La subjetividad en la era de la tecnología digital
Noviembre 2024 - ISSN 2796-9576
Nota Editorial

Editorial

Roxana Meygide Schargorodsky
Roxana Meygide Schargorodsky

Damos forma a nuestras herramientas, luego ellas nos dan forma a nosotros.

Marshall McLuhan

En éste nuevo numero de La Época seguimos indagando sobre uno de los fenomenos más gravitantes que ha irrumpido en la escena subjetiva: la incorporación de la tecnología digital y, particularmente, su logro tal vez más relevante: la Web. Un logro en el que confluyen múltiples avances tecnológicos y que parece no conocer fronteras para el despliegue de lo que ofrece. Está presente y activo en prácticamente todos los espacios que habitamos, trabajamos, amamos, estudiamos, conversamos, miramos, jugamos, apostamos, dudamos, etcs. La lista podría no terminar nunca.

Un paso insoslayable para comprender las coordenadas en las que se trama la subjetividad hoy es comprender qué es la web, entender las lógicas de su funcionamiento ya que éstas determinan lo que sucede -y por eso nos sucede- con lo que vemos en las pantallas: los fenómenos que se gestan, los afectos y afecciones que generan, los efectos que causan.

Las consecuencias de esto son muy complejas, afectan distintos planos de la vida, permiten, facilitan, ayudan. También y al mismo tiempo perturban.

La Web es un desarrollo tecnológico como muy pocos otros, quizás sólo equiparable a la escritura o a la imprenta, tecnologías que han sido herramientas decisivas para lo que determinó dos cambios de era: el comienzo de la historia con la escritura, y la salida del medioevo y la entrada en la modernidad con la imprenta. Estamos transitando un nuevo cambio de era.

Los cambios culturales que introdujo (y produjo) la  tecnología digital, han dado comienzo a la puesta en tensión de los paradigmas de tiempo y de espacio, natural y artificial, de sujeto y objeto. Paradigmas que han dominado el pensamiento en las ciencias humanas a lo largo de la modernidad y que fueron el horizonte epistemológico sobre el que se fundó la teoría psicoanalítica. Teoría que tuvo siempre, en el espíritu de su fundador y las generaciones que lo siguieron, la firme convicción de descifrar aquello que se presenta, con los ojos despejados de prejuicios. El desafio está planteado.

Un mar de datos

La Web se nos ofrece como un espacio de extensión y profundidad ilimitadas, capaz de contener todos los sitios y cuyo centro es ubicuo. Un universo en el que innumerables “mundos posibles” se tornan actuales con el suave desliz de nuestros dedos sobre la pantalla. Somos navegantes en un medio sin horizonte que nos devuelve la ilusión de que podemos decidir cuándo y dónde estar. Es una ilusión.

En la Web somos “objetivamente” datos asignables a un identificador IP[1], es decir cada acción que hagamos, será registrada y asignada al identificador IP de nuestro dispositivo, por ejemplo nuestro celular cuando esta encendido, estemos usándolo o no. Asi, ríos de datos nuestros, de nuestras esferas más intimas, orientan su cauce y se integran al mar de datos. Siempre. Lo hemos autorizado en innumerables términos y condiciones de las app’s[2], plataformas, sistemas operativos y etcs. Cuando nos deconectamos de la Web, no estamos fuera de la web.

En este universo en el que las brújulas no funcionan porque carece de polos, los objetos del mundo que podemos ver, con los que damos forma a nuestras realidades, ahora pueden carecer de materialidad fisica. Esto nos coloca de frente a tener que comprender cómo son las experiencias con objetos inmateriales capaces de conformar ambientes virtuales, en los que se desarrolla un parte significativa de los intercambios con otros.

Entonces, una primera pregunta es ¿Cómo pensar estos objetos, a la vez visibles e inmateriales a los que se les otorga, y por lo tanto poseen, existencia? Estas cualidades estaban reservadas exclusivamente a los pensamientos, las representaciones, a los sueños y ensoñaciones, a las alucinaciones, al arte. Y en estos casos los objetos son siempre producto de una elaboración psíquica, subjetiva. Para la filosofía, el vocablo 'existencia', en tanto que derivado del término latino exsistit, significa ‘lo que está ahí’, lo que ‘está afuera’, Ferrater Mora (1956, p. 608) apunta que “la existencia en este sentido es equiparable a la realidad”. ¿Acaso la realidad no es también y ante todo el producto de una elaboracion subjetiva?

Freud (1925) en su breve y notable artículo sobre “la negación” deja de lado las discusiones acerca de la correspondencia (o no) de nuestras representaciones con respecto a los objetos del mundo exterior, postula que el yo-placer original ignora la oposición entre lo objetivo y lo subjetivo. Lo bueno es introyectado, lo malo es expulsado. De esta forma antepone el juicio de atribución (bueno/malo) al juicio de existencia. Su propuesta es que originariamente la representación por sí misma misma acredita la realidad de lo representado, nos dice: “la oposición entre subjetivo y objetivo no se da desde el comienzo” (Freud:1925, p. 255). Si entendemos que la posibilidad de cobrar existencia emerge en un segundo tiempo a partir de las representaciones con las que configuramos la realidad ¿Como pensar las experiencias que tenemos con los objetos que cobran existencia a partir de las representaciones que conformamos con lo que nos llega desde las pantallas? ¿Las experiencias con estos objetos virtuales difieren de las que tenemos con los objetos materiales? Si es así, ¿en que difieren?

Además, no podemos perder de vista que lo que experimentamos con lo que aparece en nuestras pantallas -sea ello visual, auditivo o textual- no es sólo digital sino también “algorítmico”, determinado por un algoritmo que nos ofrece respuestas procesadas con la información a la que le permite acceder el “big data”[3] y, también, procesadas con el registro que tiene de que lo nos interesa ver, leer, escuchar, encontrar.

¿Cómo es posible esto? Si estamos conectados a la Web cada participación, búsqueda, reacción o comentario que hacemos, cada preferencia o rechazo que tenemos por algo; cada gesto que hacemos o comentario que decimos y es captado por la camara y/o el micrófono del celular o la PC, han sido registrados y refinadamente estudiados: incorporados y contrastados en bases estadisticas que parecen no conocer limites a su crecimiento exponencial, procesados y evaluados con tecnologías capaces de tratar toda esa informacion con tal refinamiento que elaboran “perfiles de comportamiento” ajustadísimos de cada usuario.  Es así que los multiples buscadores, sitios y app’s en los que navegamos nos ofrecen respuestas que concuerdan, algoritmo mediante, con nuestros intereses.

Mark Zuckerberg, fundador de Facebook, expresó con brutal sinceridad que “Saber que una ardilla se muere delante de tu casa en este momento puede ser más relevante para tus intereses que el hecho de que la gente se muera en África” (Kirkpatrick, 2011, p.296). El algoritmo busca siempre mostrarnos lo que es relevante a nuestros intereses. Eli Parisier (2011) ha llamado “filtro burbuja” a la forma en la que las plataformas en línea nos ofrecen “respuestas personalizadas”, y crean de esta forma una burbuja de información que coincide con nuestras preferencias y, por lo tanto, nos hace desconocer los contenidos que no coinciden ellas. Entonces, ¿La realidad puede quedar alineada con nuestro deseo?  ¿Podemos pensar que estimula una ilusión de completud, de certeza, de “un mundo a mi medida”? Si esto es así ¿Porqué pensarla como una ilusión?.

Además, habitamos simultáneamente los espacios on-line y off-line. Las experiencias en ambos medios son sincrónicas, y las enlazamos componiendo una realidad mixta[4], heterogénea. Entender la realidad como mixta, nos permite ir más allá de las clásicas dicotomías entre virtualidad y realidad física. También posibilta superar la concepción de los medios digitales como entornos disociables de las experiencias subjetivas en el mundo material. Hace ya más de una década, en  febrero de 2013, la Dirección General de Redes de Comunicación, Contenidos y Tecnología (DG Connect) de la Comisión Europea, convocó un grupo colegiado de investigadores de distintas disciplinas para analizar los cambios sociales resultantes de la dualidad sociedad-internet. Estos propusieron el concepto de Onlife para superar e integrar la dicotomia on-line y off-line, y designar el estado de interconexión continua entre lo que sucede y atraviesa a la persona simultáneamente en el espacio físico y en el espacio digital. Este concepto es luego tomado por Luciano Fioridi, profesor de filosofía y ética de la información en la  Universidad  de  Oxford, que junto a sus colaboradores elaboran en 2015 el Manifiesto Onlife (Floridi, 2015) . La propuesta inicial del Manifiesto Onlife es que la omnipresencia de las tecnologías de la información y la comunicación ha producido cuatro grandes transformaciones en la vida del ser humano: la pérdida de separación entre realidad y virtualidad; la pérdida de la separación entre humano, máquina y naturaleza; el paso de una escasez de información a una súper abundancia de la misma; y el cambio de la primacía  de entidades independientes y relaciones binarias a la preeminencia de interacciones y redes. El manifiesto argumenta que es preciso rediseñar el marco conceptual prevalente en la actualidad para poder comprender de mejor forma las transformaciones de la experiencia humana en una era de hiperconectividad. En esto estamos.

En The Game Alejandro Baricco (2018) propone pensar este fenómeno como un funcionamiento con dos corazones que laten sincrónicamente e interconectados, online y offline. Con esto nos dice que todo lo que sucede cuando estamos en la Web es también vital, hace a las condiciones en las que se desarrolla la vida.

¿Cómo funciona este segundo corazón? Con una suerte de sistema circulatorio, una red conformada por los lenguajes de programación, los algoritmos, los códigos…  Y la sustancia que circula por él, como sustancia vital, son los datos[5]. Datos que, como vimos, incluyen siempre -directa o indirectamente- la traducción a código binario de cada gesto nuestro que pueda ser registrado. Una enorme parte de esos registros suceden sin que tomemos conciencia de ello. Con todos ellos se construye y se almacena una suerte de memoria nuestra que no nos habita, que se reescribe en lenguajes de programacion y se procesa algorítmicamente.  Esto es sin duda ominoso. Y es también un límite. Un límite a nuestra libertad de poder decidir el contenido el y destino de nuestros registros, más exactamente, el contenido y el destino de lo que se ha registrado sobre nosotros.

Ahora bien, ¿Acaso el inconsciente no es la evidencia de una libertad imposible? ¿Acaso el inconsciente no es -en sus contenidos más determinantes- una especie de memoria propia inaccesible voluntariamente?

La web nos plantea problemas que se expresan en términos inéditos, que refieren a objetos que parecen producirse sui-generis, que son mutantes, inmateriales, dinámicos, ilimitados, ubicuos. Objetos tecnológicos que nos transforman, como lo han hecho siempre en la historia: extendiendo y modificando nuestras capacidades, y de esa forma reconfigurando nuestra relación con el ambiente, modificándolo y modificándonos, en una relación de causalidad recíproca. Por ello podemos decir que la Web ha dado una nueva forma a ese constructo profundamente subjetivo, y al mismo tiempo incontestablemente social que es la realidad.

La aparición de la tecnología digital ha signado un cambio de era al que Flavia Costa (2021) propone llamar tecnoceno[6], y que aún no logramos comprender claramente porque lo estamos transitando en el momento mismo en que esta aconteciendo y, ademas, porque la velocidad en la que cambia y se expande es exponencial.

Hoy nos toca comprender como se construye la subjetividad que pasa entre el 40% y el 60% del tiempo que dispone despierto navegando en este mar de datos que es la Web[7]. La pregunta es ¿cómo imprimen estos fenómenos sobre las categorias en las que se funda teoría y las práctica psicoanalítica?

Este descomunal adelanto tecnológico que se ha instalado en nuestra esfera personal, íntima, es un medio radicalmente diferente y nos reclama poner en tensión las categorías instituidas ¿Lo pensamos (sólo) como un otro objeto desjubjetivante que nos deja en posición de sujetos-sujetados? O, lo que entiendo es más fértil para nuestra teoría, nos animamos a pensar psicoanalíticamente las experiencias que ofrece y los efectos que éstas tienen en los sujetos. Muchas de esas experiencias pueden, sin dudas, provocar nuevos malestares, hacer variar las manifestaciones de los ya conocidos o funcionar como “quita penas”. Quizas lleguemos al punto de diferenciar presentaciones pre-digitales o post digitales de las dolencias psiquicas[8] . Seguramente podremos describir dolencias cuya comprension no pueda abordarse sin tener conocimiento de lo que la tecnología digital, en sus multiples ofertas, pone a disposicion con sólo un suave deslizamiento sobre brillante e iluminada superficie de la pantalla. Y, al mismo tiempo, esas mismas experiencias pueden, sin dudas, ampliar las fronteras del despliegue subjetivo.

El interrogante que nos guió cuando, con el equipo editorial, pensamos este numero de la época fue: ¿cuánto de estos fenómenos los psicoanalistas tenemos que comprender, para que la escucha pueda situarse en el punto que le permite a la verdad abrirse paso para que pueda ser oida?

"Pero allí donde está el peligro/ crece también lo que salva." Friedrich Hiilderlin, Patmos

Notas

[1] Una dirección IP es el número que identifica a cada dispositivo dentro de una red que utilice el Internet Protocol.

[2] En la última edición del estudio anual realizado por We Are Social, (una de las referencias imprescindibles a la hora de analizar el sector digital) los expertos predicen que en 2025 nos descargaremos 500 millones de aplicaciones diarias. Eso es el doble del frenesí de 2020 durante la pandemia. .

[3] La Unión Internacional de las Telecomunicaciones (UIT) define al big data como una práctica que permite la recopilación, el almacenamiento, la gestión, el análisis y la visualización, potencialmente en tiempo real, de amplios conjuntos de datos con características heterogéneas.

[4] cf. Meygide, R. (2023:48) y Alarcón Medina, R. (2018:235)

[5] En informática, un dato se refiere a una representación simbólica, ya sea numérica o alfabética, que tiene un valor listo para ser procesado por un ordenador y son la base para la creación de información procesable y útil. Los datos se almacenan en la memoria del computador en forma de bits, que son valores binarios

[6] El término tecnoceno, es una declinación o especificación de otro término, el de antropoceno, propuesto en el año 2000 para señalar la influencia del comportamiento humano sobre la tierra, que ha implicado transformaciones en el nivel geológico que han traspasado ya el umbral de irreversibilidad, el antropoceno constituye una capa extratigráfica del planeta cuyo inicio se sitúa en la era atómica.

[7]- Según "Digital 2023: Global Overview Report", publicado por DataReportal, el tiempo diario promedio que pasaron en internet los internautas de todo el mundo en el tercer trimestre de 2022 es de seis horas y 37 minutos. Los latinoamericanos, en particular, registran algunos de los tiempos de navegación más elevados de los 46 países analizados. Los internautas de Brasil, Argentina y Colombia destinan más de nueve horas diarias a navegar la web. El puesto más bajo del estudio lo ocupa Japón, con tres horas y 45 minutos de presencia online al día.

[8] Podemos citar algunos ejemplos como la nomofobia: miedo exagerado a estar ilocalizable por salir de casa sin celular o quedarse sin batería; el phubbing: aislarse y refugiarse en los dispositivos móviles estando con otros; el síndrome FOMO (Fear of Missing Out): ansiedad y el estrés causados por la necesidad de estar conectado y actualizado en las redes sociales; la cibercondría o hipocondría digital: la búsqueda constante y obsesiva de información relacionada con la salud en Internet motivada por la percepción de síntomas que cree padecer; el síndrome de la vibración fantasma o Vibranxiaety: cuando se está predispuesto a asociar cualquier sonido o estímulo percibido a una alerta emitida por el celular; entre otros.

Referencias

Alarcón Medina, Rafael (2018): “Ciborgología: cuerpo, imagen y mediaciones digitales” en Matus Ruiz et al: Cultura, diseño y tecnología. Ensayos de tecnoantropología. Tijuana, El Colegio de la Frontera Norte Ed.

Baricco, Alejandro (2019): The game. Barcelona Ed. Anagrama.

Costa, Flavia (2021): Tecnoceno. Algoritmos, biohackers y nuevas formas de vida. Buenos Aires, Taurus Ed.

Ferrater Mora, José (1956): Diccionario de filosofía. Buenos Aires, Sudamericana Ed.

Floridi, Luciano. Ed. (2015):  The Onlife Manifesto. Being Human in a Hyperconnected Era.  Springer Open, Cham (accesible en: https://link.springer.com/book/10.1007%2F978-3-319-04093-6)

Freud, S.  (1925) “La negación” en: OOCC Vol XIX. Buenos Aires, Amorrortu Ed.

Hiilderlin, Friedrich (2012): "Patmos" en Poemas, Barcelona, Lumen.

Kirkpatrick, David (2011): El efecto Facebook. La verdadera historia de la empresa que está conectando el mundo, Barcelona, Ed. Gestión 2000.

McLuhan, Marshall (1994/2009) Comprender los medios de comunicación. Las extensiones del ser humano, Barcelona, Ed. Paidós Ibérica.

Meygide, Roxana (2023): “Intimidad reconfigurada. La noción de intimidad en las Redes Sociales On-line” en Sahovaler, J. Ed.: Psicoanálisis. Entre lo analógico y lo virtual. Buenos Aires, APA ed.

Parisier, Eli (2011). El filtro burbuja: cómo la red decide lo que leemos y lo que pensamos, Barcelona, Ed. Taurus.

Autora:

Roxana Meygide Schargorodsky,  APA

Directora: Lic. Meygide de Schargorodsky, Roxana

Secretaria: Dra. Tripcevich Piovano, Gladis Mabel

Colaboradores: Lic. Felman, Fanny Beatriz, Dr. Corra, Gustavo Osvaldo

ISSN: 2796-9576

ISSN: 2796-9576

Los descriptores han sido adjudicados mediante el uso del Tesauro de Psicoanálisis  de la Asociación Psicoanalítica Argentina

Presidenta: Dra. Rosa Mirta Goldstein
Vice-Presidente: Lic. Azucena Tramontano
Secretario: Lic. Juan Pinetta
Secretaria Científico: Dr. Marcelo Toyos
Tesorera: Dra. Mirta Noemí Cohen
Vocales: Lic. Laura Escapa, Lic. Jorge Catelli, Lic. Silvia Chamorro, Mag. Perla Frenkel, Lic. Gabriela Hirschl, Lic. Silvia Koval, Lic. Liliana Pedrón