “otra cosa”.

En este sentido entiendo que el pase que habitualmente damos en las instituciones no es un acto extraordinario sino el traspaso de líbido a lo diferente.

4. El Psicoanálisis, el sujeto y sus pertenencias filiatorias

El Psicoanálisis como cura del sufrimiento y la angustia vía la palabra propone romper lo común del sentido de la novela neurótica y una vez atravesadas e interpretadas la ambivalencia imaginaria de la transferencia y la castración implícita en la transferencia simbólica, relanzar el deseo ligando de modo diferente los goces dispersos del sujeto. En tanto no puede haber entramado discursivo alguno que no guarde un imposible a la conciencia y a la elaboración psíquica el fin de análisis emerge siempre como incompleto y singular y con un resabio de “común”.

Esta imposibilidad de decirlo todo y de aprehender totalmente el pasado y el presente, lleva a interpelar lo común y a incluir lo no común o excepcionalmente singular; es decir que lo singular no es puro, guarda restos de común, de masificado, de instituido y heredado es por ello que el sujeto analizado sigue tramitando esos restos más allá del fin de análisis.

La operación de castración simbólica del Otro intenta fracturar y descompletar -paso a paso- lo inagotable del Uno idiota cerrado sobre sí mismo que el discurso parental y de la cultura a veces imponen al ofrecerlo sin posibilidad de refutación o sospecha.

Lo Unario de la identificación al rasgo que se repite, se opone a lo Uniano de la irrupción acontecimiental tanto del lado del sujeto como de la organización del movimiento psicoanalítico. Un grupo se manifiesta liderando un punto emancipante, y al organizarse se subsume a lo común de las instituciones.

Freud se refirió al rasgo unario que sostiene la identificación secundaria y la identificación al líder. En cambio, el Uniano de Lacan sostiene la singularidad del fin del análisis que enhebra de modo diferente los goces del sujeto y los remite al lazo social.

La pregunta sigue siendo ¿si estas marcas diferenciales de la singularidad de cada sujeto, modifican los lazos institucionales? ¿Cómo inciden los análisis en la constitución de las instituciones?

Cuando hemos hablado de alojar en lo institucional al acontecimiento (2001, Goldstein, M. y Moise C.) o hablamos de un deseo de estar atentos a lo que irrumpe desbaratando la estrategia del poder institucional contado como Uno, enunciamos el deseo de incluir ya no lo claro y distinto de lo sabido, sino lo complejo de lo insabido como factor de discontinuidad.

En general la idealización respecto de la pertenencia y la filiación a un psicoanálisis institucionalizado rechaza lo singular del sujeto y lo acontecimiental en el discurso para aliviar la presión sobre las transformaciones. Surge así el territorio de lo que crece en los bordes, en los márgenes sin por ello ser lo marginal. Lo que se propone desde las márgenes intenta desbaratar las estrategias subyugantes de la idealización, la obsecuencia y la necedad.

La idealización tiene dos consecuencias a destacar: la primera es imponer la posición fanática y racista de un psicoanálisis puro. La segunda es confundir el Discurso del Analista con el Psicoanálisis como episteme o saber que circula por la polis. Estas dos consecuencias exponen al Psicoanálisis a malentendidos y confrontaciones que se trasladan a las instituciones.

Por un lado, el Psicoanálisis que circula dentro del comercio disciplinar como episteme queda sujeto al discurso universitario y regulado por el Derecho y las deontologías de las ciencias médicas y de la Salud Mental. En este sentido cualquier estatización institucional de una ética psicoanalítica atenta, paradojalmente, contra la misma al normatizar la producción de saber y el ejercicio de la práctica, establecer modelos de formación de analistas y adaptarse a las regulaciones societarias de cada país.

Estos conflictos inherentes a la institucionalización despiertan la emocionalidad a veces pasional de los miembros, por lo tanto, el fanatismo de la pertenencia y el racismo respecto de teorías y prácticas.

El desencuentro entre el discurso del analista, el psicoanálisis como episteme circulante en la vida académica y en los medios, y la institucionalización pueden impedir la continuidad de la transmisión si el cumplimiento de normas se vuelve violento. No olvidemos que las regulaciones son también fantasmas inconscientes que nos esclavizan a los ataques inconscientes del Superyó.

Distingo la institución de lo institucional, y la pertenencia de la comunnitas. Lo institucional, como práctica, puede conformar un territorio de formación que dé lugar a una comunnitas y convertirse en cuarto sostén de la formación psicoanalítica. Que así sea depende de que pueda alojar alguna falta sin ser saturada con sentidos y dogmas, dejar que la falta actúe como constitutiva de la estructura de la organización sin intentar darles soluciones inmediatas ni perdurables. Si la institución no soporta la falta entonces acaecen los conflictos entre inclusión y segregación de lo no familiar.

En cambio, cuando se soporta lo que hace faltar, puede llegar a darse el acontecimiento de un hecho de discurso, de autoría, de reflexión crítica; la falta puede hacerle lugar al acontecimiento que descentra los fanatismos institucionales pues aloja la contrariedad, por ejemplo, cuando un alumno contraría el argumento de un maestro incluyendo un pensamiento novedoso.

Generalmente el acontecimiento discursivo emerge desde la soledad de un aislamiento decidido, desde un espacio psíquico de pensamiento que no lo es de rumia.

Lo que denomino producción en los márgenes, puede ser el territorio de ese aislamiento decidido de creación.

Distingo entre un aislamiento neurótico y un aislamiento decidido o de aquel que se aleja de lo mediocre de lo común para integrarse en la communitas portando libertad de pensar y hacer, y un deseo de comunicar a la comunidad lo que se escabulle a lo común de lo visto y oído.
Este abstraerse de la estupidez de la masificación y la obsecuencia, proviene del deseo de hacer lazo de otro modo, de comunicar de otro modo, de pensar de otro modo. Entonces el acontecimiento proviene del dejarse sorprender por algo que conmueva lo común y de que no forcluya ni desestime lo común, entonces, no sin lo común ni sin lo excepcional y ni sin lo excepcionalmente singularizante.

5. Acontecimiento y comunnitas

La física de los océanos nos acerca un fenómeno poco común: el singleton. En el océano hay olas, comunes, parecidas y diferentes cada vez, semejantes pero distintas, perceptibles y hasta predecibles por el análisis de factores tales como los vientos o las corrientes marinas; este orden se rompe cuando aparece una fuerza imperceptible e impredecible, el singleton, que emerge desde lo Real del océano sin antecedentes, como acontecimiento inédito. Y esto ocurre pocas veces.

Esta metáfora del singleton, es indicadora de que cuando hablamos de alojar en lo institucional al acontecimiento, o hablamos de un deseo de estar atentos a lo que surge desbaratando la estrategia política del poder institucional, enunciamos el deseo de incluir ya no lo claro y distinto de lo sabido, sino lo complejo e infinito de lo insabido. Lo que es imprescindible señalar para no caer en un pensamiento religioso, es que no hay insabido sin sabido, no hay imposible sin posible.

El singleton como el acontecimiento no tiene Dos, y si ambos acceden al Dos éste los empuja a desparecer como Unianos y los enlaza a alguna serie o cadena simbólica antes imposible.

En el libro La dirección irreversible de La cura, desarrollé extensamente la diferencia entre Unario y Uniano. Por un lado, el Unario que se alegra de ser medible, operatorio, eficiente y, por otro, el Uniano que no proviene de la repetición sino de lo Real.

Lo que acontece por su carácter disruptivo genera rechazo y se contrapone, entonces, al anhelo del “todos perteneciendo a” con sus concomitantes rechazos segregatorios de lo no familiar y conocido.

Si bien lo común no es lo uniforme, a veces comparten la desestimación de lo no-todo.

Lacan abordó la incompletitud desde varias perspectivas; su frase: Júntense para hacer algo y sepárense para hacer otra cosa, abre a la discontinuidad, a la transformación, a la transitoriedad de las pertenencias para que el sujeto pueda acceder a filiaciones simbólicas provenientes de la elaboración de duelos y actos de separación.

Las flechas del tiempo individual e institucional; no coinciden, solo pocas veces se interceptan, entrecruzan y acompañan por lo cual observamos que su desencuentro genera malestar societario.

Juntarse y separarse son actos que hacen de la filiación algo soportable, sin angustia en tanto el movimiento de juntarse y separarse no significa la pérdida de los vínculos, sino el cese de la transferencia de trabajo para inscribir y anudar nuevas.

Las pertenencias que exigen fidelidad, es decir que reniegan de la separación, desestiman la falta y exigen el sacrificio de lo singular.

La paradoja es que la separación que discontinua, a la vez permite nuevos arreglos con lo imposible al generar posibilidades diversas de lazos. Si bien el separarse constituye un duelo, juntarse constituye un nuevo desafío abierto a lo incierto e impredecible y por ello mismo en muchos casos tenido como violento.

Un hombre común viene a hablar al análisis para dejar de serlo. Sin embargo, Freud nos dice que el fin de análisis es la inclusión de este hombre común en el infortunio común del que habla Freud. El acto de que un sujeto advenga a la miseria común lo incluye en el lazo con otros tras atravesar la castración simbólica en un análisis e incluirse en la communitas portando su singularidad que lo vuelve un común distinto, un cualquiera distinguible.

Freud cabalga entre la neurosis común de nuestros días (es decir de cada época) y lo común de la miseria ya no neurótica sino analizada. Según se interprete este entre, devendrá una clínica sacrificial o una clínica liberadora.

Una lectura posible del mito de la horda es que el padre entrega su vida para no entregar su excepcionalidad. El fantasma parricida esconde, entonces, la entrega del padre, su suicidio en la excepcionalidad.

Por mi parte entiendo que estar en lo común del para todos que excluye lo excepcional, deja salir por la puerta lo que se reintroducirá por la ventana, a saber: la singularidad del que trae consigo lo excepcional a las reglas e instala en una nueva legalidad lo anteriormente rechazado.
¿Quién no quisiera ser un cualquiera, sobre todo cuando lo excepcional puede acarrear la muerte subjetiva, la exclusión, la segregación y hasta la eliminación? Es decir que a veces lo común es un signo de cobardía e impotencia, o significar todo lo contario, un refugio donde no ser percibido incómodamente y resultar aniquilado real o subjetivamente.

Agresividad, crueldad, crimen, culpa y castigo, parricidio, miedo y angustia, diques pulsionales, prohibición del incesto, legado y don, no solo son comunes al ser hablante y a su singular modo de tramitar las marcas inconscientes que lo determinan, sino que son responsables de los lazos que fundan. Freud los incluye en su pensamiento sobre la fratría, la masa y en su alegato por la cultura a la que le supone lo peor pero también poder armar comunidades relativamente pacíficas, aunque transitoriamente. Describe los motivos por los cuales hay instituciones que se destruyen desde las entrañas de su propio malestar.

A veces ocurre que la masa dice buscar un líder diferente para transformarse en comunidad y no desaparecer, pero encuentra un tirano que la somete; otras veces ocurre que la comunidad se trasforma en manada sin ley no orden para conservarse familiarmente y encontrar un padre de la horda, pero resulta que haya un líder impotente. Entonces el conflicto entre endogamia y exogamia individual y grupal no puede producir una institución que no sea sintomática y que no padezca de sus propios ideales.

Una vez que la masa se nomina como fratría ejerce soberanía sobre esa nominación y a ello lo denominamos comúnmente “militancia”. Una vez que la soberanía institucional exige filiaciones que se integran bajo algún nombre propio, lo más conservador de lo familiar se despliega de manera engolfante.

Cuando las instituciones psicoanalíticas se arbolan en una genealogía desde la cual defienden su pasado desconociendo a sus autores presentes, están arriesgando su futuro.

Por lo tanto, las pertenencias institucionales no pueden darse sin síntomas; estos síntomas a veces no logran metaforizar la angustia y pasan al acto destructivo. La pertenencia encarna en sí misma al conflicto entre aquello que retiene y el empuje al afuera.

Otro aspecto de esta misma estructura es la imposibilidad de dar cabida al mismo tiempo al realismo y a la utopía. El equilibrio entre realidad y utopía es falso pues descarta lo ficcional de las escenas, por un lado, y la necesidad de incluir la esperanza y la creatividad. Buscar ese equilibrio imposible sume a la institución en un duelo permanente.

Comunidades e instituciones defienden el bien común de su soberanía. La soberanía es la capacidad, autoridad o derecho de regir las políticas administrativas y económicas de un determinado territorio que puede ir desde un poder que se amarra a una inocencia estúpida, hasta la tiranía más cruenta y culpable. Es decir, la comunidad, para mantener su soberanía y no resultar segregatoria, necesita hacer lazo con los comunes y con los diferentes. Esto nos sitúa ante otra paradoja: habiendo semejantes (los miembros) singulares pues portan un rasgo distintivo, a la vez son comunes que deben respetar la ley de no segregar ni matar, lo cual es imposible. Matar al padre, o es una metáfora de la separación imprescindible del Otro, o es una fantasía que impotentiza, o es un acto homicida-suicida.

Esta paradoja abre el camino a múltiples pertenencias muchas de ellas contradictorias y a la vez liberadoras. Un ejemplo de ello es el de un analizante que se ha reconocido a sí mismo inscripto en la laicidad, pero se casa con una mujer creyente en un santuario religioso. Esto muestra que ambos son creyentes: uno en la laicidad y la otra en la fe religiosa, y los une una fantasía de hacerse Uno. Ambos pertenecen a iglesias que, si bien se contradicen, se necesitan mutuamente. Luego, no hay sujeto emancipado totalmente de sus fantasmas y creencias, y esto determina que las instituciones tampoco se liberarán de sus malestares y conflictos. Solo nos queda la imposibilidad de la comunión, es decir, de condensar lo común y la unión de manera indisoluble.

Esposito se centra en un análisis filológico del término munus, que puede significar onus (“obligación”), officium (“oficio”, “función”) y donum (“don”).

Como sociedades psicoanalíticas lidiamos con estos tres aspectos y estamos ante la evidencia del deshacimiento de lo común gracias a la diversidad de lecturas y orientaciones teóricas. La singularidad del texto freudiano emerge cada vez que una nueva lectura permite desviarnos del ideal del “oro puro del psicoanálisis”. La vocación por lo permanente forcluye lo Real que se presenta como acontecimiento que des-con-cierta.
En Communitas (2003) Esposito toma a la comunidad, como el espacio en el que los sujetos están unidos por la obligación de ceder la identidad individual para asegurar la supervivencia. Esta postura tiene semejanzas con el nomos o ley de la ciudad, que constituía una construcción social con un orden obligatorio de dimensiones éticas y leyes sexuales. Estas leyes, tanto escritas como orales, delimitaban soberanía y jurisdicción “para todos”.

Principalmente, entiendo, establecían la frontera entre la lengua dominante de la identidad, y la lengua dominada de lo excluido. No puedo detenerme en este texto sobre la cuestión de las lenguas identitarias pero si destacar que en la institución psicoanalítica hay de ellas, es decir, lenguas dominantes que excluyen el saber de otras teorizaciones.

En Psicología de las masas y análisis del yo, Freud nos da una versión de una masa con una exigencia de anonimato y un líder que reúne para sí toda excepcionalidad, con lo cual la degrada.

Para contrarrestar esta posición freudiana, Lacan viene a decir que el sujeto deviene del para todos y del no-todo, es decir que, si bien el para todos es lo común del falo para todo ser hablante, el no-todo reintroduce lo singular y con ello la imposibilidad de armar un conjunto cerrado.
Así la institución psicoanalítica introduce el obstáculo siguiente: debe servir a leyes de la ciudad y a su propia ética de la incompletitud. Para hacerlo a veces endurece las leyes de la polis y de la communitas y otras las flexibiliza o, también se cierra sobre sus propias leyes y desestima su incompletitud renegando de la comunnitas como refugio de la angustia y la violencia.

Freud se refirió a los peligros que viene del exterior y los que provienen del interior. Los cuatro jinetes del apocalipsis a saber: la guerra, el hambre, la peste y la muerte, a los que se agregan actualmente el desabastecimiento energético, el estallido nuclear y el colapso del planeta, acechan destructivamente desde el exterior.

Los Jinetes del Apocalipsis de la institución psicoanalítica que provienen desde su interior son, a mi entender: la reiteración que no aloja ninguna chispa excepcional, la peste que se desata en una fratría endogamizante, la guerra contra lo nuevo y/o joven y su contrario: la guerra contra la expertis de los ancianos, y la muerte de la concepción del sujeto dividido por la castración simbólica, es decir, la institución psicoanalítica muere si rechaza lo inconsciente que forma sus malestares y síntomas.

Por estos motivos es que sigo reflexionando respecto de las fracturas institucionales que se dieron en el pasado pero que hoy ya no pueden sostener sus territorios y fantasean con re-unirse.

La federalización regional de las instituciones psicoanalíticas, su expansión por el mundo de las formaciones organizadas, es uno de los tantos intentos por sobrevivir y darle continuidad al Psicoanálisis, pero no tiene en cuenta el esfuerzo agobiante de esa regionalización o nueva filiación.
En síntesis, entiendo que los riesgos actuales de la institución psicoanalítica, están en la caída del deseo de analizar, deseo que es condición para que lo inconsciente no desaparezca, en la incomodidad de mantener las fracturas y desprendimientos ya desvanecidos en su significación, en la baja frecuencia del intercambio interinstitucional, y en el repudio implícito a las transformaciones.

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Autora

Mirta Goldstein (APA)

Descriptores: RACISMO / DISCURSO DEL ANALISTA / ORGANIZACION / INSTITUCION PSICOANALITICA /  POLITICA / FILIACION / COMUNIDAD / SUJETO / SINGULARIDAD

Directora: Mirta Goldstein de Vainstoc
Secretario: Jorge Catelli
Colaboradores: Claudia Amburgo, José Fischbein, María Amado de Zaffore

ISSN: 2796-9576

Los descriptores han sido adjudicados mediante el uso del Tesauro de Psicoanálisis  de la Asociación Psicoanalítica Argentina

Presidenta: Dra. María Gabriela Goldstein
Vice-Presidente: Dr. Carlos Federico Weisse
Secretario: Dr. Adolfo Benjamín
Secretaria Científica: Lic. Cristina Rosas Salas
Tesorero: Lic. Mario Cóccaro
Vocales: Dra. Leonor Marta Valenti de Greif, Psic. Patricia Latosinski, Lic. Susana Stella Gorris.