Número Extraordinario: A cien años de La organización genital infantil de Freud. ¿Cómo el psicoanálisis dialoga con las teorías de género?
Junio 2023 - ISSN 2796-9576
Ensayos psicoanalíticos

Trans-modernidad, una diferencia traumática

Mirta Goldstein
Mirta Goldstein

Resumen

Cada sujeto es una versión diferente de la sexualidad humana por ello la sexualidad y la pulsionalidad son infinitamente singulares.

La sexuación se entiende como el invento por excelencia del sujeto cuya solución de compromiso resulta de combinatorias de goces. La sexuación es entendida clínicamente como la singularidad misma.

La diferencia -elemento lógico vacío de sentidos- se instala porque se habla y se nombra con una pérdida que el Psicoanálisis se denomina La Cosa. Dado ese vacío o falta estructural pueden inscribirse como diversidad sexual las polisexualidades y las trans-formaciones; las trasn-formaciones se cuentan, cada una, como uno más o como Otro Sexo.

Trans-modernidad alude a por lo menos tres acepciones: la primera como temporalidad de la cultura que extiende, amplia y excede lo moderno sosteniéndose en sus paradigmas: libertad, razón epistémica y complejidad (Goldstein, M, 1998); la segunda como la cultura que aloja e inscribe las trans-formaciones o formaciones inconscientes polisexuales (Goldstein, M, 2022 y 2023,) y en tercer lugar la cultura que ubica nuevas relaciones sexuales y de poder en el seno de los vínculos de deseo, goce y placer. En esta temporalidad subjetiva y subjetivante de la cultura, la diferencia sexual es causa vacía de sentidos por lo cual solo adquiere significación para cada sujeto.

Trans-modernidad. La diferencia como causa vacía traumática y el Goce Polisexual

¿Quizás el siglo XXI nos lleve a hablar de la “civilización y su trauma?” “El revés del trauma”. E. Laurent

Traumatismo, no hay otro: el hombre nace malentendido.

“El malentendido”. J. Lacan

La sexualidad humana, de la que no solo hablamos, sino que nos hace hablar, surge en cada sujeto como aquello que lo vuelve único e irrepetible. Hablamos del amor, del odio, del deseo, de la pasión, la reproducción y la muerte, pero no hay palabras para el goce. El goce lo bordeamos con una variedad de otros conceptos.

Lo que denominamos sexualidad se aloja en el intervalo entre lo particular y lo social y convierte lo sexual en social y lo social en sexual, en este sentido hay políticas de la sexualidad, biopolíticas, y hay una política que se constituye en una ética para cada sujeto respecto de su acto sexual. La ética del sujeto trasciende lo moral en sentido amplio, y a la moral común del contexto, más bien se refiere a un deseo comprometido con el modo singular de gozar.

Para Freud la Razón moderna como universal de la subjetividad, se vuelve razón libidinal para cada sujeto, con lo cual la búsqueda del placer ya no es sin más allá del placer y sin hostigamiento entre sexos.

La invitación de Eric Laurent a hablar del trauma de la civilización, principalmente en el siglo XXI, remite indudablemente a las eróticas que, en cada época, construyen y destruyen el lazo entre el sujeto y sus semejantes. El puente entre lo subjetivo y el lazo que entabla cada sujeto con su entorno vincular, guarda un indecible y un indecidible, generadores del malestar sexual. En lo singular ese malestar refiere a una repetición y en lo colectivo a la demanda de incluir lo excluido; hoy la demanda libertaria insta a incluir las Trans-formaciones sexuales tanto a nivel epistémico como a nivel vincular.

No cabe duda que en el siglo XXI se han reconocidos nuevos territorios de goce tanto en lo jurídico como dentro de las relaciones comunitarias; de ello surgió el reconocimiento de la diversificación sexual que pone en tela de juicio que el único modo de concebir la diferencia sea la binariedad.

Hoy la polisexualidad se ubica como síntoma del malestar en la cultura, síntoma que rompe con los discursos cerrados binarios. En tanto síntoma del malestar sexual de nuestro tiempo la erótica trans se ha constituido como lo más propio de la época.

Las polisexualidades o sexualidades LGBTQ+ se manifiestan irrumpiendo en la universalidad supuesta a la heterosexualidad y principalmente, desbaratando su política.

La heteronorma al decaer en la cultura, visibiliza las polisexualidades antes silenciadas en la historia familiar y social por los prejuicios que se infiltran en la moral común y en las epistemes.

Las polisexualidades plantean una erótica compleja y la posibilidad de descubrir y transitar nuevos horizontes de goces. Esto ocurre dadas las extensiones que la modernidad ha realizado respecto de sus principios libertarios en materia de derechos sexuales.

La Trans-modernidad - nominación que deseo recuperar ya que la introduje en 1998- alude a por lo menos tres acepciones: la primera como temporalidad de la cultura que extiende, amplia y excede lo moderno, sosteniéndose en sus paradigmas: libertad, razón epistémica y complejidad (Goldstein, M, 1998); la segunda como la cultura que aloja e inscribe las trans-formaciones o formaciones inconscientes polisexuales (Goldstein, M, 2022 y 2023) y en tercer lugar la cultura que ubica nuevas relaciones sexuales y de poder en el seno de los vínculos de deseo, goce y placer. En esta temporalidad subjetiva y subjetivante de la cultura, la diferencia sexual es causa vacía de sentidos por lo cual solo adquiere significación para cada sujeto.

En La dirección irreversible de La cura[1]  escribí que la transmodernidad se cuenta como acontecimiento en los denominados procedimientos genéricos de verdades y de producción de sujeto a saber: política, arte, amor, ciencia, psicoanálisis y filosofía a partir, sobre todo, del Siglo XX y más aún después de la Segunda Guerra Mundial. En esa época comienza la liberación sexual entendida, erróneamente, como revolución sexual liberadora de la humanidad.  Se creyó posible alcanzar el “progreso” cultural y social lo cual hoy queda como idea falaz ante el aumento de los feminicidios, o sea, la diferencia y las diferencias siguen mostrando su costado traumático. Esta falla de la estructura social nos invita a seguir reflexionando sobre la diferencia como causa vacía.

La diferencia -lógica vacía- surge porque se habla y se nombra con una pérdida que el Psicoanálisis denomina La Cosa. Dado ese vacío o falta estructural en el Ser (Lacan se refiere a la falta-en-ser) la diversidad sexual emerge en el campo erótico de las diferencias, campo en el cual las polisexualidades y las trans-formaciones se cuentan, cada una, como uno más, como Otro Sexo. Cada Uno en Más, es uno más en su singularidad, sin que esos unos se puedan sumar ni restar.

¿A qué denominamos campo erótico o erótica? Desde el punto de vista cultural lo constituyen los modos de lazos de amor y deseo predominantes en un tiempo a veces delimitado por acontecimientos significativos. Así podemos decir que, en el siglo XX y entre las dos grandes guerras, se modificó la erótica en Occidente y surgieron con fuerza el feminismo y los movimientos LGBTQ+.

¿Qué es entonces una erótica “trans”? La inserción de lo trans en la complejidad del sujeto y sus lazos con los otros. Lo queer ya puede salir de los bares gays, e instalarse en la escena mundana.

El sujeto depende del amor, el reconocimiento y el deseo de los otros y del Otro, pero más depende de su goce al ser autor y consumidor de sus goces. No podemos negar la incidencia de la cultura y de las políticas científicas en la construcción del sujeto sexuado, sin embargo, éstas no pueden decidir la orientación del goce en lo singular.

Por lo tanto, la sexualidad es el territorio en el cual síntoma, angustia e inhibición, manifiestan el traumatismo del malentendido sexual que desencadena el desborde pulsional en el acting y el pasaje al acto y/o en la lucha intra e intergéneros. Si el goce une y separa a los partenaires, entonces, hay algo irreductible que no permite evitar la contienda real e imaginaria entre goces.

Ese irreductible o Real o elemento lógico vacío se denomina: “diferencia sexual”, diferencia introducida primero imaginariamente ante lo real de la anatomía y luego simbólicamente ante la imposibilidad de aprehender el Goce del Otro Sexo que escapa al lenguaje y la representación.

La diferencia, desde la perspectiva que intento descifrar, se escribe entre Sujeto Sexuado y Otro Sexo; ya no se trata de los binarios masculino-femenino, varón-mujer, fálico-castrado sino entre Una sexuación y Otra sexuación. La falla en la inscripción de esta diferencia genera el malentendido sexual y la erótica de la violencia que irrumpe en la escena de los seres hablantes con sus estragos.

El Goce, de modo general, se refiere a aquello que marca el exceso que provee la pulsión de muerte, pudiéndose definir como una satisfacción sufriente, por lo tanto, paradójica, en la que el sujeto neurótico obtiene satisfacción y representación en las formaciones de lo inconsciente; de manera singular el goce involucra al propio cuerpo y busca satisfacer una fantasía primordial.

En lo imaginario el goce busca satisfacer lo imposible: el reencuentro con el objeto perdido de una satisfacción pulsional oral, anal, fálica, escópica e invocante que queda al servicio de la compulsión a la repetición.

La diferencia en términos de goces fue concebida por Freud como fálico-castrado y por Lacan como goce fálico y goce no – todo fálico. Este aparente binarismo no lo es tal pues la diferencia como operador lógico lo rompe; la diferencia se inscribe entre ambos términos con lo cual estamos en condiciones de responder a las críticas sobre el supuesto binarismo de la teoría psicoanalítica.  Al introducir la trans-modernidad en la teoría y la clínica, podemos observar que el goce polisexual emerge en el vacío de la diferencia lógica rompiendo y deconstruyendo definitivamente el binarismo. La ruptura del binarismo no implica eliminar la contienda intrapsíquica que se da entre goces que luchan por su primacía. La heterosexualidad, desde este punto de vista, puede entenderse como la primacía de la genitalidad y el objeto fijo, pero la clínica muestra que no siempre hay fijeza de goce ni del objeto.

Como en todas las manifestaciones humanas las luchas discursivas y biopolíticas expresan la dificultad inconsciente de acuerdo perfecto entre goces.

Desde lo simbólico el goce se constituye en un lugar desde el cual el sujeto se dirige al Otro. En general los discursos que circulan en la polis representan a los sujetos por lo cual cuando se radicalizan favorecen las identificaciones. Así por ejemplo el discurso macho genera la identificación de aquellos sujetos que padecen del decaimiento de la función paterna y la disociación del objeto en idealizado/denigrado.

Los machismos y feminismos radicalizados intentan invisibilizar que los goces polisexual, fálico y no-todo fálico se combinan de modo contingente y singular en cada sujeto hablante. Si se combinan, lo hacen en términos de invento sexuado, por ende, irrepetible, indecidible e irreductible.

Los discursos luchan por el predominio moral y político, más la trans-modernidad muestra la dificultad de sojuzgar el deseo a la regulación. En tanto el sujeto sexuado a veces se posiciona en el discurso desde el lado fálico, a veces desde el lado no-todo fálico y a veces desde el lado polisexual: gender fluid y transgénero, la cultura los contrapone o niega a alguno. 

Discierno goces prepulsionales primarios, pulsionales y edípicos (Véase el capítulo al respecto en el libro de mi autoría: Trans-formaciones. Polisexualidades en el malestar sexual actual)[2] y considero a la diferencia masculino-femenino como secundaria a la adquisición del lenguaje y al reconocimiento de la propia imagen en el espejo.

En síntesis: lo que no puede morir porque pulsa sin fin, luego que no se inscribe en lo simbólico: lo Real, a mi gusto es la “diferencia sexual”; la diferencia sexual es un vacío de sentido que se anuda con la salida sexuada de cada sujeto. Cada sujeto es representante de la diferencia sexual a la que considero el trauma estructural de la civilización o marca de un imponderable lógico imposible de borrar. Si la diferencia es un elemento lógico, solo podemos contar con diferencias.

Denominamos “cultura” a la formación que recubre el trauma sexual a veces a predominio de Eros y a veces a predominio de Tánatos. Al enunciar que hay algo de Eros y algo de Tánatos que pujan, se anulan o se combinan, a la vez enunciamos que hay restos que quedan desligados y prontos a actualizarse, y que considero prepulsionales o anteriores a la representación, según el esquema freudiano del peine.

La diferencia sexual como inscripción de un vacío lógico, invita a llenar ese vacío con las más diversas fantasías, ilusiones y utopías traducidas a discursos que intentan hacer olvidar lo inolvidable: la imposible erradicación de las singularidades de goce y de los goces. Entonces la diferencia y su trauma no se desgastan con la repetición, sino que pulsan a través de ésta y del malestar sexual epocal. Mientras el cuerpo y la subjetividad laten y pulsan no acceden al Nirvana. Solo podemos referirnos a la constancia del empuje de la pulsión cuya potencia vital e a veces se ubica en el más allá del placer.

Al considerar que cada sexuación o apropiación sexual por lo simbólico, es el invento singular que cada sujeto construye y revela como “su erótica”, entonces esta erótica: la modalidad prevalente de satisfacción sexual sexuada, es la singularidad misma.

Tras la singularidad de cada sexuación considerada como invento, se esconde o se tramita la renuncia al ideal de completud y de igualación. Ambos: ideal de completud y de igualación promueven la puja discursiva de las diferencias sexuales y sexuadas, por un lado, y tránsitos de género demasiado dolorosos, por otro. Este demasiado evidencia lo que escapa a la tramitación simbólica de la sexuación como invento singular de cada sujeto; podemos decir que una parte de ese “demasiado” sufrimiento está inducido por las biopolíticas actuantes y otra parte por la dificultad del sujeto de “transitar” su “tránsito” de identidad sexual.

Vemos complejizarse estratos diferentes de la subjetividad provenientes de una causa vacía: la diferencia radical con cualquier otro sexuado de cualquier sexo o género. La causa vacía describe un imposible de satisfacer y de renunciar.

No podemos desconocer los determinantes intrapsíquicos que alimentan los vasallajes que el Yo soporta tales como los discursos parentales, educacionales y sociales. Hay una tensión inevitable entre pulsión y discurso que alimenta el conflicto psíquico inconsciente del Yo con el Ello y el Superyó.

Hoy estamos en condiciones de concebir al Ello como el reservorio polisexual o de goces difusos de los primeros meses de vida, de los cuales se abastecen las polisexualidades, ubicando, de esta manera, la etapa “trans” en la constitución de todo sujeto hablante. Considero primario al reservorio polisexual que he denominado “héteros inconsciente” del Ello (Goldstein, M. 2022 versión digital y 2023 versión en papel).

La diferencia siempre se manifiesta como el Otro Sexo inaccesible. El Otro Sexo no es un sexo determinado, sino que es la nominación del vaciamiento de la completud sexuada, vaciamiento de sentido de la fantasía del dos que se hacen uno y se igualan en una cópula mítica; la diferencia, entonces, se inscribe entre el Uno de la singularidad y el Otro Uno del Otro Sexo.

Recordando la frase freudiana que somos sexualmente no puros (Freud, 1925), podemos decir que estamos hechos del goce fálico, del no-todo fálico y de lo polisexual que también nos constituye y que da sustrato corpóreo y pulsional a los gender fluid o trans-formaciones de la sexualidad. Las trans-formaciones son primero inconscientes, aunque se presenten primero como demanda de cambio de identidad de sexo.                                

La inconmensurabilidad del Otro sexuado inaccesible en su goce, se presentifica a través de las fantasías de devoración, de robo, vaciamiento y fragmentación.

Hasta ahora hemos dado poca importancia teórica al reservorio erógeno no discriminado de los primeros meses de vida, al héteros inconsciente primario[3] o huellas de goces difuminados por la superficie corporal, las mucosas y los órganos, goces que quedan por fuera  de la organización denominada por Freud “genital infantil” aunque no sea genital. Esos goces polisexuales secundariamente y en parte se integran, en el segundo tiempo de la sexualidad descrito por Freud, a una organización o unificación del cuerpo sexuado.  Lo secundario consume parte de la energía libidinal de esa polisexualidad primaria al subsumirla a la genitalidad.

La desestimación de las impurezas de cada sexuación singular, se expresan en las exigencias de establecer un Uno del goce. La heteronorma se hizo cargo de posicionar un Uno respecto del cual el resto de la sexualidad humana se consideró desviada, débil, inadecuada.

Para salir de los atolladeros teóricos “considero lo polisexual como un territorio erógeno constituyente y no excluyente para todos los géneros: habita en todo ser hablante. Un recién nacido funciona a semejanza de un/a gender fluid, en el sentido de un cuerpo apto para una erogeneidad difuminada, desplazable, un queer en tránsito a su singular sexuación. Lo polisexual es universalmente anterior a las diferencias sexuales, anterior a la asunción simbólica de un goce y un objeto.” (Goldstein, M. 2023, p. 17).

Son las sexualidades LGBTQ+ las que recuperan ese reservorio de erotismo primario pues son las sexualidades flexibles las que dan luz a la polisexualidad perdida tras la represión secundaria y los diques pulsionales.

Luego varias faltas se complementan y superponen en la constitución sexuada: la pérdida de la connaturalidad del ser viviente, la pérdida de las envolturas prenatales con el nacimiento, la pérdida de La Cosa por el acceso al lenguaje, la pérdida del objeto de la satisfacción, la pérdida de la completud sexuada, la pérdida de la ilusión de acceso al goce del Otro Sexo y la pérdida fortuita de la polisexualidad en la heterosexualidad aunque posible de actualizarse en otras sexuaciones no ligadas a la heteronormatividad que solo remite al ordenamiento fálico secundario.

Como no se trata de creer ingenuamente en un mundo sin caos, sino que construimos el mundo real, simbólico e imaginario con lo inmundo, con lo que está en el mundo psíquico como aberrante, abyecto y extrañado, la tragedia humana se desencadena cuando se desconoce la estofa masculina-femenina-polisexual que nos conforma y nos trans-forma, uno por uno, en lo Otro al Otro Sexo.

La Trans-modernidad es un periodo de tiempo en el cual se ha hecho posible reconocer e inscribir a las trans-formaciones.

Última reflexión: algunos sectores conservadores ubican la proliferación de géneros como un instrumento político del empuje al hedonismo. A este respecto pienso que es todo lo contrario: discernir modos singulares de goce no empuja al hedonismo, sino a asumir como propia la sexuación y su acto sexual, lo cual muchas veces derriba la idea de un hedonismo sin angustia y sin padecer.

Referencias

[1] Goldstein, Mirta (1998), p. 189

[2] (Goldstein, M, (2023) Trans-formaciones. Polisexualidades en el malestar sexual actualLugar Editorial

[3] Goldstein, M. (2022, 2023) Trans-formaciones. Polisexualidades en el malestar sexual actual. Lugar editorial, Buenos Aires.

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Autora

Mirta Goldstein, APA

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ISSN: 2796-9576

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