La cultura On-Life. Una clave para comprender la subjetividad de la época
Abril-Agosto - ISSN 2796-9576
Ensayos psicoanalíticos

Inteligencia artificial en el diván: el psicoanálisis en la era digital

Jorge Catelli
Jorge Catelli

Jorge Luis Borges escribió una vez que vivir en una
época de grandes peligros y promesas es experimentar
tanto la tragedia como la comedia, con “la inminencia
de una revelación” en la comprensión de nosotros
mismos y del mundo. Hoy nuestros supuestos avances
revolucionarios en inteligencia artificial son de hecho
motivo de preocupación y optimismo.

Chomsky, N. (2023)

1. "Apocalípticos e integrados" o las resonancias de Eco en nuestro tiempo.

Sesenta años atrás Umberto Eco (11964) presentó una reflexión que sigue teniendo resonancias de actualidad, sobre la relación entre la cultura de masas y la cultura "elitista". Allí analiza reacciones y posturas de distintos sectores de la sociedad, frente a la expansión de los medios de comunicación de masas y el impacto de estos en la cultura, en tiempos precedentes a las redes sociales y la realización de las inteligencias artificiales, imaginadas otras tantas décadas antes de aquélla obra.. Eco articula su análisis a través de dos ideas principales: los "apocalípticos" y los "integrados", que representan dos respuestas opuestas a las culturas populares emergentes. Eco ofrece en análisis la complejidad del fenómeno en cuestión.
Los "apocalípticos" son aquellos intelectuales y críticos que perciben la cultura de masas como una amenaza a la autenticidad, la profundidad y la integridad de la cultura tradicional. Para los apocalípticos, la expansión de los medios de comunicación de masas —como fueron en su momento la televisión, el cine y la música popular— representa una forma de degradación cultural. Desde esta perspectiva, se plantea la proliferación de los medios masivos como un riesgo de que éstos conduzcan a la homogeneización de la cultura, promoviendo una uniformidad global que elimina las diferencias y tradiciones locales. Algo de lo que posteriormente se conocería como la "globalización". Me resulta particularmente interesante que, en esa obra, aparece la manipulación ideológica que estos medios pueden generar, viéndolos como instrumentos de control social utilizados por el poder dominante para mantener su hegemonía. Basta repensar los hechos de la actualidad, para tener un contrapunto entre Orwell y Eco, en una visión anticipatoria de las situaciones actuales que surgen en medio de campañas publicitarias de candidatos presidenciales de importantes Estados del mundo, armadas en función de algoritmos, "a medida" del usuario de las redes. La crítica de los apocalípticos está planteada, en términos de Eco, con una nostalgia conservadora, signada por una era en la que la cultura de élite era un refugio exclusivo de la alta intelectualidad, y considerando que la cultura de masas diluye el valor de la creación artística y el pensamiento crítico. Todo parecería poco, al lado de los hechos de nuestra época.
Eco señala que esta postura no es completamente falsa, pero también es reduccionista y anacrónica. En lugar de ver la cultura popular como una simple degeneración de la cultura alta, Eco sugiere que la cultura de masas es un fenómeno complejo, con múltiples facetas que requieren una mirada más matizada.
Por otro lado, los "integrados" son aquellos que ven los mismos fenómenos, de manera positiva, considerándola un fenómeno natural y positivo dentro de una sociedad democrática y moderna. Desde esta posición, la tendencia es aceptar sin reservas la expansión de los medios masivos y su impacto en la vida cotidiana. Los integrados consideran que los medios de comunicación de masas son instrumentos democráticos que permiten una mayor participación de la población en la cultura, haciendo que las expresiones artísticas y culturales sean accesibles a un público más amplio.
Eco describe a los integrados como personas que abrazan la cultura popular sin crítica, aceptando su capacidad para proporcionar entretenimiento y una forma de identidad colectiva. La idea central de este enfoque es que la cultura de masas no debe ser rechazada, sino que debe ser aceptada como una extensión de los cambios de época y las tecnologías, cuyas implicaciones sociales y culturales son inevitables. Para los integrados, la democratización de la cultura es un valor positivo, ya que permite a los individuos acceder a contenidos culturales que, de otro modo, estarían reservados para una élite.
Sin embargo, Eco también señala los peligros de esta postura. Al aceptar sin cuestionamiento la cultura de masas, los integrados pueden convertirse en defensores del statu quo, sin ser conscientes de las dinámicas de poder y control que subyacen en los medios masivos. En lugar de cuestionar el papel de los medios de comunicación en la construcción de la realidad, los integrados tienden a verlos simplemente como vehículos neutrales de información y entretenimiento.
Umberto Eco rechaza tanto el pesimismo de los apocalípticos como el optimismo acrítico de los integrados. A través de su análisis, Eco propone una visión más equilibrada y compleja de la cultura de masas. En algún sentido, Eco le da una lectura "foucaultiana" a esta polaridad que él mismo plantea, como fenómeno que refleja las tensiones y contradicciones de la sociedad contemporánea, sin decirlo, mostrando una tensión en relación con una disputa del poder invisibilizado en esas posiciones.
Uno de los puntos centrales de su argumento es que la cultura de masas no es simplemente un reflejo de la alienación y el control social, como sugieren los apocalípticos, ni es un ejemplo de progreso democrático, como sugieren los integrados. Más bien, Eco ve la cultura de masas como un espacio ambiguo, en el que convergen tanto la explotación comercial como la creación genuina de significados culturales. Los medios de comunicación no son solo instrumentos de manipulación, sino que también pueden ser vehículos de resistencia y creatividad.
Según la perspectiva de Noam Chomsky ​(2023), por un lado hay optimismo porque la inteligencia es el medio por el cual resolvemos problemas. También hay preocupación, porque tememos que la variante más popular y de moda de la IA, el aprendizaje automático, "degrade nuestra ciencia y degrade nuestra ética al incorporar a nuestra tecnología una concepción fundamentalmente errónea del lenguaje y el conocimiento." Es para él, a la vez cómico y trágico, "como hubiera podido señalar Borges, que se concentre tanto dinero y tanta atención en algo tan insignificante", algo tan trivial en comparación con la mente humana, que, gracias al lenguaje, en palabras de Wilhelm von Humboldt, puede hacer un "uso infinito de medios finitos", creando ideas y teorías de alcance universal.
Eco también subraya la capacidad de los medios de comunicación de masas, hoy infiltrados entre las manos de cada ciudadano, en la cartera de la dama y en el bolsillo del caballero, para generar nuevos lenguajes y formas de expresión cultural. Aunque estos medios a menudo se caracterizan por la simplificación y la estandarización, también abren nuevas posibilidades para la participación cultural, especialmente en un contexto donde la globalización y la tecnología están transformando rápidamente las estructuras sociales y culturales. La cultura de masas, en este sentido, no es algo monolítico ni homogéneo, sino un campo en el que interactúan múltiples influencias y actores.
Treinta años después de "Apocalípticos e integrados", Eco (1995) en tiempos del fax, ya citaba la sobreinformación, como un exceso de la época. Ese exceso sería retomado en otras notas, aún al final de su vida (Cf. Eco, 2013) como un estado paradojal en que la sobreabundancia de la información podría producir una cierta confusión respecto de quien deseara tener acceso a la misma, quedando saturado por ese océano papel desplegado (en tiempos de los rollos del papel termosensible de los faxes) y sobreabundancia de bites e información, posteriormente, en tiempos de internet. Quedaría puesto el sujeto del lado de quien debe operar con un saber desplegado en una periferia simbólica y virtual. El conocimiento ya no está centralizado en la biblioteca que acumula saberes, o en los aprendizajes que enriquecen el acervo subjetivo, sino en una periferia de la red, para la que el sujeto requiere ahora otras competencias para poder disponer de esos saberes, tales como "saber ir a buscar" o "saber ofrecer los prompts correctos para las búsquedas y creaciones de las inteligencias artificiales".
En una reciente conversación pública con la psicoanalista francesa, Élisabeth Roudinesco, en el contexto del 62do. Simposio de Psicoanálisis de la Asociación Psicoanalítica Argentina y el 52do. Congreso de Psicoanálisis de APA 2024, al consultarla en relación con las nuevas tecnologías y las "inteligencias artificiales", se confesó como alguien que "no es apocalíptica", haciendo referencia a una pregunta que le hiciera en ese contexto, respecto del psicoanálisis, las nuevas tecnologías y las inteligencias artificiales. Puso, a propósito de esta pregunta, el ejemplo de que la invención del automóvil no impidió que los seres humanos siguieran caminando, si bien la discusión posterior fue si actualmente caminamos más o menos que antes. Pero el punto planteado mostró una actitud plenamente optimista en relación con las inteligencias artificiales y las tecnologías.
Otro tema importante para Eco es la relación entre los medios de comunicación y la ideología. Ambos apocalípticos e integrados tienden a simplificar la función de los medios de comunicación, pero Eco destaca que los medios no son simplemente una herramienta de manipulación ideológica (como sugieren los apocalípticos), ni son neutrales o democráticos por defecto (como sostienen los integrados). En realidad, los medios de comunicación son sistemas ideológicos complejos que no solo difunden contenido, sino que también estructuran la manera en que entendemos la realidad. ¡Y vaya si la estructuran, si son de amplia eficacia en cierta "publicidad a medida" para las elecciones, no sólo del próximo destino turístico, sino también de quién conducirá el destino de los Estados!
La posición visionaria que señala Eco, radica en el poder de los medios en su capacidad para crear y difundir representaciones del mundo, influir en la opinión pública y establecer marcos de referencia que afectan el comportamiento social. Eco propone un desafío aún mayor que la mera crítica y cuestionamiento, para poder pasar de la denuncia superficial de la manipulación y al abordaje de las estructuras de poder, que controlan y producen los contenidos. Una vez más, un poder, al estilo de los argumentos de Foucault (Cf. 1975), cuya eficacia radica en la invisibilización del mismo, es productivo, relacional, que disciplina, modela comportamientos, normaliza y genera subjetividades.

2. ¿"De animales a dioses"?

El tajante abismo entre "mundo animal" y "mundo humano", estudiado desde la antropología hasta la psicología, desde la filosofía hasta la biología, encuentra hoy un fuerte cuestionamiento en el mundo de las ciencias y de los discursos científicos. Aquél "universo simbólico" planteado por Cassirer, (1972), como esa nueva dimensión de la realidad, en que su avance provocaba el retroceso de la "realidad física", queda ahora puesta en cuestión, ya no más como ese abismo tajante y definitorio. Hoy, por cierto, se plantean cuestiones respecto de la transformación de la humanidad en una especie casi divina (Harari, 2015) al plantearse que, a lo largo de la historia, los seres humanos se han centrado en superar los tres grandes problemas que dominaron su existencia durante milenios: la guerra, la peste y la hambruna, pero que sin embargo, el progreso tecnológico y científico ha logrado reducir enormemente estos problemas en las últimas décadas. La esperanza de vida ha aumentado significativamente, las enfermedades infecciosas han sido controladas, y la alimentación es más abundante que nunca. Esto, según Harari, ha permitido a la humanidad cambiar su enfoque hacia nuevos objetivos, mucho más ambiciosos: la inmortalidad, la felicidad y la divinidad.
Harari sostiene que, en lugar de intentar sobrevivir y mejorar las condiciones de vida, la humanidad ahora busca trascender las limitaciones biológicas de la especie. Este deseo de "superar la muerte" y "crear la felicidad" implica que los humanos buscan convertirse en "dioses", adquiriendo poder sobre la vida, la mente y el cuerpo. La tecnología y la ciencia, por lo tanto, se convierten en las herramientas que permitirán la próxima fase de la evolución humana, en la que los seres humanos pueden modificar su genética, aumentar su inteligencia y quizás incluso lograr la inmortalidad. No es poca cosa pensar que las inteligencias artificiales se han "metido" en el universo de las creaciones humanas, como la música o la pintura, en medio de lo cual se abren dilemas interesantes en relación con cuestiones tales como la autoría, los derechos de autor y las dimensiones éticas que conciernen a creaciones que simultáneamente son "ordenadas" por los humanos, pero con decisiones en esos productos, realizados por tales sistemas operativos (Cf. González, O. 2023)
Harari argumenta que, en el siglo XXI, el humanismo se ha consolidado como la religión dominante en el mundo, desplazando a las religiones tradicionales. El humanismo postula que el ser humano es el centro del universo, y que la vida humana tiene un valor intrínseco. ¿Una nueva "ilusión" en el sentido freudiano? En este contexto, los avances tecnológicos se justifican por su capacidad para mejorar la calidad de vida humana. A través del capitalismo, las innovaciones científicas y tecnológicas se comercializan para que todos, al menos en teoría, puedan beneficiarse de ellas. El progreso humano, impulsado por la búsqueda de la felicidad y la salud, está profundamente vinculado a la expansión del capitalismo global, que asegura que el progreso no solo es posible, sino que también es lucrativo. Las desigualdades sociales, económicas y políticas continúan siendo barreras significativas para el acceso a los beneficios de la tecnología, lo que puede dar lugar a una nueva era de "superhumanos" y "subhumanos" (Harari, 2015). Aquellos con acceso a las tecnologías de vanguardia podrían vivir vidas más largas, saludables e incluso mejoradas, mientras que los más desfavorecidos podrían quedarse atrás, creando una nueva clase de "desclasados" y "ineficientes", en una nueva categoría de analfabetismo de época.
Sin embargo, Harari también señala que este vínculo entre el capitalismo y el humanismo tiene sus problemas. La promesa de la felicidad universal y el progreso perpetuo está lejos de ser alcanzada por todos los seres humanos: nada de lo que no hayamos aprendido con Freud respecto de las renuncias pulsionales y el costo del malestar en la cultura. El sufrimiento y las guerras, la tensión entre las renuncias en los deseos subjetivos y las regulaciones civilizatorias, lejos del alcance de la felicidad en los seres humanos, son más bien el genuino producto de la liberación de pulsión de muerte, por la desmezcla pulsional.

3. De renuncias, futuros y mundos posibles.

Las mutaciones actuales en la vida cotidiana, el impacto en las sociedades, entramadas ahora con las nuevas tecnologías y, en particular con las inteligencias artificiales, despiertan diversas inquietudes, preocupaciones respecto de nuevas exclusiones de índole laboral y ocupacional, siguiendo con las admoniciones citadas en el apartado anterior. Aún la interrogación en relación con el futuro de los profesionales de la salud mental, con la pregunta acerca de una posible sustitución virtual de psicoanalistas y psicoterapeutas en un horizonte incierto, en un futuro precarizado y de prescindencia de quienes hoy nos ocupamos en el mundo del sufrimiento psíquico de los sujetos.
Harari (2015) predice que la IA y los algoritmos avanzados tendrán un papel crucial en los próximos años, no sólo en la automatización de trabajos manuales y repetitivos, sino también en áreas complejas como la toma de decisiones, la medicina, el derecho y la política. Los avances en IA y aprendizaje automático permitirán a las máquinas superar a los humanos en tareas cognitivas, desde la conducción hasta el diagnóstico médico, lo que podría llevar a la obsolescencia de millones de empleos y transformar la estructura económica y social global.
El impacto de la IA en el empleo plantea preguntas fundamentales sobre el valor del trabajo humano en un mundo donde las máquinas pueden hacerlo todo más rápido y de manera más eficiente. Esto sugeriría que tal estado de las cosas llevará a una redefinición de lo que significa ser humano. Si las máquinas se encargan de todo el trabajo, ¿cuál será el propósito de los seres humanos? Harari se pregunta si será el ocio una parte central de la vida humana. Y yendo un paso más allá aún, si las máquinas controlan la economía, ¿quién se beneficiará de sus avances? Estas preguntas no sólo son filosóficas, sino también políticas, y algunas de las posibles respuestas, plantean el desafío potencial para la humanidad, debiendo encontrar nuevas formas de distribuir los recursos y el poder.
La biotecnología y la ingeniería genética ya han abierto caminos para alterar la biología humana. Es sólo la ética la que detiene estas acciones potenciales de un mundo posible de humanos modificados genéticamente. A medida que la ciencia avanza, la posibilidad de "diseñar" seres humanos a través de la manipulación genética o de "mejorar" las capacidades físicas y mentales de los individuos se vuelve más probable. Harari menciona el potencial de la edición genética (como CRISPR) para erradicar enfermedades hereditarias y mejorar características humanas, como la inteligencia, la fuerza o la longevidad.Resulta estremecedor, tanto como los experimentos nazis durante la segunda guerra mundial, lo que permiten vislumbrar estos presuntos avances que, tal como fue mencionado más arriba, pensar en esa "mejora de la especie" presenta enormes dilemas éticos y sociales. Si la modificación genética se convierte en una opción, ¿quién decidirá qué características son deseables y qué modificaciones son aceptables? Y por otro lado, ¿qué pasará con las personas que no tengan acceso a estas tecnologías de mejora? La creación de una "sociedad de los superhombres" podría generar nuevas formas de desigualdad y discriminación. Además, la manipulación genética también plantea la cuestión de si realmente deberíamos alterar los "fundamentos" de la naturaleza humana, o si la búsqueda de la perfección podría llevar a la pérdida de lo que hace a los humanos verdaderamente humanos, la falla, la castración en tanto falta.
Se plantea también, casi como en una serie ¿de ficción?, tipo "Black Mirror" la idea de que la conciencia misma pueda ser aislada como producto de la tecnología, independientemente de la tecnología, en función de las proyecciones que permiten conjeturar las interfaces cerebro-computadora, articulada con los avances de las neurociencias. Las tecnologías emergentes , siguiendo las ideas de Harari, podrían permitir a las personas aumentar sus capacidades cognitivas, integrar sus cerebros con máquinas o incluso transferir sus conciencias a plataformas digitales. Esta transformación radical de la mente humana podría marcar el fin de la "naturaleza humana" tal como la conocemos, ya que la conciencia misma podría convertirse en un producto de la tecnología, independientemente de la biología. Según Sadin (p. 19) "a estructura del cerebro, hecha de neuronas, de sinapsis, de conductores eléctricos, de redes de transmisión, se convierte en el parangón a duplicar."
Harari trae el concepto de Homo Deus en tanto posibilidad ficcional con perspectivas de horizonte realizable, de creación de seres humanos que superen las limitaciones biológicas y mentales que definen nuestra especie, con las consecuencias imprevistas y peligrosas que esto podría tener, entre otras, la potencial pérdida de la capacidad de sufrir, la empatía y la búsqueda de significado. Nos cabe preguntarnos si esta dimensión de eliminación de la castración es posible, como intento de realización de un deseo de completud, como horizonte sin castración, más allá de la posibilidad de mejoras de la vida de los seres humanos.

4. De atribuciones, transferencias e identificaciones.

La realización del pensamiento del genial Alan Turing, quien tuvo un papel central durante la segunda guerra mundial, logrando descifrar los códigos nazis, particularmente los de la máquina Enigma, y habiendo sido durante un tiempo el director de la sección Naval de Bletchley Park. Se ha estimado que su trabajo acortó la duración de esa guerra entre dos y cuatro años, ya que permitió "leer" los mensajes codificados que se enviaban las tropas nazis, pudiendo de este modo, anticipar sus maniobras y, de este modo, saber por dónde se moverían, para configurar las defensas y ataques de los aliados. Para finales de 1939, Turing prestaba servicios a la Sede de Comunicaciones del Gobierno del Reino Unido, que se encontraba entre las filas de países aliados en la Segunda Guerra Mundial. Junto a su amigo y matemático Gordon Welchman, desarrollaron la contraofensiva tecnológica que permitió a los aliados descifrar el código con el que los alemanes trazaban sus estrategias. (Cf. National Geographic, 2023) Tal como señalaba en otras publicaciones (Catelli, 2024 l)
Tras la guerra, diseñó uno de los primeros computadores electrónicos programables digitales en el Laboratorio Nacional de Física del Reino Unido y poco tiempo después construyó otra de las primeras máquinas en la Universidad de Mánchester.
En el campo de la inteligencia artificial, es conocido sobre todo por la concepción del desafío de Turing (Rivière, p. 47), también es conocida "la máquina de Turing", un criterio según el cual puede juzgarse la inteligencia de una máquina si sus respuestas en la prueba son indistinguibles de las de un ser humano. Vale decir, en operaciones simples, (en principio simples, ya que hoy nos encontramos con una evolución que va por la fase IV de la AI) un sistema algorítmico que permitiese hacer dudar si quien lo realiza es una máquina o un ser humano.
La capacidad humana de atribuir una intencionalidad al otro y, a su vez, una mente a los objetos (Riviére, p. 147), ese llamado "mentalismo", permite generar una efecto empático por el "trabajo psíquico de la identificación" (Cf. Catelli 2023 e), a la cual contribuyen ampliamente las inteligencias artificiales. Hoy en día, las máquinas no sólo "piensan", sino que se "anticiparían a nuestro pensamiento". Un atisbo de un deseo, una búsqueda en nuestros dispositivos o incluso mencionar alguna intención de consumo, ya sean viajes, destinos turísticos o vacacionales, libros, propiedades, automóviles u otros, permiten al algoritmo iniciar una búsqueda para ofrecernos en la próxima conexión con nuestras redes sociales o con la publicidad "casual" que aparecerá en nuestro buscador. Claro que es una metáfora de la mente: se trata de la metáfora "mente / ordenador", al decir de Riviére (p. 93). Los algoritmos, efectivamente, pueden lograr anticiparse a una conducta humana, avizorar una intención, a partir del estudio sistemático de nuestras conductas, de nuestras elecciones online, de nuestros "taps" sobre las pantallas de nuestros dispositivos digitales e incluso en función de la cantidad de segundos o fracciones de segundos que nos detenemos en tal o cual "posteo". Son los algoritmos que se nutren a través de los dispositivos electrónicos con los que convivimos y que ya son parte de una extensión de nuestros cuerpos y de nuestros sentidos. Buscar una palabra en el buscador o escribirla en una red social o en un intercambio virtual, alimentan la lectura del algoritmo de "una cierta intención". Algo de la subjetividad queda allí como una construcción hipotética, para entonces recibir ofertas de pasajes, diversos vuelos hacia esa ciudad, hoteles e incluso otros servicios vinculados con ese potencial destino. La suposición proviene ahora de la máquina. La atribución es ahora desde la máquina hacia el sujeto en una intervención que irrumpe y despierta paranoias y sospechas.
Allí, en la construcción de la hipótesis, no hay un sujeto (humano, valga la redundancia) comentando nuestra última conversación o nuestro último recorrido cargado al GPS, sino un algoritmo, que puede hacernos decir "me están escuchando", como si efectivamente se tratara de un sujeto "escuchando". Vale decir, se confunde eficazmente, el logro del algoritmo, que "computa" datos y logra efectos de "pensamiento", haciendo creer en un otro que está allí pensando o escuchando o proponiendo, también con una intencionalidad. En este caso, la intención originaria, podría ser de algún operador turístico de promover su actividad, sin embargo, con cada quien que nombra un viaje a una ciudad, lo que se activa es un algoritmo, como una serie de instrucciones que eficazmente desencadenan una serie de suposiciones de esa "inteligencia artificial", en función de lo cual hace ofertas "suponiendo una intención". Ese último rasgo, suponer una intención, es eminentemente humano. Es la distinción clave en la psicología humana, a partir de la cual, se puede suponer una intención en el otro, pero a su vez, recursivamente, también pensar que el otro piensa que yo pienso lo que yo pienso que el otro piensa ...y así ad infinitum. Es algo así como el juego de "en qué mano está" de la infancia. Pensará que está en la derecha, por lo tanto la pongo en la izquierda, pero si piensa que yo pensé esto, la dejaré en la derecha... y así sucesivamente.
Este nivel de recursividad es el que aún está en juego en los desarrollos de la IA. Con esto, fenómenos propios de las psicoterapias, como el vínculo inicial de la empatía, la comprensión en resonancia con el otro, para entender sus afectos predominantes, las vivencias no recordadas, pero sí actuadas, no han sido logradas de reemplazar -aún- por estos sistemas algorítmicos.
Desde el psicoanálisis, contamos con diversos elementos cruciales de nuestro corpus teórico clínico, para el tratamiento de nuestros analizantes, en que se ponen múltiples factores en juego, a través de los cuales se resignifican hechos de la historia de ese sujeto y que reconfiguran la subjetividad en un pasado hecho actual en las vivencias del presentes, pero olvidadas sus raíces en su historia subjetiva y personal. Esto tiene el nombre de "inconsciente". La lectura de lo inconsciente, su interpretación en relación con las asociaciones de quienes nos consultan, contemplando factores como la regresión y la transferencia (otros conceptos cruciales del psicoanálisis) son hasta ahora inaccesibles para ser hilados en los actuales desarrollos de las IA. ¿O tal vez no? Hasta aquí llegan mis posibles hipótesis. La película de Jonze "Her", de 2013, muestra a un hombre melancólico, taciturno y en duelo luego de una separación, enamorándose de un sistema operativo. Es una ficción que tiene once años, al momento en que estoy escribiendo este artículo. Once años en que la revolución en las tecnologías, las comunicaciones y las inteligencias artificiales se han desplegado exponencialmente. Her, ¿una realidad ficcional posible?
La transferencia, eje conceptual y técnico de nuestro psicoanálisis, por ejemplo, es la concepción de algo que ocurre en el lazo entre el analista y su analizante, que el analista debe colegir, a partir de los relatos y las acciones del analizante, para luego, buscando el lenguaje propio de ese sujeto, y el momento adecuado, se pueda ir acercando a algún tipo de interpretación, que muestre ese "recuerdo hecho actos", vale decir, algo que no se recuerda con palabras ni con imágenes, sino con una renovada vivencia que conduce la acción. Algo de lo más actual que jamás es actual.
Tengo serias dudas que esta dimensión de lo inconsciente pueda ser alcanzada por las inteligencias artificiales, sin embargo, hoy en día ya existen lo que los que provenimos de la psicología llamamos, no sin desdén "enlatados". Vale decir, una versión algorítmica y digitalizada de las antiguas baterías de tests de personalidad, psicodiagnósticas e incluso de orientación vocacional. Hoy en día, los psicoanalistas estamos siendo interpelados por quienes alzan las voces de la posibilidad de ser reemplazados por las tecnologías de AI. No podemos dejar de pensar y responder a estas interpelaciones, primero en términos de la ética de nuestra escucha de los sujetos que sufren (Cf. Catelli, 2024 l). Del mismo modo, en relación con el lazo social, la empatía ante el dolor con el que tratamos y el núcleo de nuestra práctica, en regresión, que es la escena transferencial, actuada sin ser sabido por el sujeto de la consciencia.
Por el momento, nada de esto lograría ser captado por los programas de AI. El resultado habitual de un programa puede ser muchas veces bastante eficaz, pero sin la técnica del terapeuta, es normalmente vivido como algo ajeno, desprovisto del compromiso subjetivo del encuentro con un otro (en este caso el terapeuta) o como una mera sorpresa si "coincide" con el pensamiento consciente de representación de sí del sujeto consciente, o de decepción, ante la ajenidad del resultado.
Seguiremos alimentando y aprovechando estos avances de las tecnologías, que no son más que isomórficas a nuestro propio pensamiento, que las ha creado, intentando sostener el cuestionamiento y el pensamiento, en relación con nuestro arte y ciencia del psicoanálisis, nuestra clínica, nuestra escucha de lo inconsciente y nuestra ética.

Bibliografía

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Catelli, J. E.,(2023 e). Psicoanálisis, biopolítica y desencuentro: Acerca de las coordenadas del sujeto y la subjetividad. Testimonio de una práctica "en la línea de fuego". Revista, 80(12), 192-207.
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Sadin, E. (2020). La inteligencia artificial o el desafío del siglo: Anatomía de un antihumanismo radical (M. Martínez, Trad.). Editorial Caja Negra.

Autor:

Jorge E. Catelli, APA

Directora: Lic. Meygide de Schargorodsky, Roxana
Secretaria: Dra. Tripcevich Piovano, Gladis Mabel
Colaboradores: Lic. Felman, Fanny Beatriz, Dr. Corra, Gustavo Osvaldo

ISSN: 2796-9576

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Los descriptores han sido adjudicados mediante el uso del Tesauro de Psicoanálisis  de la Asociación Psicoanalítica Argentina

Presidenta: Dra. Rosa Mirta Goldstein
Vice-Presidente: Lic. Azucena Tramontano
Secretario: Lic. Juan Pinetta
Secretaria Científico: Dr. Marcelo Toyos
Tesorera: Dra. Mirta Noemí Cohen
Vocales: Lic. Laura Escapa, Lic. Jorge Catelli, Lic. Silvia Chamorro, Mag. Perla Frenkel, Lic. Gabriela Hirschl, Lic. Silvia Koval, Lic. Liliana Pedrón