La cultura On-Life. Una clave para comprender la subjetividad de la época
Abril-Agosto - ISSN 2796-9576
Ensayos psicoanalíticos

El amor y la ley en tiempos de la tecnología: el espacio analítico virtual (1)

Christian Ariana Cea Hernández
Christian Ariana Cea Hernández
Introducción

En tiempos como el actual, la tecnología es una red que abarca cada rincón de la vida cotidiana. La comunicación con personas queridas, el estudio, el ejercicio de algunos trabajos, solo por mencionar algunos, son permitidos gracias a los avances que se han tenido en esta materia. Las ciencias que se adaptaron son las que han podido sobrevivir a estos cambios, y saben aprovechar las ventajas, considerando también las desventajas de usar estas herramientas en la cotidianeidad.
El psicoanálisis, al igual que otras ciencias, ha tenido que pasar por un periodo de evolución constante, a partir de los cambios que el mundo a su alrededor tiene. Está inmerso en una red interminable, donde todos los días alguna creación coloca una interrogante sobre lo humano y su lugar en el mundo actual. La inteligencia artificial, a lo largo de sus avances, ha logrado incluso abarcar aspectos como el arte, y ha dejado una evidencia tangible de que basta con el aprendizaje de algunas técnicas realizadas a lo largo del tiempo, para que se pueda “crear” algo. La gran diferencia entre lo que hace el artista y lo que hace la inteligencia artificial, es que el primero busca expresar algo de su propia humanidad, mientras que la inteligencia artificial se configura a partir de memorias casi fotográficas, sin necesidad de perseguir un objetivo tal como la expresión de algo más profundo.
¿Qué pasa con el psicoanálisis? Bien se sabe que el espacio analítico, para cada analizante y analizado, es único y no repetible (el espacio que un analizante encuentra con un psicoanalista es distinto al que puede encontrar con otro, así el ejercicio sea en la misma temática), y es justamente lo humano lo que se despliega. Tomando esto en cuenta, vale la pena dejar el espacio para que la tecnología haga parte del quehacer del analista, permitiendo algunos despliegues dentro de la virtualidad.
En este apartado, propongo dirigir la atención hacia las estructuras neuróticas: se da por sentado los procesos que conllevan a las mismas, y el trabajo del psicoanalista va en torno del amor y de la Ley. La relación edípica que puede haber con los progenitores, así como la propia interpretación a los conflictos diarios a partir de la relación que se tiene con el deseo, es la materia prima con la que se trabaja. Los sueños y todas aquellas manifestaciones inconscientes son analizables cuando se llevan al espacio de trabajo, y es tarea del analista escuchar e interpretar en el momento en que se considere preciso. Es en el espacio de análisis donde la relación del sujeto con el amor y la Ley se pueden estudiar como propios, y es gracias a ambos elementos que el trabajo del analista se puede llevar a cabo.
El punto para desarrollar en este texto es justo el trabajo del psicoanalista y sus despliegues en los casos de las estructuras neuróticas, y las modificaciones a considerar a partir del uso de las tecnologías actuales.

Aspectos metodológicos

A partir de la propia experiencia, se ha notado que el espacio psicoanalítico tiene cambios que fácilmente pueden pasar desapercibidos: El analizante en cuestión se “conecta a la llamada” a la hora acordada (no antes ni después), y no cuelga la llamada en que se lleva a cabo la sesión, así se esté enfrentando con cuestiones que no le resultan agradables o favorables. Tampoco envía un mensaje, pese a la facilidad e inmediatez que tiene el WhatsApp, en la temporada en que el analista se encuentra de vacaciones, solo por mencionar algunos ejemplos. Más allá de pensar en lo obvio, se intenta cuestionar la adaptación del psicoanálisis, en un espacio virtual desde un par de conceptos fundamentales en las estructuras neuróticas: el complejo de Edipo y la transferencia.
Para poder seguir esa línea, se desarrollarán varios aspectos: primero, las aplicaciones y otras herramientas que se usan para el trabajo a distancia, así como sus características que pueden o no facilitar las transgresiones al encuadre analítico. En segundo lugar, el complejo de Edipo desde la escuela freudiana y lacaniana, como parte de los ejes fundamentales para la constitución psíquica del sujeto, y la transferencia como parte del quehacer en la clínica psicoanalítica. Por último, se hará un cruce entre ambos aspectos ya analizados y su interacción en los espacios analíticos virtuales.

Fundamentos teóricos

Las tecnologías de información y comunicación
Las Tecnologías de Información y Comunicación (TIC) son aquellas que se emplean para la gestión y transformación de la información; se habla del uso de programas y computadoras que permiten la creación modificación, almacenaje, protección y recuperación de la información. Dentro de este mismo grupo, se encuentran tecnologías convencionales como la radio, la televisión, y el sistema telefónico, hasta las actuales que tienen como base el uso de Internet para su funcionamiento (Sanchez: 2008). La capacidad masiva de captación de la información y los usos antes mencionados de las tecnologías actuales conlleva una reconfiguración completa a nivel económico, político y social importante, de tal impacto que incluso la Organización de las Naciones Unidas (ONU) las ha mencionado como herramientas que ayudan a la disminución de brechas digitales existentes entre centros rurales y urbanos, con mejoras en la calidad de vida “de una manera universal”. Dentro de estas tecnologías, vale la pena mencionar la telecomunicación, donde la introducción de las técnicas digitales ha significado una mejora en las mismas, pasando por una posibilidad de la descomposición de los componentes de la comunicación (voz, música, datos, entre otros), en una señal digital y transmisible para que pueda ser captada y reproducida por un dispositivo electrónico. Gracias a ellas, es posible pensar en una gran red que engloba todos los servicios de comunicación, con grandes ventajas económicas mundiales (Ayala y Gonzalez, 2015).
Las características que suelen poseer las TIC, y solo por mencionar las más relevantes para este trabajo, se encuentran: la instantaneidad, los parámetros elevados de calidad en cuanto a sonido e imagen, la digitalización de sonidos, textos e imágenes entre otros datos, la innovación y la tendencia a la automatización (Orti, 2015). El uso de estas mismas tecnologías trae a su vez la creación de espacios distintos, denominados como “una realidad virtual”, definida como un medio que tiene como objetivo “alimentar” en quien la ocupa un sentido de pertenencia, y aceptarla como un sustituto de lo que se mira en la realidad tangible. Para ello, esta realidad virtual debe ser lo más cercana posible a la experiencia visual diaria, ofreciendo con ello una experiencia de inmediatez transparente, sin mediación, ya que se pretende que se pueda ignorar lo que se encuentra en medio: la interfaz y el dispositivo. Al hablar de la inmediatez, también se da un punto de partida ante las imágenes que resultan ser más impactantes y vívidas, por lo que las aplicaciones de teleconferencias en la actualidad pasan a ser mucho más efectivas que las llamadas telefónicas, y por ende más preferidas por los usuarios. Se debe poder producir, en medio de esta inmediatez, la sensación de naturalidad, en donde pueda haber una interacción cercana a la que se lleva en la vida real. El usuario entonces puede olvidar fácilmente que se encuentra en un medio digital, y se encuentra a sí mismo frente al contenido que es de su interés de manera (instantánea Bolter y Grusin, 2011)
La misma existencia puede encontrarse implicada en esta situación: encontrarse “en línea” implica que un nuevo espacio se consolida, y es lugar en que la interacción interpersonal “cara a cara” se ve sustituida. Estas interacciones tienen una realidad comparable a las que se llevan en el mundo real, aunque no haya tal cual una corporeidad, y al mismo tiempo, establece un momento histórico en que se debe luchar contra la sobreinformación permanente. Se tiende a multiplicar relaciones menos rígidas, más dinámicas, ya que puede haber un control mayor que cuando los encuentros frontales, y depende del grado de implicación que se quiera asumir. Las interacciones digitales llevan a una comunicación efímera, cambiante, y removible, muy distinta a la comunicación que se lleva en la realidad (Serrano y Puche, 2013). Hay una concepción diferente del espacio y del tiempo, y junto con la sensación de inmediatez, y la aceleración de procesos, es probable que sea uno de los cambios más significativos en la percepción del mundo, dificultando con ello incluso la toma de decisiones personales (Laborta, 2005). De hecho, se puede mencionar que la digitalización reduce la forma de advertir el tiempo y el espacio en sistema binario de 1 y 0, sin profundidad ni cuerpo, afectando de varias maneras la posibilidad de distinguir lo importante de lo que no lo es, o de lo que se encuentra fuera de lugar, es decir, se imposibilita la capacidad de reflexión ante eso que nos rodea (Llorca y Cano, 2015).
Una vez señalando los puntos anteriores, se da por sentado la importancia de crear espacios de discusión en que las relaciones interpersonales, e incluso la posibilidad de habitar un mundo con la posibilidad de cambiar de manera radical en cuestión de días, sea visto por distintos puntos de vista, ya no necesariamente como una realidad alterna de la que fácilmente se puede apartar, sino como algo que cada vez es más significativo para cada persona, y cuya historia se verá implicada (casi de manera forzada) a estos mismos cambios. Es entonces que el psicoanálisis tiene la posibilidad de abrir un campo de pensamiento, alrededor de los cambios en su propia teoría, con el fin de poder adaptarse a la subjetividad que le rodea en la actualidad.

De las estructuras neuróticas y sus orígenes: El complejo de Edipo desde Freud y Lacan
Data de 1897 cuando Freud considera por primera vez la tragedia griega de Edipo Rey como una influencia en la vida psíquica de sus pacientes, reflejada en los deseos incestuosos y hostiles dirigidos hacia los padres, sin hacer una diferencia entre los niños y las niñas, lo que provoca también una ruptura con la teoría de que las neurosis eran originadas por eventos traumáticos en su totalidad. En 1908 por primera vez es abordado como el “complejo de Edipo”, y un par de años más tarde (1910), lo señala como un complejo nuclear de todas las neurosis, refiriendo:
El hijo, ya de pequeño, empieza a desarrollar una particular ternura por la madre, a quien considera como su bien propio y a sentir al padre como un rival que le disputa esa posesión exclusiva; y de igual modo, la hija pequeña ve en la madre a una persona que le estorba su vínculo de ternura con el padre y ocupa un lugar que ella muy bien podría llenar (Freud, 1910:154)
Antes de que este complejo se presente dentro de la clínica tal y como Freud lo encuentra, se debe enmarcar el periodo pre edípico, caracterizado por una relación intensa y original con la madre, mientras pasa por las fases oral, anal y fálica. En la última mencionada, se unifican las pulsiones parciales gracias a la importancia que adquieren los órganos genitales. En este momento, tanto los niños como las niñas sólo reconocen el órgano sexual masculino, y las niñas toman en cuenta el clítoris como su zona principal erógena. Antes de que el complejo de Edipo se presente, los niños y las niñas muestran relaciones amorosas sin rivalidad con los padres, y una vez que se instaura, desean ocupar el lugar del padre como el objeto de amor de la madre, o reemplazar a la madre como el objeto de deseo del padre, revelando la bisexualidad innata. Justo en el momento en que ocurren los deseos incestuosos y la rivalidad con alguno de los progenitores, interviene la angustia de la castración, como la respuesta a estas fantasías infantiles, y proviene del efecto entre la conciencia de la falta de pene en las niñas, junto con las amenazas imaginarias o reales secundarias a la masturbación. La consecuencia más importante de esta situación es el abandono de la madre como objeto de amor, y en el caso de las niñas, su posterior reemplazo por el padre, ya que la madre no puede darles un pene, el falo. Se vuelven hacia el padre, esperando poder tener un pene, o un equivalente simbólico: el hijo. Para Freud, la elección del objeto sexual, así como la entrada a la genitalidad en la adolescencia depende de la “superación satisfactoria” de este complejo, ya que ninguna de estas dos cuestiones está determinada por la biología (Hartke, 2016). Freud también refiere que uno de los efectos de todo este complejo es la introyección, en el yo, de la autoridad de los padres, formando el núcleo del superyó: toma del padre la severidad, y prohíbe de manera perpetua el incesto, asegurando al yo contra el retorno de esta investidura libidinosa del objeto. Con ello, se da entrada al periodo de latencia (Freud, 1924). La neurosis contiene el complejo de Edipo como nuclear dentro de su desarrollo: surge como un conflicto interno, en que hay una imposibilidad de controlar ciertas pulsiones, por lo que es reprimida en el inconsciente, aunque esta siempre busque su satisfacción, lo que dará lugar a los síntomas psíquicos. En la neurosis histérica, la pulsión inviste una parte del cuerpo, mientras que, en la obsesiva, aparecen pensamientos recurrentes que no se reconocen como propios, sin que esto necesariamente los detenga (Collazos y Martínez, 2018).
El atravesar por el complejo de Edipo supone una serie de situaciones para asumir una posición sexuada: elecciones de objetos, identificaciones, y el complejo de castración. Desde la teoría de Lacan, se entiende el complejo de Edipo como un evento dentro de lo simbólico, ya que ocurre en el lenguaje, y permite la introducción de la cadena de significantes, por lo que es un evento cultural. El elemento central es el deseo de la madre (falo), derivado de la ausencia de pene o lo que simboliza el sinsentido del deseo. El niño pasa a ser el objeto del deseo del Otro, aunque solo de manera ilusoria, porque no es posible ser satisfecho en su totalidad (Lacan, 1957).
El Edipo se trata de una estructura, que lleva al sujeto a asumir su propia falta, y producir su propio límite. Reconocer el propio deseo, y separarse de la madre, es lo que conlleva el asumirse como sujeto (Lacan, 1957). Quizás lo más importante a tomar en cuenta del planteamiento lacaniano, es hacer una diferencia entre las funciones de la madre (a título del deseo) y el padre (como significante del Nombre del Padre), y no tanto a las personas que se encuentran presentes. El resultado es el acceso al orden de lo simbólico, como una sustitución del deseo materno por el Nombre del Padre (Ara, 2010)

El trabajo analítico con las estructuras neuróticas - La transferencia

Denominada en primera instancia como el amor de transferencia por Freud, era mencionada como una condicionante para sostener el trabajo analítico con los pacientes. El enamoramiento del analizante depende de la situación psicoanalítica y no de la persona del analista, y es claro que el analista no debe responder ante éste (Freud, 1915). El paciente deposita en el analista representaciones desagradables pasadas, que surgen a partir de este falso enlace transferencial. Motor y cura para la clínica psicoanalítica, el analizante la usa para que todo el material que resulta indeseado se mantenga en un resguardo secreto (Freud, 1916). Cuando el analista es capaz de atravesar la resistencia del analizante, mediante la interpretación, es capaz de encontrar el significado de la transferencia. Igualmente, aquello que no se puede recordar, se repite en la transferencia dado que no se hace consciente, y gracias a la misma transferencia, es que puede comenzar a recordar (Freud, 1914). Para Lacan la transferencia tiene un estatuto imaginario, el cual tiene su fundamento en el estadio del espejo. El yo del niño se configura en un plano especular con su madre, a través de las imágenes que le son devueltas a partir de ella. El yo se construye a partir de un otro. Para que este yo conformado devenga sujeto, se requiere de un tercero que irrumpa la escena, tratándose de quien ejerza la función del padre. Ahí es donde surge un sujeto de deseo y de la cultura (Lacan, 1949).
Para Lacan la transferencia se refiere a una relación dialéctica: el analizante trae consigo una tesis que es confrontada por el analista, para confrontarlo con la verdad de su deseo que se oculta en el sufrimiento, a través de las palabras. La contratransferencia, por su contraparte, se refiere al conjunto de pasiones perplejidades, prejuicios del analista. El analista debe evitar actuar la contratransferencia, y también debe ser consciente de la poca importancia de la interpretación transferencial, ya que, de no hacerlo, el análisis se vuelve una relación especular, por ende, imaginaria (Lacan, 1951).
El analista es resguardo del objeto de deseo ante los ojos del analizante. En un espacio de análisis, no se busca satisfacer la demanda del analizante, sino abrir el espacio para su deseo. El analizante, en la transferencia, sitúa en el analista como el objeto que causa su deseo, sabiendo de antemano que no lo es, pues este objeto se ha perdido para siempre. Lo fundamental no es la persona del analista, sino la función que opera en el espacio analítico, que apunta a que el analizante pueda encontrar la falta en su ser, por ende, con su deseo (Lacan, 1960/61). Desde que el analista introduce en el campo analítico la regla fundamental de la asociación libre, el analizante le confiere un saber sobre su sufrimiento, colocando al analista en el lugar de otro simbólico (Sujeto Supuesto Saber), ya que tiene la respuesta del misterio de la causa de su deseo. El fin del análisis se apuntala al hecho de que el analizante caiga en la cuenta de que nunca hubo un sujeto supuesto saber, y que es el analizante quien tiene el saber sobre su propio deseo (Lacan, 1987).
La forma específica en que el analizado coloca al analista, da lugar a lo que Freud denominó neurosis de transferencia, siendo una sustitución de la neurosis encontrada de manera original en el paciente, y en la que da lugar a otros procesos que pueden resolver los conflictos inconscientes. El campo analítico es un campo transferencial y contratransferencial, que se basa en identificaciones proyectivas recíprocas y cruzadas del analista y del analizado, siendo con ello el sostén de todo el trabajo que se puede encontrar en el consultorio (Baranger y Baranger, 2002)
Como un último punto, vale la pena tomar en cuenta la noción de la “estructura encuadrante” de André Green, como una función constituyente del encuentro y del proceso psicoanalítico: El encuadre como tal es la institución y la puesta en escena del proceso como tal, y de su matriz intersubjetiva simbolizante, como un tercer tiempo en que la separación entre el espacio psíquico del analizante y del analista se puede llevar a cabo, y es producido por la comunicación de cada pareja analítica singular. Por otro lado, éste encuentra un soporte en el encuadre interiorizado del propio analista, encontrado en su espacio análisis. Gracias a la formación analítica, es que deriva la matriz simbólica en la que se trabaja. El trabajo psíquico personal del analista articula dimensiones y operaciones distintas y su funcionamiento depende de procesos terciarios transicionales sobre los cuales se funda la creatividad, el pensamiento y la catexia del analista (Urribarri, 2001). La transferencia, en primera instancia, se basa en lo que originalmente los progenitores desempeñaron como función: cuando la madre sostiene al bebé, en el estadio del espejo, constituye una especie de estructura de sostén, y que en el momento en que se encuentra ausente, contiene la sensación de haber perdido el objeto, materno, creando con ello una alucinación negativa del mismo. Lo denominado como ”estructura encuadrante” es el resultado de la internalización de este entorno materno primordial, y las representaciones de objeto se inscriben en el fondo de la negatividad, creando un espacio potencial para la investidura y representación de nuevos objetos, y donde la simbolización y las actividades del pensamiento se pueden llevar a cabo (Jozef, 2016).

¿Modificaciones al dispositivo analítico?

Luego de que la realidad presentara una sacudida posterior a la pandemia de COVID 19, que hasta hace poco dejó de ser una emergencia sanitaria mundial, las TIC se volvieron fundamentales para el desempeñar las tareas cotidianas. El psicoanálisis no es la excepción: el analista también ha tenido que introducirse en una era digital, y lo logra a través de tareas sencillas, como colocar una fotografía en Whatsapp, sin que ello influya en la posición neutral que mantiene para los analizantes que acompaña.
Es importante mencionar que se da por sentado que ni la tecnología ni ninguna de sus variantes puede sustituir la función del analista. Sin embargo, es responsabilidad del propio psicoanálisis dar cuenta de cómo es afectado a partir de lo que ocurre en el resto del mundo, pues la posición humana se somete a cambios constantes en un mundo atravesado por diversos eventos sociales ocurriendo: la inteligencia artificial y su desarrollo, las guerras que estallan en otros lados lejanos del mismo planeta, las crisis económicas y sociales que constantemente se renuevan, solo por mencionar algunos, en los que el psicoanálisis tiene la tarea de examinar de manera detallada, cada uno de los componentes por separado, siempre con la paciencia y el tiempo que le corresponde a cada uno.
¿Cómo es que el psicoanálisis se puede asegurar de contar con aquellas cosas que son fundamentales, en una era en que los avances están destinados a la inmediatez, y a una implicación personal menor ante lo que rodea a la humanidad? El recorrido que el analizante tendría que hacer al diván parece sustituirse por dar click a un vínculo que lleve a una videollamada, y la imposibilidad latente de una desconexión del mundo, de un espacio para estar “a solas”, son solo algunas de las dificultades que se deben tomar en cuenta para responder la pregunta. Parece que la respuesta la encontramos en los conceptos fundamentales: el Edipo, y la transferencia.
Tomando como punto de partida que este estudio solo se centra en las estructuras neuróticas, es necesario mencionar que dependen de la relación que el sujeto tiene con su propio deseo, y esta misma relación se establece a partir del paso por el Edipo y sus componentes: es gracias al amor encontrado en la función materna, y la ley que reposa en la función paterna, que un sujeto se constituye. Si bien en la era actual es posible encontrar familias y sociedades donde las funciones edípicas no necesariamente reposan en una persona con un sexo biológico determinado, se puede pensar que las mismas tecnologías permiten que varias figuras que se encuentran al alcance las representen: los maestros, cuentacuentos, y otros personajes que apoyan a la función materna, en una especie de “libidinización tecnológica” a partir de los cuidados que se pueden dar a la distancia; y el trabajo remoto, jefes, e incluso otros adultos como una forma actualizada en que la función paterna se encuentra. Como todo lo que ocurre en la virtualidad, se propone esta línea de pensamiento como paralela a la realidad.
Por otro lado, pensar en las infancias y adolescencias que tienen un desarrollo envuelto en estas redes, enmarca necesariamente las “buenas costumbres de comportamiento” al momento de interactuar en las redes: no contestar en mayúsculas solamente, mantener una forma de escritura que sea clara sin usar símbolos, e incluso la introducción del emoji y sus múltiples significados, como algunos de ellos, siendo el rastro de la Ley en la cultura digital. Pensar en estas cuestiones también es tomar en consideración a los cambios que puede tener el dispositivo analítico.
Se puede pensar que un proceso de psicoanálisis que se lleva dentro de la virtualidad se mantiene a flote gracias a estas situaciones: el paciente es capaz de comenzar a confiar en el dispositivo para hablar de “todo aquello que le venga a la mente” tal y como se establece en la regla fundamental, gracias a los procesos de libidinización digitales de los que anteriormente se habla, e incluso es capaz de buscar al analista que, de acuerdo a su orientación y preparación, se acomode inconscientemente en ese Sujeto Supuesto Saber que sostendrá el análisis, y se mantiene las reglas que el medio digital establece y con las que ha vivido: se conecta a la hora por la aplicación acordada, hace llegar los honorarios a través de transferencias, e incluso el “diván virtual”, permite una experiencia parecida a la que se tiene en el consultorio. Aquello que constituye un encuadre en la realidad tangible, también se puede ver atravesado por la tecnología, quizás con una laxitud mayor que en el espacio presencial.
La tarea del analista parece no cambiar: escuchar, sostener, acompañar, y a través de su deseo, permitir que el deseo del analizante se despliegue, a partir de una transferencia que se encuentra atravesada por la virtualidad, pero que aún con esas dificultades, le es posible emerger. El espacio de análisis en el consultorio virtual parece tener las particularidades propias que un consultorio presencial, y el analista puede mirarse como una constante, en medio de una realidad cambiante. El analista modifica su escucha, quizás al preguntar sobre la importancia personal de los “likes” o de los “match” que existen en las redes sociales, y probablemente también algunos señalamientos irán en torno a la diferenciación entre la virtualidad y la realidad. En medio de una revolución tecnológica que busca indiferenciar ambos espacios y priorizar la tecnología, el psicoanálisis sigue apostando por la humanidad.

Preguntas abiertas y conclusiones

La primera conclusión a la que se puede llegar, es que las TIC solo son un medio que permite que en la actualidad se desplieguen las “transferencias virtuales”, sin que ello sea un sustituto del proceso de análisis. Si bien llegan a cambiar la percepción de la realidad, y llegan a generar grandes estragos en las sociedades actuales, es tarea del psicoanálisis poderse adaptar a estos cambios, para sobrevivir. Esto incluye el generar nuevas teorías sobre los procesos inconscientes que se mantienen vigentes, y que también se transforman a la par del mundo.
La transferencia sigue siendo particular en cada uno de estos espacios, ya que depende más de la relación interpersonal de quienes se encuentran en ello, y no tanto de la tecnología que se use. Sigue siendo un lugar de espera y de paciencia, en medio de una inmediatez. Cada analista, inmerso en el espacio digital, es capaz de desplegar su propia personalidad, por medio de las imágenes de perfil, las tecnologías que decide emplear, y la escucha que cada uno va teniendo; y mantiene la abstinencia y la neutralidad que lo caracteriza. La figura del analista sigue teniendo ese lugar propio para cada analizante, y la transferencia pasa por dificultades muy parecidas a las que pasa en los procesos presenciales, y por otras que también se pueden sumar: las fallas que la tecnología per se puede tener (una aplicación que requiere actualizarse, las fallas locales del internet o de la energía eléctrica, entre otros), junto con la facilidad que el analizante también tiene de acercase al analista en medio de las ausencias.
Será objeto de otro estudio pensar sobre estas situaciones particulares, y también saber cómo el psicoanálisis puede sobreponerse a ellas, si es que es una respuesta que se puede intentar estandarizar como parte de la técnica.
Vale la pena establecer un punto: los procesos analíticos presenciales siguen siendo vigentes, y tienen la gran ventaja de que todo el aprendizaje y la práctica desempeñada hasta hace unos años se realizaba exclusivamente de esta manera, y no es probable que desaparezcan, porque el encuentro de dos sujetos en este espacio sigue siendo primordial para algunas estructuras, por lo que la elección de la presencialidad ante lo virtual también es algo que se puede analizar en cada caso. Este texto también es una invitación a los analistas a reinventar su propia práctica, basado en las invenciones que el mundo en que vivimos tiene por fuera, pero que nos interpelan en lugares de los que poco se conocen.
¿Es posible pensar también en una transformación del deseo, de los analizantes y de los analistas, que se encuentran en espacios virtuales? ¿el deseo del analista requiere de otras características para llevar a cabo el trabajo analítico, que hasta ahora se han mantenido inconscientes? ¿se puede pensar en una permuta en la corporaleidad real con la virtual? ¿el cuerpo virtual cuenta con límites, tal y como el cuerpo de la realidad los tiene, o cómo se constituye este nuevo agente? Son solo algunas preguntas que dejo abierta, intentando que con las respuestas (universales o no) se pueda seguir actualizando el quehacer diario.

Notas

1. Artículo publicado en la Revista Letra en Psicoanálisis, Mexico (LeP) / Vol.9, No2, julio-diciembre 2023.

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Autora:

Christian Ariana Cea Hernández, Colegio Internacional de Educación Superior, CiES (México).

Directora: Lic. Meygide de Schargorodsky, Roxana
Secretaria: Dra. Tripcevich Piovano, Gladis Mabel
Colaboradores: Lic. Felman, Fanny Beatriz, Dr. Corra, Gustavo Osvaldo

ISSN: 2796-9576

ISSN: 2796-9576

Los descriptores han sido adjudicados mediante el uso del Tesauro de Psicoanálisis  de la Asociación Psicoanalítica Argentina

Presidenta: Dra. Rosa Mirta Goldstein
Vice-Presidente: Lic. Azucena Tramontano
Secretario: Lic. Juan Pinetta
Secretaria Científico: Dr. Marcelo Toyos
Tesorera: Dra. Mirta Noemí Cohen
Vocales: Lic. Laura Escapa, Lic. Jorge Catelli, Lic. Silvia Chamorro, Mag. Perla Frenkel, Lic. Gabriela Hirschl, Lic. Silvia Koval, Lic. Liliana Pedrón