Todo cuanto acontece en este mundo es cumplimiento de los propósitos de una inteligencia superior a nosotros (...); ni siquiera la muerte es un aniquilamiento, un regreso a lo inanimado inorgánico, sino el comienzo de un nuevo modo de existencia.” (S. Freud. 1927, p. 19)
Los seres humanos estamos anclados en nuestra naturaleza animal y nunca podríamos ser como dioses.” Freud a Richard S. Dyer Bennet (09/12/1928)
Introducción
Desde la época de Alan Turing hasta hoy, y probablemente desde antes, la tecnología relacionada con la informática en general y la inteligencia artificial (IA) en particular ha experimentado avances y desarrollos continuos, los cuales han sido notablemente acelerados en los últimos años. Lo que una vez fue solo el terreno de la imaginación de cineastas, directores de series, poetas y escritores, hoy en día forma parte integrante de nuestra vida cotidiana. Nos hemos acostumbrado tanto a estos avances que los hemos incorporado de manera natural en nuestro día a día. Así, ya no nos sorprende viajar miles de kilómetros en avión y estar en otro continente en cuestión de horas, navegar los océanos en embarcaciones que se asemejan a rascacielos, comunicarnos de manera instantánea con personas en cualquier parte del mundo o llevar dispositivos en el bolsillo que permiten realizar múltiples y variadas tareas simultáneas, algo impensable para generaciones pasadas.
El uso generalizado de la inteligencia artificial por parte de la población ha dado lugar a nuevos desarrollos, entre los cuales se destaca el tener la posibilidad de utilizarla para interactuar con seres queridos que han fallecido.
Hablar con muertos
El desarrollo de ciertos softwares permite interactuar con la IA como si fueran sujetos para distintos y variados propósitos: desde hacer las compras del supermercado a un trámite administrativo, consultar sobre cuestiones medicas o el pago del peaje, analizar las características de un objeto que se pueda adquirir en un par de clics, entre otras muchísimas posibilidades.
Con la misma ingeniería, diferentes y cada vez más plataformas digitales ofrecen como servicio el hablar con personas que fallecieron. Por medio de la IA y en base a representaciones existentes, las plataformas replican de modo realista el modo de expresarse, detalles como la voz e incluso la imagen interactiva del muerto cuando estaba con vida. Más allá del negocio que representa, el sistema es sencillo y accesible, el usuario de la aplicación interactúa con el chatbot que se manifiesta como respondería la persona antes de morir.
En términos generales es posible pensar que las aplicaciones que tienen estos fines y el uso de la inteligencia artificial en su conjunto nos introducen en la “filosofía del como si”. (S. Freud. 1927, p. 28).
Actualmente, esta interacción virtual se lleva a cabo mediante mensajes de chat, de voz e incluso de video. Así, se puede interactuar en tiempo real, preguntarle a la IA sobre ciertas cuestiones o simplemente compartir los sentimientos del usuario. Es probable que -si no es que ya sucede- la tecnología avance hasta el punto de desarrollar cuerpos que se asemejen mucho al ser querido fallecido, replicando más fielmente la apariencia y el vínculo que tenía con el usuario. Cuanto más se asemejen los ropajes de la IA al del muerto, mayor será la vivencia de un encuentro genuino y probablemente también más … ominosa.
Las IA que permiten "hablar con los muertos" recuerda al esquema de los espiritistas o brujos. En este modelo tradicional, la persona interesada en comunicarse con el fallecido y recibir un mensaje del más allá asiste a una sesión y, a través del espiritista, que actúa como intermediario entre el mundo terrenal y el espiritual, se facilita el contacto con el muerto permitiendo recibir mensajes del más allá o simplemente sentir la presencia espiritual del mismo. Con las IA, ya no es necesario un médium humano, sino que se utiliza un celular, una computadora u otro dispositivo tecnológico. Ya no es el médium quien recibe el mensaje, sino que su aparición es a través del hardware.
De alguna manera y en cierto sentido, debido a la transferencia, nosotros, los psicoanalistas, conversamos a diario con los muertos que nos traen los pacientes y que, en ocasiones, se encarnan en uno y “hablan” a través de nuestras palabras, al igual que se hacen presentes en ellos. Así, los difuntos se infiltran en el proceso analítico, interactuando tanto con el analista como con el paciente, dando lugar a una dinámica compleja donde el pasado y el presente se entrelazan continuamente.
Estas plataformas, además, comparten ciertos puntos en común con un modelo conocido por nosotros los psicoanalistas: el de los sueños.
El primero de ellos es, quizás, el más evidente; en los sueños también nos encontramos con nuestros muertos. Soñamos con ellos, se nos presentan, se nos aparecen en imágenes provocando inquietud, y en ocasiones hasta nos dicen cosas. Pero como todo sueño es egoísta es loable decir que el sueño habla más del soñante -en el mejor de los casos y en la medida que podamos interpretarlo del inconsciente del soñante- que de los revenants que podrían aparecer. Para decirlo de otro modo, el “Sueño del niño ardiendo” (Freud, 1900a [1899]) nos habla más del padre que soñó que su hijo cobraba vida por medio de un incendio que del niño recientemente fallecido. Incluso, nos dice más de la señora que lo “resoño” o de Freud mismo que lo incluyó en el inicio del capítulo 7 que del niño muerto. Con lo cual es licito suponer que esta cualidad también se traslada a la aplicación que permite hablar con muertos. Es decir, la motivación es egoísta, nos habla más del deudo que del muerto, nos habla más del usuario de la aplicación que de lo que de ella salga. Similar situación se observa en la señora que en televisión nacional y al acompañar el féretro de su ídolo popular al llegar al cementerio grita: “¡Sandro no te mueras nunca!”.
Lo fascinante de estas aplicaciones es que son modelos capaces de leer y procesar grandes cantidades de información y texto en milésimas de segundo, lo que les permite generar respuestas de manera natural y adaptada al contexto de la conversación. La IA toma los datos existentes, los acomoda o distribuye, los reordena de manera particular dando un resultado similar a lo que hacen los mecanismos de condensación y desplazamiento para la formación del sueño. Basta consignar “el sueño de Maury” para recordar con la velocidad y efectividad que se realiza el trabajo del sueño (Feud, 1900a [1899], p.52). Tal semejanza nos permite pensar que en tanto el sueño como la inteligencia artificial al servicio de hablar con muertos carece de un verdadero acto de creatividad y como dijera Freud, “No piensa ni calcula ni en general juzga, sino que se limita a remodelar pensamientos, cálculos y juicios.” (Freud,1900a [1899], p.502)
La IA que permite conversar con muertos es efectiva en tanto tiene coherencia y verosimilitud. Si “convoco” al muerto para conversar y su dialogo es en un idioma que el muerto no manejaba, por más que su timbre de voz sea el mismo, descartaríamos su uso y la juzgaríamos como inútil. En el sueño adscribimos la coherencia al proceso secundario: “Resultado de su empeño es que el sueño pierde su aspecto de absurdo y de incoherencia y se aproxima al modelo de una vivencia inteligible”. (Freud,1900a [1899], p.487). Cuanta más coherencia tiene la conversación con la IA mayor sensación de que “del otro lado” hay un sujeto.
Por otra parte, el intento de hablar con los muertos no es una novedad. La posibilidad de comunicarse con los que ya no están es una de los mayores anhelos de la humanidad y uno de los tópicos más recurrentes en las ficciones, fantasías y mitos. En la literatura, los muertos han dado lugar a personajes como Frankenstein y los zombis. El Rey Hamlet, por ejemplo, revela a su hijo el asesinato que sufrió; la familia Otis interactúa diariamente con el fantasma de Canterville y en la famosa línea “I see dead people", un niño se dirige al personaje de Bruce Willis. En el episodio "Be Right Back" de Black Mirror, se presenta una trama en la que un androide ocupa el lugar del ser querido fallecido. Al ser invocado, Tiresias le advierte a Odiseo: “¿Por qué, oh infeliz, has dejado la luz del sol y vienes a ver a los muertos y esta región desapacible? Apártate del hoyo y retira la aguda espada, para que, bebiendo sangre, te revele la verdad de lo que quieras.» (Homero, Canto XI, versos 93 y 94.)”.
Decía que el intento de comunicarse con los muertos no es algo nuevo en absoluto. Desde tiempos remotos -mejor sería decir desde que hay universo simbólico- nuestros ancestros mantuvieron una relación directa y ritualizada con los difuntos. Hablarles, contarles cosas, pedirles favores o mantener su memoria presente eran prácticas habituales. A los muertos se les atribuían poderes especiales y se creía que poseían conocimientos sobre el "más allá", además de cualidades que no manifestaban en vida. Junto con la muerte se evidencio el intento de evitar a los muertos; evitar su disgusto, evitar su enojo, sus reclamos y su retaliación como lo desarrolla ampliamente Freud en Tótem y tabú (1913 [1912-13]). La muerte es, efectivamente, un tabú, y la ambivalencia de sentimientos se manifiesta con toda su fuerza al morir un ser querido. Si se les habla, se los convoca para apaciguar su posible enojo.
Durante siglos, la religión ha tenido el monopolio en el ámbito de enfrentar la muerte: a través de sus prácticas, fomenta el contacto con los fallecidos, se reza por ellos, se les pide que nos acompañen y guíen enviándonos buenos augurios. Como cosmovisión, la religión se erige como respuesta a los conflictos humanos, ofreciéndose como protectora ante el desvalimiento y una solución posible ante todos los interrogantes que nos inquietan ¡Y la muerte vaya que nos inquieta!,
¿Qué mayor desvalimiento infantil que el sentido ante la pérdida de un ser querido? Todas las religiones han encontrado respuestas al misterio de la muerte, fundamentándose en la promesa del “más allá”, con la vida después de la muerte, el cielo, la reencarnacion, etc. De esta manera, aplacan el desconcierto y dan sentido a la vida y al dolor. En este sentido, ¿No es posible pensar que el uso de la IA al servicio de hablar con los muertos posee los mismos fines y se basa en las mismas premisas que la religión? ¿Es la IA una nueva ilusión? Y si lo fuera, ¿no están destinadas a la desilusión?
La muerte reactualiza el desvalimiento infantil y la necesidad de protección. Las ilusiones son una respuesta posible, en tanto reemplazan la angustia que de ello surge. Son recomendadas para evitar el sentimiento displacentero y que en su lugar advengan satisfacciones. Sin embargo, en ocasiones y por su origen, las mismas ilusiones colisionan con aspectos de la realidad y se destruyen (Freud, 1915, p.282).
Dicho esto, ¿Todos los que hablan con la lápida están locos? ¿Todos aquellos que escriben en el muro de Facebook de una persona fallecida están desmintiendo la realidad? ¿Aquellos usuarios de aplicaciones que interactúan con un bot que se presenta como el muerto son psicóticos? ¿Han perdido la cordura aquellos que profesan una religión? ¿La masificación de las aplicaciones que dan uso a estos servicios nos habla de una psicosis social?
Sería un error hacer generalizaciones; en tal caso, se aplicaría la sentencia de Freud: “se clasificará como ilusión o como análoga a una idea delirante, según sea la actitud personal de quien la juzgue” (1927, p.31). Lo que si podemos afirmar es que desde tiempos inmemorables el hombre ha creado objetos que le quiten el dolor, que apacigüen su malestar y vuelvan soportable el desvalimiento, incluso si eso implica recurrir a mecanismos que lo engañen, como los puestos en marcha por el principio del placer. El tiempo determinará si esta es una de esas soluciones.
Bibliografía
Freud, S, (1900a [1899]): “La interpretación de los sueños”. O.C. T. IV y V, Buenos Aires, Amorrortu
____ (1912-1913). “Tótem y tabú” en: O.C. T.XIII (1915).
____ (1915). “De guerra y muerte. Temas de actualidad” en: O.C. T. XIV
____. (1917e). “Duelo y melancolía.” En: O.C. T. XIV
____ (1919h). “Lo ominoso” en: O.C. T. XVII
____ (1920g). “Más allá del principio del placer” en: O.C. T. XVIII.
____ (1927c): “El porvenir de una ilusión” en: O.C. T.XXI
____ (1930a [1929]). “El malestar en la cultura”, en: O.C. T.XXI
____ (1891-1939), Epistolario. Barcelona, Plaza Janés.
Homero. (2004). La Odisea. La plata, Terramar Ed. .
Wilde, O, (2005). Cuentos completos. Buenos Aires, Losada Ed.
Autor:
Christian Lopardo, APA
Descriptores: MALESTAR / ILUSION / MUERTE
Candidato a Descriptor: INTELIGENCIA ARTIFICIAL
Directora: Lic. Meygide de Schargorodsky, Roxana
Secretaria: Dra. Tripcevich Piovano, Gladis Mabel
Colaboradores: Lic. Felman, Fanny Beatriz, Dr. Corra, Gustavo Osvaldo
ISSN: 2796-9576
Los descriptores han sido adjudicados mediante el uso del Tesauro de Psicoanálisis de la Asociación Psicoanalítica Argentina
Presidenta: Dra. Rosa Mirta Goldstein
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