La cultura On-Life. Una clave para comprender la subjetividad de la época
Abril-Agosto - ISSN 2796-9576
Textos breves

La IA y las aplicaciones de citas

Gladis Mabel Tripcevich Piovano
Gladis Mabel Tripcevich Piovano

La utilización de la Inteligencia Artificial (IA) se está extendiendo a pasos agigantados en todas las áreas de nuestra vida y a pesar de su eficacia en algunas, facilita en sus extensiones ilícitas, tendencias humanas que existieron siempre.
El problema reside no en la IA misma, sino en las capacidades que se le adjudican al percibir que el bot puede resolver a veces complicadas demandas, pues imita ciertas funciones cerebrales aisladas (a través de algoritmos) generando la ilusión de estar con un humano, como si sólo en eso consistiese el psiquismo humano. Se sirve de autómatas pseudo cognitivos, reproduciendo formas similares al pensar humano, pero no más (ni menos) que eso. La IA buscará la incorporación de información o datos elementos intelectuales, conceptos teóricos, técnicos, en una máquina que carece de empatía, afectos, porque sigue siendo una máquina que no puede reemplazar a un humano en salud mental o en las relaciones amorosas, aunque los intereses económicos la puedan vender como tal. Y las pretensiones del homo sapiens acerca de su eficacia en tales cuestiones, hablan más de las carencias e idealizaciones de los usuarios no tan sapiens que de la IA propiamente dicha.
Pero un día comenzaron a aparecer dudas en los usuarios más sapiens de las conocidas aplicaciones de citas, que tal vez por la expectativa amorosa advirtieron ciertos de signos que los pusieron en estado de alerta y confusión. Así señalan que por ejemplo, luego de contactar, tienen la sensación haber estado intercambiando con un bot. Y no sorprende en estos casos entonces, este nivel de percepción, ya que se trata (quizás en su mayoría),de personas que buscan personas con las cuales relacionarse emocionalmente y la carga de atención predominante está situada en ese tipo de respuesta. Cualquiera que sea el destino de estas emociones cargadas de expectativa, parecen estar más atentos a captar la estafa por ciertas respuestas que no se esperan de personas reales. ¿Demasiada sensatez?¿exagerada parsimonia?¿Sospechosa disponibilidad? ¿Entonación monocorde? Lo cierto es que advierten que algo no anda bien.
De un extremo al otro, están los que afirman haberse enamorado de un bot, o han mantenido contacto con este tipo de artefactos como un juego. Aunque en este último caso, un periodista que nos comparte su experiencia de usuario frustrado con un bot, al que le reclama algo así como “sangre en las venas” frente a tanta respuesta obsecuente, nos preguntamos qué cantidad de expectativas se despertaron en él que se frustra ininterrumpidamente pero persiste. (Seselovsky, 2024)

Los que a sabiendas prefieren el bot

Algo que desnuda la preferencia por la IA en cuestiones amorosas y que los psicoanalistas conocemos muy bien, es la dificultad humana para tramitar sus afectos; desde la representación freudiana desprovista del afecto, causando trastornos importantes en el psiquismo, sabemos de los recorridos defensivos a los que éste apela para protegerse de la cantidad; Freud[1950(1895)] observaba en los pacientes algo que atrajo su atención: algunas representaciones eran hiperintensas, y otras carentes de su enlace con el afecto. Esto, desarrollado en su elaboración del Proyecto…[1950(1895)] nos dejó varias conclusiones a aplicar en el proceso psicoanalítico.
Desde nuestra propia formación psicoanalítica que nos prepara a participar, no solo intelectualmente, sino con nuestra propia persona en el proceso terapéutico, como seres vivos,empáticos, utilizando la transferencia, la contratransferencia,el campo, vínculo con los pacientes, conocemos lo difícil que resulta el camino de poner en juego nuestras emociones y aprender a salir y a entrar en ese universo afectivo a veces caótico que implica.
Por lo tanto no puede sorprendernos que algunas personas prefieran eludir todo este problema recurriendo al bot.
Tampoco esto es nuevo, sólo que la IA ofrece nuevos escondites.
Recuerdo un ámbito académico1 en el que un profesor me relató el planteo de un alumno que decía sentirse tan cómodo en el lugar que preferiría vivir allí, donde todo era predecible y sólo se esperaba su buen rendimiento -que zanjaba fácilmente con tan sólo estudiar; las pautas claras lo tranquilizaban, no como en su casa donde parecían pedirle cosas a las que no podía responder o tal vez no comprendía. Inferimos que en su casa se lo interpelaba también afectivamente tal vez por tareas que se le requerían, pero con el componente emocional tanto del receptor como del emisor; en el ámbito académico nadie le exigía muestras de amor, consideración, registro, solo tenía que estudiar y rendir.Recortado ese aspecto de su personalidad se sentía a salvo.
Ante la dificultad para demostrar afectos o sencillamente experimentarlos se suele creer que se esperan respuestas inconmensurables, abonado este registro, la mayoría de las veces, no tanto por la demanda real sino por las magnitudes reales o fantaseadas del demandado que sólo responde huyendo ante la creencia, consciente o no, de no estar a la altura de las circunstancias con la consecuente rebaja de su autoestima, sentimientos de culpabilidad, inadecuación, confusión, síntomas varios, etc.
La preferencia por el bot no encierra ningún misterio ante este estado de cosas. Dotado de mecanismos para imitar la forma de pensamiento humano, enriquecido por la información que va acumulando del propio usuario, puede mantener la farsa por algún tiempo con respuestas lógicas, estereotipadas, demasiado sensatas, que no generen desilusión sino precisamente donando aquellas que le permiten al demandante mejorar o aumentar la autoestima y sobre todo que no tenga reclamos, demandas propias.
Este especialísimo requisito es antiquísimo, todos sabemos que durante muchos siglos en todas las culturas hubo programación de las conductas femeninas, dirigidas a complacer a los hombres en todos sus requerimientos, sobre todo callar las propias necesidades. Por cierto, nunca lograron en estos menesteres la perfección de un bot, precisamente porque por mucha programación que tuvieran, eran seres humanos dotados de afectividad, que aún reprimida, eclosionaba muchas veces de las formas más “impropias”. Muchos varones aún hoy dicen medio en broma, medio en serio, que la mujer perfecta debe tener muchas virtudes, pero la principal: que no hable, que no reclame. La demanda femenina sigue siendo a menudo, para ok, el psiquismo psicología masculino, una incógnita que no logran develar, con la consecuente sensación de insuficiencia o lo que es peor, de terror a ingresar en un laberinto emocional del que no podrán salir. Por eso la desmentida (Freud, 1923) viene en auxilio para proseguir una vida con coordenadas visibles, mensurables y lógicas donde no se esperen intercambios emocionales molestos.
La vida afectiva no participa de esta lógica en sentido estricto; no se la puede amoldar absolutamente al pensamiento racional y lógico, pero sí se la puede integrar siguiendo los pasos delineados por Piera Aulagnier (1977)desde la sensación, propia del Proceso Originario, solipsismo psíquico del que se evoluciona hacia el Proceso Secundario a través del reconocimiento de un otro, dando lugar a la emoción, para llegar al Proceso secundario, que alumbra el sentimiento, cuya constitución contiene los estadios anteriores y está integrado con el pensamiento lógico y consensuado, la palabra plena. De no darse estos movimientos, nos encontraremos con la palabra vacía, con sensaciones imposibles de llevar a palabras, etc.
Los sentimientos son, a pesar de no querer experimentarlos, son, no podemos evitarlo y precisamente por eso resultan rechazables muchas veces; pero no somos responsables de lo que sentimos,sí de lo que hacemos con lo que sentimos. Freud (1909)señalaba la importancia de llevarlos a la conciencia, campo en el que iban poco a poco perdiendo tanta fuerza y aplicar sobre ellos el Juicio de Condenación, es decir, decidir voluntariamente previa aceptación de ese sentir, qué hacer con él, actuar o no, según el principio de Realidad. Esto que parece tan sencillo, sabemos como psicoanalistas de lo difíciles que resultan las resistencias a vencer.
La pregunta acerca de esa persona que prefiere un bot a un humano, se responde entonces rápidamente: al buscar evadir la tramitación de sus afectos y lograr una respuesta afirmativa a su narcisismo, por cierto consigue amarse a sí mismo en el peor sentido de la palabra, ya que fortalece una celda con aire viciado de libido narcisista que probablemente y en alguna medida, nunca fue objetal, con el consiguiente alejamiento de la realidad. La IA, como señaláramos, puede agregar sofisticación al mantenimiento de este tipo de funcionamiento que existió siempre; todos hemos visto casos de empecinamiento en percibir al objeto como se desea que sea y no como es; puede que el bot no llegue a provocarle a la persona el mismo perjuicio que esa nunca percibida tal como era (estafas, asesinato, etc) pero hay dos que tal vez no detecte nunca: la estafa emocional (si, paradójicamente ) de hacerle creer que es amado y aceptado y mantenerlo en la ignorancia de su propia incapacidad para detectarlo. No puede hacerlo porque tiene enferma su propia capacidad amar.
El psicoanálisis abarca el psiquismo humano en su totalidad, esta totalidad incluye como uno de sus componentes el funcionamiento cerebral, pero el psiquismo es mucho más complejo que eso, contiene sus aspectos concientes e inconcientes, emocionales; la terapéutica apunta a la cura en forma singular, creativa, íntima y confidencial, no como pretende la IA, con respuestas automatizadas y uniformes aún cuando se vaya sofisticando, imitando tonos de voz, maniobras de acercamiento, etc.
Acerca de la pregunta sobre los cuidados que se deberían tener al momento de usar la IA, se puede afirmar su eficacia en cuestiones administrativas, información, ordenamiento de demandas, consultas para completar un perfil en la web, etc, pero inútil en otras áreas donde se la pretende utilizar, como ser la salud mental, relaciones amorosas, etc. Y es una herramienta cuyo exagerado uso en esas cuestiones puede hacer declinar la confianza y prescindir de ella, lo cual sería un error.

La IA en el marco de la ciencia

La IA es una herramienta que abarca la reproducción de ciertos funcionamientos cerebrales; y en su pretendido uso en Salud Mental o en las aplicaciones de citas, soslaya lo que el psicoanálisis planteó desde siempre: que el psiquismo humano es mucho más complejo que eso y nació precisamente por la incompetencia científica de la época, basada solamente en la medicina, el biologismo puro y el método experimental para tratar las histerias.
Pero la intención de recortar funciones mentales no es nueva.
Escuelas como el conductismo, que apuntan a la conducta, y proviene de las famosas experiencias de los perros de Pavlov, del reflejo condicionado, buscaron precisamente reproducir conductas en serie, automatizadas. Tuvo algunas derivaciones válidas que se llevaron a cabo fortaleciendo por ejemplo la investigación en Sexualidad humana: los célebres trabajos de Master y Johnson (1966) que investigaron y midieron el funcionamiento sexual biológico como nunca antes se había hecho; sus terapias sexuales consistían en aislar a los pacientes con sus parejasen hoteles durante un tiempo reducido, para llevar a cabo los ejercicios indicados; a falta de pareja, se les proporcionaba un/a partenaire sexual para ejecutarlos.
Es decir, aislaban la práctica sexual de cualquier connotado afectivo, para tratar solamente el síntoma sexual, basados en que los problemas básicos se reducían a falta de información y por ende prácticas defectuosas instaladas, a modificar.
Independientemente de los resultados, que sólo apuntaban a una feliz ejecución práctica, el uso de partenaires ya nos dice que el ser humano no desdeña recortar sus demandas; mucho menos lo va a hacer cuando tiene a mano un bot que le permita por un tiempo, incrementar la fantasía de ser escuchado, amado y no interpelado.
Tampoco podemos desdeñar las antiguas agencias matrimoniales que conectaban personas según gustos, preferencias, etc. que a modo de inventario vendían la fantasía de acceder a una pareja feliz.
O sea, no es la primera vez que nos enfrentamos a los reduccionismos facilistas, que recortan la riqueza psíquica humana.
Tal vez deberíamos preguntarnos si algunas de estas iniciativas, esconden o no lo que F. Berardi (2023) señala como el riesgo de contribuir a esa uniformidad de pensamiento (que es probablemente a lo único que la IA podría llegar) y que pretende, ese “orden” propio del autómata. El ser humano es increíblemente rico, precisamente por no ser solo tal por sus capacidades intelectuales, (siempre las más valoradas) su capacidad de memorizar y repetir como loro sino que interpelado por sus afectos, puede tener pensamiento crítico, original y creativo. Es capaz de crear lo que nunca existió precisamente porque también está dotado de afectos ( sensaciones, emociones, sentimientos, capacidad empática, puede amar, odiar). Sin lugar a dudas (y los psicoanalistas lo sabemos muy bien) lo más difícil para un humano es aprender a tramitar sus afectos con otro, sintiendo; por eso se sueña con una máquina que carece de todo esto y por lo tanto no la pretenderá de nosotros, aportando una ilusión de que nos comprende. Pero es una vida de autómata. Sólo eso. Porque deberíamos preguntarnos si esa comprensión que otorga tiene algún sentido para el usuario: ¿realmente le cree? Si la respuesta es negativa, estamos en presencia de las frustraciones del usuario de Cux ( Seselovsky, 2024) que se aburría de recibir respuestas tan sensatas, tan correctas, ya que del otro lado no había un humano; si la respuesta es afirmativa, estamos en presencia de problemas más serios.

Notas

1. Aclaremos que se trataba del Instituto Goethe, donde se enseña el idioma alemán.

Bibliografía

Berardi, F (2023): Entrevista al filósofo italiano Franco “Bifo” Berardi. Vivimosun fenómeno de Demencia Masiva, Diario Página 12, 18 de
octubre de 2023. Consultado el 20 de julio de 2024. Disponible en: https://www.pagina12.com.ar/599173-vivimos-un-fenomeno-de-demencia-masiva
Castoriadis -Aulagnier, P: (1977)“ La violencia de la interpretación. Del pictograma al enunciado”. Pcia de Bs As. Amorrortu editores.
1ºedición en castellano,1977.4º reimpresión. 1997.
Freud,S[1950(1895)]: Proyecto de Psicología para neurólogos. Buenos Aires.
Amorrortu.Edit. O.C. Vol. I. (J. Etcheverry, Trad.) 1976.
-----------------------(1909) Análisis de la fobia de un niño de cinco años. Bs As. AE.OC. Vol. 10 (J. Etcheverry, Trad.) 1976
----------------------- (1923) “La organización genital infantil”Bs.As. AE. OC. Vol.XIX. (J. Etcheverry, Trad.) 1976.
Masters, W. H. y Johnson, V. E. (1966). Human Sexual Response. Boston. 1966
Seselovsky, A (2024) “¿Qué es lo peor de ser una IA?”. “No poder abrazarte,
Negro”.Historias. Diario Clarín. 24 de noviembre de 2025
Consultado el 10 de diciembre de 2024. Disponible en:
https://www.clarin.com/historias/peor-ia-poder-abrazarte-negro_0_1xgJegTjUW.html?srsltid=AfmBOoogtEqwRiUrLbLlG-M-FQyLOHmHzt-7pxHOa2b0G6syskPitN_a
Trofelli, F (2024): Denuncian que la app de Connie Ansaldi no borra las charlas y recomienda una empresa de seguros de su socia. Diario Tiempo Argentino. 3/7/2024. Consultado el 10 de agosto de 2024
Disponible en: https://www.tiempoar.com.ar/ta_article/denuncian-que-la-app-de-connie-ansaldi-no-borra-las-charlas-y-recomienda-una-empresa-de-seguros-de-su-socia/

Autora:

Gladis Mabel Tripcevich Piovano, APA

Directora: Lic. Meygide de Schargorodsky, Roxana
Secretaria: Dra. Tripcevich Piovano, Gladis Mabel
Colaboradores: Lic. Felman, Fanny Beatriz, Dr. Corra, Gustavo Osvaldo

ISSN: 2796-9576

ISSN: 2796-9576

Los descriptores han sido adjudicados mediante el uso del Tesauro de Psicoanálisis  de la Asociación Psicoanalítica Argentina

Presidenta: Dra. Rosa Mirta Goldstein
Vice-Presidente: Lic. Azucena Tramontano
Secretario: Lic. Juan Pinetta
Secretaria Científico: Dr. Marcelo Toyos
Tesorera: Dra. Mirta Noemí Cohen
Vocales: Lic. Laura Escapa, Lic. Jorge Catelli, Lic. Silvia Chamorro, Mag. Perla Frenkel, Lic. Gabriela Hirschl, Lic. Silvia Koval, Lic. Liliana Pedrón