La cultura On-Life. Una clave para comprender la subjetividad de la época
Abril-Agosto - ISSN 2796-9576
Intersecciones

Intersecciones con Ciencias Sociales - El tren fantasma: Aproximaciones desde la lingüística y la inteligencia artificial a lo incalculable del sujeto

Carlos Carpintero
Carlos Carpintero

Entonces te daré, morena mía
besos que tendrán frío de luna
y te acariciaré como se arrastran
en torno de una fosa las serpientes.
Otros querrán vencer por la ternura.
Yo no. Sobre tu juventud y tu vida
me propongo reinar por el terror.

“El Aparecido”, Las Flores del Mal
(Ch. Baudelaire, 1857)

La ilusión del reencuentro, de la posible conciliación de los fragmentos del sujeto contemporáneo ha sufrido una nueva herida. Una puñalada por la espalda. Pensamos que las máquinas inteligentes, la programación encriptada en caracteres verdes y luminosos cayendo por las pantallas, las películas ochentosas de ciencia ficción, sus cyborgs sicarios y el código despiadado, frío e inhumano iban a ahogarnos como el mar al náufrago. Que esos volúmenes oceánicos de datos terminarían por imponer la dictadura de la técnica, el algoritmo inmovilizante y su lógica desalmada. Pero el puntazo vino por otro lado1. La IA generativa puede simular con buena performance la actividad creativa, expresiva y poética. Puede hacer simulacros auráticos (siguiendo el concepto de W. Benjamin) con imágenes que emocionan, que conmueven hasta la fibra más íntima. En ocasiones no son más que muñecos de cera con pulso, pero esto sólo es así para el ojo del experto, del cocinero de imágenes. Para una parte de la sociedad los actuales “restaurants visuales” de la IA generativa tienen estrellas Michelin. Consuman la fantasía de autoproducir imágenes hasta el empacho, como un atracón en un tenedor libre de ilustraciones digitales. Debemos advertir que esta feria recreativa de la IA esconde algunos fenómenos espectrales sobre los que conviene estar atentos y proyectar una mirada crítica.
El algoritmo de la IA es relativamente torpe para realizar operaciones matemáticas, pero puede transformar en instantes la muerte de Mimí en brazos de Rodolfo (el final de “La Bohème” de G. Puccini, 1909) en una serie ilustrada de 14 haikus, en un fresco al estilo de los que Giotto realizó en la capilla de los Scrovegni en Padua o en la tapa de un vinilo de jazz ilustrado por Jim Flora. Podemos pedirle también, con un adecuado diseño del prompt2, que genere a partir de La Bohème una interpretación de Glenn Gould al piano, arreglos a cargo de Cole Porter e intervenciones vocales de Rafaela Carrá, Dillom y L-Gante.
Por primera vez en la historia de la humanidad no solo tenemos una negociación entre el inconsciente y la cultura, sino que hay algo más. Algo innominable, que simula la producción de discurso con pavorosa eficacia. Algo que no es un otro del otro, porque no hay (literalmente) nadie ahí en las producciones de la Inteligencia Artificial, más que una reproducción viral de fragmentos simbólicos. Si el ser ha sido siempre mutable, fluido, cambiante, con la actual pandemia generativa de la IA estamos ante una nueva patología a nivel planetario: la peste del significante vacío.
Esquirlas de signos que colisionan en las redes sociales, pero que no nos devuelven como hasta hoy una palabra ajena, sino la voz de un “algo” que teatraliza un otro inexistente. Como en Canción de Navidad de Ch. Dickens, aquí está el primer espectro: hablamos abierta e íntimamente con la IA generativa, aunque sabemos que no hay nadie ahí. Hay quienes toman a la IA como a un amigo de confianza, como a su coach ontológico, pero también como a un sacerdote para la reconciliación, como a un consejero para las finanzas, como gurú espiritual, como psicoterapeuta o como a un ángel para su soledad. Sumo un track audiovisual a estas palabras para tener otra referencia y restarles dramatismo. Consulte el videoclip Sweet emotions de Aerosmith (1991) y eleve la historia que allí se relata a un rango épico. Esa es la promesa de la IA generativa.
Al nuevo fenómeno de interrelación inconsciente - cultura - inteligencia artificial voy a denominarlo con voluntad didáctica no exenta de insolencia “el tren fantasma”. ¿Por qué le doy participación aquí a ese artificio de matriz lacaniana denominado “fantasma”? Solo porque me resulta productivo para dar cuenta de un fenómeno contemporáneo. Tomemos aquí el concepto de fantasma sin excesivas pretensiones intelectuales, con espíritu lúdico. Como si estuviésemos en un paseo en el Italpark.
Para el evangelio lacaniano, en el principio fue la falta. Luego descendió sobre nosotros el paráclito3 del deseo, ese espíritu salvador llamado fantasma, el defensor, el consolador que procura conjurar lo que no está. Ante la imposibilidad del fantasma de poder tapar lo que falta, tenemos un nuevo obturador, el síntoma. Esa es la dinámica del fantasma: una posición del sujeto respecto del deseo4. Hay analistas que trabajan sobre el fantasma para producir un efecto sobre el síntoma, pero en esta operación propongo un nuevo factor, los generadores de imágenes y textos por inteligencia artificial, que reconfiguran la dinámica. Porque son verdaderas usinas productoras de significantes no vinculados convencional y necesariamente5 a significados.
El “tren fantasma” se inscribe en la lógica del significante. Como todo sujeto está atravesado por una red de significantes que lo determinan, no le es posible instaurarse como dueño, como autor exclusivo de su propio discurso. Sobre las producciones generadas por IA ocurre un fenómeno similar: no es posible reclamar autoría ni derechos sobre ellas. Aquí tenemos el enganche que acopla los vagones del tren inconsciente - cultura - inteligencia artificial. Del mismo modo que sucede con el inconsciente en tanto proceso primario, la ausencia de regulaciones firmes sobre las fuentes de las que la IA toma la materia prima para sus procesos y las operaciones que ejecuta con ellas carece de moral, de principio de contradicción y de temporalidad. Por ello no es extraño que las imágenes generadas por IA muchas veces tengan una impronta surrealista. En su entrenamiento, los robots generativos de la IA hacen con las imágenes disponibles en sus dominios una tarea similar a la que S. Freud denominó “el trabajo del sueño” en su Psicopatología de la Vida Cotidiana (1901).
El concepto de “fantasma" se ha hecho presente numerosas veces en el vínculo entre la tecnología y las definiciones del ser. Recordemos al “Fantasma en la Máquina” de A. Koestler, quién acuñó el concepto para criticar la filosofía cartesiana. Retomado por el ícono del animé que más tarde serviría de base para el guión de la trilogía The Matrix (Wachowski & Wachowski, 1999), la película animada de Mamoru Oshii “Ghost in the Shell” (1995), donde se relatan algunas de las implicancias filosóficas presentes en las obras anteriormente mencionadas, como la noción del surgimiento de una autoconciencia separada de procesos biológicos, vehiculizada por procesos evolutivos aleatorios en soportes tecnológicos.
El “tren fantasma” propone por un instante que se sabe efímero e inasible (pero a la vez impresionante) un espectáculo imaginario que resulta provisoriamente organizador del deseo del sujeto, velando el “objeto a” (cf. El Espejo de la Angustia, La Época N⁰36) a través de un malabar visual. Se trata de la producción de un mal simulador, un ilusionista amateur pero que aprende muy rápido y se alimenta de la falta del sujeto. Un fantasma tecnológico que ofrece un relato a través de un andamiaje simbólico destinado a sostener con precariedad y por un instante la realidad psíquica. Pero como sucedía en el tren fantasma del parque de diversiones, el viaje siempre termina demasiado pronto y en su lugar solo queda la angustia como efecto residual. Que promete vanamente curarse con el próximo viaje.
Esta travesía espectral por ahora termina aquí, pero antes del fin quisiera compartir una clave fundamental en la interpretación de las IAs en relación a lo incalculable del sujeto. Más allá de su potencial generativo, es evidente la imposibilidad de los algoritmos de “habitar” el lenguaje (invocando nuevamente a È. Benveniste). La IA puede ser muy buena procesando datos en grandes volúmenes, pero la falta y el deseo escapan a toda posibilidad de cálculo predictivo. Cabe recordar que más allá de la emoción del instante en el parque de diversiones, el tren fantasma no conducía a ningún sitio más que al mismo punto desde el que se partió. Es decir, a la sentencia de una repetición infinita. Si no promovemos una perspectiva crítica y reflexiva sobre la Inteligencia Artificial generativa, que supere tanto la condena reaccionaria como la celebración ingenua, corremos el riesgo de que “El Aparecido” del poema de Baudelaire finalmente se encarne. Los espectros no se desvanecen al taparnos los ojos.

Notas

1. Algunos aspectos tecnológicos y éticos vinculados a la IA han sido parcialmente elaborados por el autor en el seminario “Inteligencia artificial en las prácticas docentes”, a cargo de Clara Ingrassia, Universidad Nacional de Lanús en junio de 2025. La idea de la producción artística sorpresiva de la IA fue mencionada por Santiago Bilinkis y la necesidad de una mirada crítica sobre las nuevas tecnologías pertenece a una perspectiva anticipatoria de Edith Litwin, en una entrevista ofrecida en 2009.
2. Se denomina “prompt” a la orden textual que se le da a un programa de inteligencia artificial generativa para que produzca una obra (imagen, texto, audio, etc). Para un breve panorama y glosario de los conceptos generales que definen a la IA se puede consultar el artículo “El espejo de la angustia” (Carpintero, 2024), disponible en “La Época, APA Online” Nº36: la subjetividad en la era de la imagen.
3. El “paráclito” es como se denomina en el Nuevo Testamento al Espíritu Santo, que descendió sobre los apóstoles para consolarlos, defenderlos e inspirarlos luego de la Ascensión de Jesús a los cielos. El Espíritu, de acuerdo con las Escrituras, permitió hablar a los apóstoles en lenguas que desconocían y les dio el don de la elocuencia.
4. La definición del concepto de fantasma en J. Lacan aquí presentada fue desarrollada por V. Bodrero en su seminario “Síntoma y fantasma en la experiencia analítica” (2025).
5. Un vínculo significante - significado “necesario” como hubiese querido Èmile Benveniste en su célebre esfuerzo por permanecer leal a Ferdinand de Saussure, pero trabajando en una lingüística del habla.

Bibliografía

Baudelaire, C. (1857/2010). Las flores del mal. Madrid. Cátedra
Benjamin, W. (1989). La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica. En Discursos interrumpidos I. Buenos Aires. Taurus.
Litwin, E. (2005). Tecnologías educativas en tiempos de Internet. Buenos Aires. Paidós.
Freud, S. (2001). El malestar en la cultura. Buenos Aires. Amorrortu.
Dickens, C. (1843/2004). Canción de Navidad. Madrid. Ediciones Akal.
Biblia Latinoamericana. (1998). Buenos Aires. Verbo Divino.
Lacan, J. (2014). El seminario, libro 6: El deseo y su interpretación. Buenos Aires. Paidós.
Lacan, J. (2008). El seminario, libro 10: La angustia. Buenos Aires. Paidós.
Koestler, A. (2007). El fantasma en la máquina. Barcelona. Ediciones B.
Benveniste, É. (2006). Problemas de lingüística general (Vol. I). México. Siglo XXI.

Autor:

Carlos Carpintero, Profesor FADU-UBA, UNLa y UCES.

Directora: Lic. Meygide de Schargorodsky, Roxana
Secretaria: Dra. Tripcevich Piovano, Gladis Mabel
Colaboradores: Lic. Felman, Fanny Beatriz, Dr. Corra, Gustavo Osvaldo

ISSN: 2796-9576

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Los descriptores han sido adjudicados mediante el uso del Tesauro de Psicoanálisis  de la Asociación Psicoanalítica Argentina

Presidenta: Dra. Rosa Mirta Goldstein
Vice-Presidente: Lic. Azucena Tramontano
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