La subjetividad en la era de la tecnología digital
Noviembre 2024 - ISSN 2796-9576
Ensayos psicoanalíticos

La desesperación en la cultura

Ezequiel Achilli
Ezequiel Achilli

vivir con extraños exige dominar

 el arte del desencuentro.

Z. Bauman

Nuestra cultura cambia y, entre otras tantas variables, hoy se superponen tecnologías cada vez más complejas. Estos cambios siempre han sido progresivos, dándonos tiempo a modificar nuestras formas de ser y adaptarnos, pero ahora prima la inmediatez, que describe Zigmund Bauman[2](2014). Analizar lo propio de una época que se impone en la medida en la que ya no existe el tiempo para escuchar nos expone a nuevos interrogantes: ¿será que nos angustia cada vez más la angustia o que esta sea mayor? En la base misma de lo que hoy escuchamos, grita y hace eco la falta de esperanza, la necesidad de suministros externos, al mismo tiempo el enojo crece, la rabia se hace más intensa, la cólera y el despecho caminan por las calles. En otras palabras: La desesperación. La desesperación que conduce a una mayor dependencia se expresa en reacciones violentas ante la frustración y mucha más sumisión que antes, por la suplica de amor; o incluso a cierto nivel de erotomanía generado por la imposibilidad de amar de otra forma que no sea pasiva y a un objeto que no importa… y también por la necesidad imperiosa por conseguir y no conseguir satisfacción y la falta de aceptación de estar cada vez más alejados del imperio del principio de placer.

Desde que inventamos las primeras herramientas, -que sirvieron para construir, y también matar-, las pulsiones corrieron por los laberintos más complejos y ahora parecen “esconderse”, aunque su efecto sea “más visible”.

Quienes vivieron la aparición del cinematógrafo se inclinaban hacia un lado cuando veían venir el tren. Con la llegada de la radio y la televisión, se instaló el miedo ante aquello que “atentaba contra la cultura” y los efectos en lo individual, en tanto lo in-divisible de lo social, al punto tal que aún no sabemos si la calidad de los programas televisivos actuales son producto de la cultura que los consume o estos son formadores de la cultura.

No debe sorprendernos entonces la creciente ansiedad, o lo que así llamamos (como algo propio de lo inmediato), el miedo a los efectos de internet y, por supuesto, a las nuevas realidades, pero fundamentalmente la desesperación ante lo que allí se busca sin saber qué se busca.

Lejos de cuestionar a la tecnología (que es lo más sencillo) la idea es acercarnos a lo que vamos observando respecto de lo que sí podemos afirmar; estamos frente a nuevas subjetividades (nuevas formas de ser y sentir) que nacen de nuestra disposición y del uso que le damos de las nuevas tecnologías (generando generaciones nuevas -independientemente de las edades), pero fundamentalmente del uso que le da el mercado a las tecnologías, ya que muchas veces se asocian de manera directa, como si fuera la tecnología la que nos ofrece y nos hace creer necesitar algo.

Sin lugar a duda uno de los últimos grandes avances de la tecnología (sino el que generó el salto mayor) es internet y todo lo que esto conlleva; para la salud (nosotros, por ejemplo, pudimos contener parte los efectos de la pandemia a través de las plataformas y se instaló así esta nueva modalidad de dispositivos de tratamiento), la apertura a más información, la formación (facultades, maestrías, doctorados completos). Incluso el difícil trabajo de enfrentar catástrofes naturales… pero esa fuerza continuará siendo más grande que la cultura que es creada con ese fin, el de defendernos, pero no sólo de la naturaleza sino también de nosotros mismos.

Las nuevas tecnologías nos ofrecen conexión, agruparnos, realizar investigaciones complejas. Incluso, se encuentran a nuestra disposición con fines recreativos y hasta para hacer nada. “La vida, como nos es impuesta, resulta gravosa: nos trae hartos dolores, desengaños, tareas insolubles. Para soportarla, no podemos prescindir de calmantes… Los hay, quizá, de tres clases: poderosas distracciones, que nos hagan valuar en poco nuestra miseria… satisfacciones sustitutivas, que la reduzcan… [3]. (Freud, 1930, p.74) Las nuevas tecnologías también traen eso, distracción, sustituciones… ¿de qué?

El mundo amplió sus fronteras, otras se vieron derribadas a través de palabras y discursos nuevos. Un lenguaje que también hace a la cultura a través, por ejemplo, del uso del oxímoron (palabras opuestas que combinadas generan un nuevo significado: espacio virtual, realidad virtual, incluso nuevas ocupaciones (además de las complejas y necesarias carreras en constante desarrollo): se encuentra el instagramer, youtuber, influencer, streamer (quien trasmite en vivo), creador digital… Así como existen los espacios que habitamos y creemos conocer, también existen espacios virtuales donde se pierde el nombre y se está vigilado de manera constante. Se trata de espacios de espera y en los que esa espera desespera. Espacios sin encuentro y mayor desesperación en los que de existir algo parecido al encuentro, se trata de una ficción “escrita” en vivo y en directo y ante un público, que genera choques.

Comencemos por algunos observables:

La desesperación y la construcción de la realidad.

El mundo nace del yo y al mismo tiempo éste último parece nacer hacia el mundo a partir de las fuentes de excitación, como plantea Freud a lo largo de su obra, hasta acercarse a su Malestar en la cultura (1930). El yo se construye, desde el inicio, pero también a lo largo de toda la vida, en el reflejo con el semejante: ¿qué sucede entonces si en vez de espejo estamos frente a una pantalla, ante cierta realidad pixelada (en tanto realidad aumentada) de lo que sucede afuera en función de ciertos algoritmos?[4].“Sobre el prójimo, aprende el ser humano a discernir” (Freud, 1895, p. 376) Y es a través del reclamo por el pecho… “que se contrapone por primera vez al yo un <objeto> como algo que se encuentra <fuera> y sólo mediante una acción particular es forzado a aparecer. Una posterior impulsión para desasir el yo de la masa de sensaciones, un mundo exterior, es la que proporcionan las fuentes, múltiples e inevitables sensaciones de dolor y cancelar, el principio de placer, amo irrestricto, ordena lo que pueda devenir fuente de tal displacer, a arrojarlo hacia afuera, a formar un yo-placer, al que se contrapone un ahí-afuera ajeno, amenazador”. (Ídem, p. 68) Pero si el mundo se encuentra pixelado, insistiendo en la idea de un yo en constante crecimiento, existiría cierta posibilidad de desconocimiento de la realidad; desde fotos retocadas con filtros que nos hacen desconocer a alguien que creemos conocer, hasta las fake news (noticias falsas con el claro fin de alterar la realidad), pero esto último tampoco es culpa de la tecnología sino del uso de la misma. Los comunicadores, formados y calificados, ceden su lugar o son desplazados por influencers, cuando en rigor tampoco son ellos los que mandan. Resulta difícil, incluso, reconocer la realidad de la imagen o la voz y si ésta corresponde a una persona real o una creada. Llamativamente quienes más se resisten a tratamientos online son los más jóvenes, manifestando el miedo de no estar hablando con alguien real o el producto de la Inteligencia Artificial (IA). Como sabemos la IA ya ha ganado un premio realizando una “obra de arte” -evaluado por un jurado de artistas renombrados poniendo en jaque lo propio y singular de la humanidad: el arte (o, quizás, pone en jaque la evaluación de éste).

Quizás es necesario insistir, algo de eso primitivo se conserva, pero al mismo tiempo es móvil y lo móvil exige ser rápidamente ligado: “junto a lo que ha nacido en él por transformación… Una porción cuantitativa de una actitud, de una moción pulsional, se ha conservado inmutada, mientras que otra ha experimentado el ulterior desarrollo”. (Freud,1895, p. 69)

La desesperación a través de modificaciones al nivel del pensamiento.

Cada vez más se cree tener “un saber” y “un pensar libre” que se asienta en que “todo se puede” y que “todo se encuentra al alcance”, cuando, al formar parte de una masa artificial (sin líder) se pierde la capacidad crítica. Todo se sabe, si no lo explica un tutorial. Creer que, porque “se manejan” ciertas funciones del teléfono celular y más aún los niños que entienden que el celular o la Tablet existen desde el inicio del mundo (de su mundo) y los padres y abuelos que acuden a ellos solicitando ayuda y tratándolos como técnicos informáticos calificados.

Como otro elemento propio de la desesperación, en una cultura de la desmesura, o mejor aún al crearla, una hibris, una apología de la arrogancia (W. Bion, 1966) ligada a la pulsión de muerte, una cultura de la manía que atenta contra la aceptación de lo imposible e incognoscible. Una época de adicción generalizada y el espectáculo de la omnipresencia yoica. Otras de las consecuencias a nivel del pensamiento son el escepticismo y la incredulidad (ante los efectos de ciertas vacunas, el terraplanismo, etc.), debilitando la figura del científico dedicado y ese auxiliador en quien confiábamos para ser sostenidos.

Los “vínculos” desesperados.

Cada vez más escuchamos sobre vínculos vacíos, anónimos, erotómanos, onanistas… y una concepción del otro que aparece alterada, reforzando la idea de objeto de consumo (como la carne expuesta en la heladera de una carnicería). Otras veces, la búsqueda compulsiva, impulsada por el miedo a la soledad que potencia el sentimiento de soledad. En una de sus más conocidas y actuales afirmaciones (ya señalada), Freud dice que “el hombre se ha convertido en una suerte de dios-prótesis, por así decir, verdaderamente grandioso cuando se coloca todos sus órganos auxiliares; pero estos no se han integrado con él, y en ocasiones le dan todavía mucho trabajo”. (Freud, 1930, p. 90) Si la tecnología es utilizada como una prótesis, como la extensión de un orgasmo, ¿a qué tipo de órgano reemplazarían las redes sociales? Por momentos parece que es el cuerpo sexual el que se prolonga al mismo tiempo que es el que menos se implica (o, todo lo contrario, desde la compulsión a la repetición y, por lo tanto, en un acto del Más allá ligado a la pulsión de muerte-); sólo el órgano es el que “dialoga” en la búsqueda de un encuentro que no resulta más en un choque sexual.

De haber contacto con otro, el aislamiento de la pantalla parecería cancelar la diferencia y la distancia. Las Apps que seleccionan “objetos” de manera algorítmica y a veces por cercanía geográfica (una vez más la inmediatez), que lejos de propiciar un encuentro genuino exponen a la desesperación. Para conocer a alguien se necesita saber de marketing, saber venderse y sacarse una buena fotografía desde arriba y con la cabeza inclinada, que conlleva mucho trabajo y tiempo para un encuentro de, con suerte media hora, y luego a seguir buscando. Efectivamente el supuesto objeto, ideal, hoy es un objeto vivido como de compraventa, por lo tanto, descartable. “El sentimiento de dicha provocado por la satisfacción de una pulsión silvestre, no domeñada por el yo, es incomparablemente más intenso que el obtenido a raíz de la saciedad de una pulsión enfrenada”.  (Freud, 1930, p. 79) Entiendo que ésta es una de las fuentes de conflicto que más sufrimiento genera en el ser humano, ya que el sentimiento yoico actual es en parte el residuo del más arcaico, pero también del mundo circundante.

Podríamos pensar que quizás este último Dios prótesis viene, además de denunciar algo latente, parece defendernos del malestar propio de la época ya que “Desde tres lados amenaza el sufrimiento; desde el cuerpo propio, que, destinado a la ruina y la disolución, no puede prescindir del dolor y la angustia como señales de alarma…”. (Freud, 1930, p. 75-6)

¿Quién o qué es hoy el otro?

Al prevalecer el anonimato[5] se deja de ser una persona para llamarse usuario que tiene la ilusión de importarle a otro, también anónimo, llamado seguidor. Se cree en la propuesta de tener seguidores, como si se tratara de un público que brinda amor. El sesgo que genera la palabra seguidores también implica un trabajo adicional que es la forma más eficaz de encontrarse con las frustraciones. Por supuesto también están quienes agreden y esconden su pulsión detrás de la figura del hater (quien odia por odiar). “¡Qué poderosa debe ser la agresión como obstáculo de la cultura si la defensa contra ella puede volverlo a uno tan desdichado como la agresión misma!”. (Freud, 1915, p.138). Así, la agresión es antesala de la desesperación, pero por la descarga. No es fácil para los seres humanos, evidentemente, renunciar a satisfacer esta su inclinación agresiva[6]; no se sienten bien en esa renuncia. No debe menospreciarse la ventaja que brinda un círculo cultural más pequeño: ofrecer un escape a la pulsión en la hostilización a los extraños”. (Freud, 1930, p. 111)

La cultura impone renuncias y hasta sacrificios no sólo de la sexualidad, sino a la inclinación de pulsión de destrucción y a la agresiva, y rara vez se sienten dichosos por esto. “Siempre es posible ligar en el amor a una multitud mayor de seres humanos, con tal que otros queden fuera para manifestarles la agresión”. (Ibidem)

La exposición de la imagen y la desesperación por ser querido.

Llamamos a esta época era de las telecomunicaciones, pero también podría ser de la imagen y de ser “querido” a través del Like (lo que nos recuerda a Platón y lo indigno de buscar ser amado). El deseo se transforma en la imposición de ser deseados, queridos, de usar filtros, retoques, que hacen que alguien que allí existe sea un desconocido en la calle. La resultante de este laberinto: mayor exigencia, soledad y tristeza, por lo tanto, el vacío en los ojos como las pinturas de Modigliani. Una especie de Ideal tecnológico que atenta contra la imagen corporal despertando el desamparo y generando aislamiento como consecuencia de la fractura de lazos sociales por el paradójico miedo de mostrarse. Por momentos recibir un like parecería apaciguar y encubrir parte el dolor que sienten los más vulnerables, los adolescentes, que conviven con las ambigüedades, las necesidades de resarcimiento narcisista y penurias desesperadas de pertenencia en un ensayo, cada vez mayor y a veces también impuesto, de practicar diferentes identidades.

En el intento -no gratuito- de ganar un like y ser valorado a través de la imagen el sujeto actual se ve empujado a hipotecar la vida. Los cirujanos plásticos reciben a pacientes que llevan su foto, retocada con filtros, y diciendo: -Quiero ser así (el yo ideal).

La cultura del like que nos hace creer que un contenido, es esa misma foto sacada a un espejo (de un baño, la más de las veces) o “generar contenido”, por ejemplo, mostrándose en un recital, pero no disfrutando del mismo ya que al comenzar el show se levantan los teléfonos celulares y lo ven a través de este. Como dice una publicidad de un banco; no son influencers, pero se creen influencer.

Los esclavos invisibles.

Las nuevas tecnologías exigen un trabajo adicional que agota generando algo más que malestar. Ser esclavos del trabajo que implica formar parte del sistema y eso adicional cansa. Con el incremento de la omnipotencia y por lo tanto (por frustración) del vacío, se llega también a la abulia y la anhedonia (incapacidad de sentir placer), a veces al “pánico” y la “depresión”; y algo que vengo observando (mayor al pánico) que intento desarrollar hoy: la desesperación.

Los chats de papis y los malentendidos que se generan allí, ahora aplicaciones que imponen algunos colegios, las Apps que “diagnostican” a partir de fotografías de ciertos lunares…

También escuchábamos sobre el malestar acerca del “poder de controlar al objeto”, respecto de la hora a la que se fueron a dormir los hijos o incluso la pareja, al ver el estado de WhatsApp, la última conexión, lo mismo con las redes sociales a través de sus contactos nuevos. Se cree que todo está allí. Pero también están quienes van más allá; desde el uso de un chip o una aplicación de localización del teléfono, por parte de “padres helicóptero” (como les llaman en EE. UU.), incluso buscar en la página de la tarjeta SUBE dónde estuvo alguien según el recorrido del colectivo.

Toda la serie Black Mirror -de Netflix- habla de esto y un capítulo en particular, Arkangel, trata en especial el tema del ojo que todo lo ve, que me recuerda al personaje del gran hermano o hermano mayor de George Orwell (1940), creador de un partido político totalitario, de carácter omnipotente y omnipresente que todo lo ve, vigila[7] y controla. El slogan de Arkangel; Seguro/Paz interior/Sentimiento de seguridad, cuando en realidad genera lo opuesto. Pero más me llama la atención cómo se piensa en Arkangel, y la neurociencia viaja por esos mismos carriles: aquello que se entiende como peligroso es medible con una variable única que es la elevación del Cortisol. Lo mismo que la solución al aumento de este; el pixelado, el aumento de la imagen al punto tal que lo que está muy cerca no se puede ver.

La realidad depende de un encuentro primordial: el de la cría humana con un prójimo al que tiene que, como un acto psíquico, dividir, escindir, a partir de las sensaciones de placer/displacer. Esa escisión genera un objeto auxiliador y otro hostil, aterrador.

El objeto digital y cierto afecto desesperado hacia la tecnología como si se tratara de un soporte psíquico del yo, un yo auxiliar. “Pierdo mi celular, pierdo mi vida”. Un objeto nuevo con el que se arma un “vínculo”, como en la película Her.[8]

Ahora bien, el panorama no es tan terrible ni apocalíptico. Al menos no es mi intención plantearlo de esta manera. Si escuchamos más allá: “-mi primer mejor amiga fue la Play”, puede ser entendido, a la ligera, como algo del orden de una adicción, una ludopatía, pero lejos de significar necesariamente eso, podemos encontramos con: “nos metemos a jugar para hablar”, es para armar vínculos y, a veces, para protegerse de otras experiencias como la violencia familiar. Más allá del medio, Freud en el caso Schreber también nos muestra[9] que las pulsiones sociales desplazan el erotismo a la amistad, a la camaradería, a la sociabilidad y al amor en general a la humanidad.

La necesidad generadora de desesperación. El ideal versus el deseo. Claramente no es lo mismo decir; deseo plantar un árbol, que decir necesito comprar una pala, que se la podemos pedir al vecino. Con solo decir algo en voz alta, luego de haber aceptado el uso del micrófono con ciertos avisos de cookies, aparecen en nuestras redes promociones y ofertas de palas, máquinas de cortar el pasto, etc.

Esto también puede generar algunas ideas paranoides y el despertar de las paranoicas como consecuencia del mundo de las cookies. “Algo” nos ofrece respuestas a preguntas que aún no nos formulamos o, peor aún, a preguntas que quizás nunca nos haríamos. Así, para quien desea desear, el vacío del sinsentido es rellenado, una vez más, por una ilusión y la desesperación de no quedar afuera y tener (lo que no deseamos)

La pandemia silenciosa (sobre todo en los más jóvenes), el de los Challenge, los retos y el Cyberbulling. El bulling existió siempre, pero el anonimato lo potencia (desplegándose casi sin límites la pulsión de destrucción, el acoso propiamente dicho), pero los Challenge generalmente suceden entre pares o iguales. En cambio, el Grooming es el acoso de un adulto a un menor, a través de las redes, en tanto “un buen escondite” y ese peligro es cada vez mayor.

El fenómeno de los challenge, como todo fenómeno, se instala y dura por un tiempo. Al inicio la persona que realizaba el challenge (youtubers o instagramers famosos) proponía a otra la imitación de un acto con el fin de viralizar la causa. Este reto era copiado por personas anónimas reproduciéndolo por whatsapp. Nunca mejor utilizada la palabra viral, en tanto un agente etiológico peligroso que genera enfermedad, a nivel internacional (una pandemia silenciosa). Ya no se trata de alguien famoso o conocido quien lo inicia. Se potenciaron con la aparición de otras redes como TikTok® y debido a sus características de impulsividad, necesidad de desafío, la identidad en construcción, su necesidad de autonomía y la necesidad de tomar distancia respecto de sus padres, etc., los más propensos resultan ser los adolescentes. En la actualidad, por su peligrosidad, Youtube® censura algunos vídeos de challenge que se consideran peligrosos[10] e interviene incluso la FDA (Administración de Drogas y Alimentos de EE. UU.) debido al peligro del uso de sustancias nocivas.

Algo de esto me recuerda a Crush, una novela, reflejada en una película, en la que nadie siente, los espacios son atemporales y no hay profundidad en los vínculos. Las personas se excitan con máquinas, etc., hasta que el protagonista choca sin desearlo y otros comienzan a imitar el chocar y comienzan a sentir algo. Sienten comenzar a sentir algo. Se necesita sentir, como también se desarrolla en Crímenes del futuro, donde nadie siente dolor y se hacen todo tipo de cirugías plásticas; de labios, pómulos, hasta que una influencer se corta su cara para sentir.

Algunas palabras sobre la desesperación

La desesperación, esa eterna espera desesperada de la que los artistas, que siempre se adelantan, lograron plasmar en muchas de sus obras; El grito de E. Munch, que inicia el expresionismo, es sólo un ejemplo. El absurdo, de la mano de sus maestros como Ionesco y sus seguidores; S. Beckett fundamentalmente con Esperando a Godot (por dar apenas otro ejemplo)

En Más allá del principio del placer Freud se ve en la necesidad de diferenciar términos que se utilizan a veces como sinónimos, en su relación con el peligro. Presenta a la angustia como un estado de expectativa, caracterizado por la espera del peligro y la preparación ante lo desconocido, aunque vivido (angustia señal). Hay preparación. “No creo que la angustia pueda producir una neurosis traumática; en la angustia hay algo que protege contra el terror y por tanto también contra la neurosis de terror (susto). (Freud 1920, p. 13) Pero no es sólo angustia lo que producen las tecnologías. Al miedo lo define como el peligro que se dirige ante un objeto definido, particular y al terror o susto como una condición tiene que ver con un factor sorpresa, lo inminente, ante el cual no se está de ninguna manera preparado. La desesperación no es un terror manifiesto, pero lo contiene, de manera silente, y no permite reaccionar ni se emite otra defensa que la de la anestesia.

En las primeras elaboraciones teóricas de Breuer y Freud, nos encontramos con una condición que paraliza la vida psíquica e impide la abreacción (grupo psíquico separado). El terror sexual indica la irrupción de la sexualidad en la vida del sujeto y esto nos resulta de gran utilidad para pensar, con la necesaria distancia del anacronismo, al grooming.

En uno de sus ensayos literarios, escrito durante el segundo año de la guerra, Freud señala que la transitoriedad lo evanescente de la cultura, enaltece su valor y la restricción en la posibilidad del goce y que la “…la caducidad de lo bello y perfecto puede derivarse dos diversas mociones del alma. Una lleva al dolorido hastío del mundo… y la otra a la revuelta contra esa facticidad aseverada”. (Freud, 1915, p. 311)

Creo que la desesperación es una pregunta impronunciable ante el invisible horror de lo que perdura, de lo que permanece y de lo nuevo que se instala abruptamente y se hace eterno (ante lo que no se logra apreciar como transitorio) y mejor aún (o peor) lo naturalizado por ser general y vivido por la mayoría de las personas sin la posibilidad de visibilizar la exigencia que allí se esconde. Los vínculos digitalizados también implican multitud, un conglomerado de gente que también se naturaliza pero invisibilizado, ya que nadie andaría por la calle en ropa interior pero sí lo sube a sus redes, donde hay más gent. Al ser naturalizado, generalizado, el dolor más intenso, es fácilmente de solapar y más aún en un medio en el cual está prohibido mostrar otro tipo de emoción que la que se repite de manera obligada. “Es lícito aseverar [es contundente Freud al decirlo] que también la comunidad plasma un superyó… (Freud, 1930, p, 136) “El superyó de la cultura ha plasmado sus ideales y plantea sus reclamos”. (ídem 137)

Al mismo tiempo la desesperación, o se encuentra ligada a la agresión contenida o a la recibida. O ambas. El mandamiento de “ama a los demás como a ti mismo” dice Freud que es imposible de obedecer. “Se exige más, se produce en el individuo rebelión o neurosis, o se lo hace desdichado”. Y remata (y yo repito) con una exclamación; “¡Qué poderosa debe ser la agresión como obstáculo de la cultura si la defensa contra ella puede volverlo a uno tan desdichado como la agresión misma!”. (Ídem p. 138)

Ahora bien, ¿qué sucede ante el malestar que genera la neurosis, o incluso psicosis, pero del otro, anónimo, invisible e hiperpresente en la web? ¿Ser objeto del sujeto que necesita descargar lo que ni siquiera llegó a ser displacentero por estar más allá del principio del placer (y que se oculta en forma de una inicial seducción)? Podemos preguntarnos incluso respecto de ser objeto de un sujeto que somos nosotros mismos.

Los pacientes vienen a nuestro consultorio con un discurso que corresponde a una época. En la base misma de lo que hoy escuchamos se ausculta también el eco de lo naturalizado. O el sujeto contemporáneo está desesperado y, por lo tanto, agotado de/por su cultura, y esta es una antesala de un malestar que aún no se puede formular o efectivamente es la cultura la que agota la subjetividad de manera tal que la renuncia causante del malestar actual es ante pulsiones más poderosas y destructivas que antes.

La velocidad que propone la inmediatez esconde una agresividad que produce ansiedad (o depresión) y que a veces conduce al estallido de la compulsión de vivir emociones intensas, algunas autoeróticas, otras agresivas (como las autolesiones -no desligadas necesariamente del masoquismo-). Marcas en el cuerpo, como el cutting (por ejemplo), que hasta hace poco no existían y hoy forman parte del cuerpo que forma internet, y muchas veces es puesto en acto tras lo insoportable (compartido). Ese -me da paja-, que escuchamos y parece estar fijado a algo (abúlico) de lo cultural, a algo que se repite y de manera compulsiva y que habla en masa[11]. Pero la abulia es una palabra que cierra, ¿escuchamos (en el mejor de los casos) más allá de ese discurso, que podría hablar del onanismo y el placer agotador de la exigencia de lo autoerótico? Páginas pornográficas, pero de dibujos animados, en las que la sexualidad queda cada vez más lejos. Interpretar así también sería dejarnos arrastrar por una forma discursiva general, un psicoanálisis aplicado.

Por otro lado, el NMDA, la droga llamada (paradójicamente) pastilla social, genera que se baile solo en las fiestas electrónicas. El incremento de la prescripción de antidepresivos, otro objeto de consumo, ya en todos los rangos etarios, no sólo por parte de psiquiatras sino fundamentalmente del puño de clínicos, cardiólogos, neurólogos…

Los síntomas de la vieja neurastenia reaparecen y se ocultan detrás de la promesa absolutamente inmediata y en esa forma de mostrarnos lo más lejos de lo que somos; en las redes sociales y, por añadidura, en las aplicaciones de encuentros. Este golpe agudiza la soledad. El individualismo que por lejos le gana al lazo.

¿Un cambio del deseo hacia el ideal? El desarrollo del yo, en tanto desviación del narcisismo primario por desplazamiento de la libido, parece estar avasallado por el Ideal del yo (como heredero del narcisismo según postula Freud en 1915) y, fundamentalmente, el yo ideal, que empuja a ciertos jóvenes de Japón (por ejemplo) a caer de la escena social. Antes Japón, había logrado crear a Godzilla[12] -un monstruo mutante producto del miedo de los japoneses ante el horror y producto de la radiación-, una protesta y elaboración a través de la sublimación. Hoy no se logra sublimar por ser tan alto el ideal y parece que éste genera tanto o más daño que las bombas atómicas que crearon al monstruo. Las imposibilidades de entrar a la universidad, lo irrealizable, parece arrojarlos (en masa y con una tasa que supera a varias ciudades), como sucedía en la antigua Grecia con los niños que “no servían” por defectuosos, al abismo.

La pérdida de la intimidad, las profundas heridas narcisistas tras el debilitamiento del sentimiento del yo, la soledad tras la falta de empatía y solidaridad. Lo viral, en tanto metonimia instalada de enfermedad, de abulia, anhedonia y, fundamentalmente, la desesperación (algo mucho más grande más que la ansiedad), se encuentran íntimamente ligadas y asociadas por los pacientes mismos a los usos de las nuevas tecnologías. Por otro lado, se ha creado un arsenal tan grande de palabras nuevas para denominar los nuevos fenómenos, tantas que quien no las maneja cree entender que vive cierta amenaza existencialista, que si bien no es así muchos expresan su miedo haciendo referencia a la ya clásica película Terminator.

Hoy el uso del teléfono celular es necesario, no cabe duda, pero se lo utiliza para cualquier cosa menos para conversar (redes sociales, Apps de citas, aplicaciones bancarias, facturas de la AFIP, recetas médicas, etc.).

Estamos pegados a la web, que en su traducción directa hace referencia a la telaraña, una red de hilos, a través de los cuales las arañas trasmiten señales eléctricas y se comunican. Porque los animales se comunican, pero nosotros, al estar mediados por la palabra, y ahora por la imagen, y todo lo mencionado hasta ahora (incluso lo que queda aún por investigar) resulta casi imposible un encuentro genuino con otros, incluso con el propio yo.

Estamos expuestos y lo enfrentamos dependiendo de los recursos libidinales y narcisistas que tengamos (en el mejor de los casos), pero con discursos nuevos que merecen ser escuchados más allá. Quizás con la muerte de los dioses, incluso la muerte del dios, la postmodernidad ha construido otro Dios, llamado internet, un tejido social de la subjetividad diferente que hace necesario que el castigo nazca una vez más desde afuera y también desde adentro, como un castigo por el castigo mismo.

Cambia así la cultura y al mismo tiempo la construcción subjetiva y su modelo de vivir, sentir y hablar.

Notas

[2]en su libro, junto a Gustavo Dessal, El retorno del péndulo. Sobre psicoanálisis y el futuro del mundo líquido (2014)

[3] también menciona “sustancias embriagadoras que nos vuelvan insensibles a ellas”. (ibidem)

[4] Como se expone en casi todos los capítulos de la serie de Netflix; Black Mirror.

[5]También existen quienes sí tienen identidad, pero se muestran de manera muy diferente de lo que son.

[6] El subrayado es mío.

[7]Aunque esta expresión es más conocida por el Reality Show, que lleva su nombre.

[8]Ella (Her), es una película escrita y dirigida por Spike Jonze y protagonizada por Joaquin Phoenix.

[9] Freud, S. (1911) “Sobre un caso de paranoia descrito autobiográficamente” (caso Schreber),

[10] Como el Bird Box Challenge y el Dolly Parton Challenge.

[11] Si homologamos la “anhedonia”, la “adinamia” o la “abulia” a la adolescencia (antes lo hacíamos con la esquizofrenia) no escuchamos al adolescente.

[12]Su autor es Tōhō.

Bibliografía

Bauman, Z.; Dessal, G. (2014): El retorno del péndulo. Sobre psicoanálisis y el futuro del mundo líquido. Buenos Aires, Editorial Fondo de Cultura Económica. 2014,

Bion, W: R; (1966): Sobre la arrogancia. En Volviendo a pensar. Editorial Lumen-Hormé. 1996.

Freud, S. (1950 [1895]): Proyecto de psicología para neurólogos. En Sigmund Freud. Obras Completas. Vol. I. Buenos Aires, Editorial Amorrortu. 2005

Freud, S. (1911): Sobre un caso de paranoia descrito autobiográficamente”. En Obras Completas. Vol. XII. Buenos Aires, Editorial Amorrortu. 2005.

Freud, S. (1915): La transitoriedad. En Obras Completas. Vol. XIV. Buenos Aires, Editorial Amorrortu. 2005.

Freud, S. (1920): Más allá del principio del placer. En Sigmund Freud. Obras Completas. Vol. XVII. Buenos Aires, Editorial Amorrortu. 2005.

Freud, S. (1930): El malestar en la cultura. En Sigmund Freud. Obras Completas. Vol. XXII. Buenos Aires, Editorial Amorrortu. 2005.    

Autor:

Ezequiel Achilli, APdeBA

Descriptores: ANSIEDAD / ATAQUE DE PANICO / HOSTILIDAD / MEDIOS DE COMUNICACION

Candidato a Descriptor: REDES SOCIALES

Directora: Lic. Meygide de Schargorodsky, Roxana

Secretaria: Dra. Tripcevich Piovano, Gladis Mabel

Colaboradores: Lic. Felman, Fanny Beatriz, Dr. Corra, Gustavo Osvaldo

ISSN: 2796-9576

ISSN: 2796-9576

Los descriptores han sido adjudicados mediante el uso del Tesauro de Psicoanálisis  de la Asociación Psicoanalítica Argentina

Presidenta: Dra. Rosa Mirta Goldstein
Vice-Presidente: Lic. Azucena Tramontano
Secretario: Lic. Juan Pinetta
Secretaria Científico: Dr. Marcelo Toyos
Tesorera: Dra. Mirta Noemí Cohen
Vocales: Lic. Laura Escapa, Lic. Jorge Catelli, Lic. Silvia Chamorro, Mag. Perla Frenkel, Lic. Gabriela Hirschl, Lic. Silvia Koval, Lic. Liliana Pedrón