Intersecciones con Ciencias Sociales - Los Archivos y la Inteligencia Artificial: Contracara y Aliados en la Era Digital Una Mirada desde el Psicoanálisis y la Vida Cotidiana (1)
Introducción
A lo largo de la historia, la humanidad ha ideado múltiples estrategias para almacenar y transmitir el conocimiento, desde las primeras inscripciones en piedra y los manuscritos medievales hasta la digitalización masiva que define el siglo XXI. Este impulso responde a un deseo profundo de preservar la memoria y garantizar su accesibilidad, una constante que refleja la necesidad de continuidad histórica y comprensión colectiva. Freud (1930) señalaba que la cultura implica un malestar estructural para el sujeto; hoy podemos preguntarnos: ¿qué tipo de malestar produce la digitalización del saber? ¿Qué sucede con la verdad cuando el conocimiento es generado por sistemas automatizados y no por una experiencia humana arraigada en la historia?
La irrupción de la inteligencia artificial (IA) en las últimas décadas introduce una transformación radical en este proceso, planteando interrogantes fundamentales sobre la naturaleza de la memoria, la subjetividad y la verdad. ¿Qué significa este cambio desde una perspectiva psicoanalítica? ¿Cómo altera la IA la relación del sujeto con el saber, la verdad y la ficción en la vida cotidiana? Este artículo aborda estas cuestiones desde el marco teórico freudiano, enriquecido por las contribuciones de otros psicoanalistas que han reflexionado sobre la intersección entre técnica, memoria y subjetividad –como Green, Bollas, Tisseron, Chiozza y otros–, además examina las tensiones y sinergias entre la IA y los archivos en la era digital, integrando ejemplos concretos que ilustran estas dinámicas.
Los Archivos y la Memoria: Fundamentos Psicoanalíticos
Desde Freud, la memoria ha sido un pilar en la constitución del psiquismo humano. En su Proyecto de psicología para neurólogos (Freud, 1895), describe el funcionamiento de la memoria como un sistema de inscripciones neuronales que registran las experiencias del sujeto, un modelo que evoluciona en Más allá del principio del placer (Freud, 1920) con la metáfora del aparato psíquico como una "tabla de escritura" (Wunderblock) –una reminiscencia de la "carta mágica" platónica de Timeo– que retiene trazas mientras permite nuevas inscripciones. Los archivos, tanto en su forma física como digital, pueden entenderse como extensiones materiales de esta concepción: son sistemas organizados que registran y recuperan información, permitiendo al sujeto revisitar y resignificar el pasado.
Derrida (1995) subraya que este acto de archivar no es neutral; implica una selección que excluye, un ejercicio de poder que fija una narrativa particular del pasado y genera tensiones entre la historia oficial y las memorias individuales o marginales. Así, los archivos no solo conservan datos, sino que encarnan un deseo de preservar lo que define la identidad colectiva e individual, un anhelo que hoy se ve desafiado y, al mismo tiempo, potenciado por las capacidades de la IA.
La IA y la Subjetividad: Una Perspectiva Psicoanalítica
La IA, con su capacidad para procesar enormes volúmenes de datos en tiempo real y generar respuestas basadas en correlaciones estadísticas, representa un salto cualitativo en la producción y acceso al conocimiento. En la vida cotidiana de 2025, esta tecnología se ha integrado profundamente: desde asistentes virtuales como ChatGPT o Grok que ofrecen respuestas instantáneas a preguntas históricas o prácticas –como buscar una receta o verificar un dato–, hasta sistemas que clasifican documentos en instituciones con una precisión sin precedentes. Sin embargo, esta capacidad plantea interrogantes sobre la naturaleza de lo que produce. ¿Puede la IA, desprovista de un inconsciente en el sentido freudiano, replicar las dinámicas psíquicas que sustentan la memoria humana?
Freud (1900) concibe el inconsciente como un sistema de huellas mnémicas que escapan a la conciencia y retornan en síntomas, actos fallidos y sueños. La IA, en contraste, no posee deseo ni represión; su funcionamiento se basa en algoritmos que imitan patrones humanos sin una historia psíquica que los organice. La inteligencia artificial funciona con cálculos basados en probabilidades y no siente deseos ni se conecta con algo más grande, como lo hacemos nosotros. Mientras una persona recuerda u olvida cosas según su propia historia, la IA solo saca datos dependiendo de lo que le pidan, sin emociones o significados que les den vida. Por eso, aunque es una herramienta muy útil, tiene sus límites: no puede imitar esa manera humana de darle sentido al pasado, algo que los archivos nos ayudan a hacer al darnos una forma concreta de tocarlo, ya sea hojeando un libro o viendo una pantalla.
La Biblioteca de la Universidad de Extremadura (2025) destaca que la IA no puede considerarse autora en un sentido pleno, ya que sus outputs son irreproducibles y carecen de una trazabilidad verificable –una limitación que marca una ruptura con la historicidad del saber que los archivos sostienen, donde cada documento lleva consigo una narrativa y una intencionalidad que el sujeto puede interpretar.
Tensiones entre IA y Archivos: Ciencia Ficción, Fantasía y Noticias Falsas
Veamos cómo la ciencia ficción, la fantasía y las noticias falsas ofrecen un terreno fértil para explorar tensiones. La ciencia ficción ha sido un espacio de especulación sobre las implicaciones de la tecnología en la subjetividad, desde Frankenstein de Mary Shelley –donde el deseo de crear vida artificial desata consecuencias imprevistas– hasta Blade Runner y Matrix, que cuestionan los límites entre lo humano y lo artificial.
Escritores como Philip K. Dick y Stanislaw Lem han explorado en sus obras de ciencia ficción profundas preguntas sobre cómo la memoria y la identidad se transforman en mundos donde las máquinas ejercen un control abrumador, adelantándose a las contradicciones que la inteligencia artificial trae consigo. Dick (1968), en ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, imagina un futuro donde los replicantes, con recuerdos implantados, desafían la línea entre lo humano y lo artificial, sugiriendo que la memoria –manipulada por la tecnología– puede erosionar la esencia de la identidad. Lem (1961), por su parte, en Solaris, presenta una inteligencia alienígena que recrea personas a partir de los recuerdos de los protagonistas, poniendo en duda si la memoria es un reflejo auténtico del yo o una construcción vulnerable a las fuerzas externas. Ambos autores anticipan las ambivalencias de la IA: su capacidad para simular la mente humana y al mismo tiempo desestabilizar nuestra percepción de la realidad y el deseo, temas que resuenan con las tensiones entre los archivos y la tecnología moderna.
Freud (1907) considera que la ficción actúa como un camino para transformar deseos ocultos del inconsciente en algo creativo, un lugar seguro donde las personas pueden dar forma a lo que no se atreven a enfrentar. Por otro lado, la fantasía trae consigo ideas mágicas o imposibles que no necesitan ajustarse a las reglas del mundo real, ayudando a sanar la mente al enriquecer la realidad sin intentar sustituirla –como cuando un niño lee un cuento en casa y se pierde en mundos llenos de maravillas que solo existen en su imaginación.
Las noticias falsas, en cambio, operan bajo una lógica distinta. No buscan sublimar ni especular, sino distorsionar la percepción de la realidad con fines inmediatos –ideológicos, económicos o políticos–. Chiozza (2021) observa que las fake news se propagan más rápido que las noticias verificadas porque apelan a emociones primarias como el miedo y la indignación, capturando la atención y explotando sesgos cognitivos. En 2020, por ejemplo, titulares falsos sobre curas milagrosas para el COVID-19 se difundieron ampliamente por WhatsApp y redes sociales, superando en alcance los archivos científicos de la Organización Mundial de la Salud (2020), según estudios de la época citados por Todesca (2023). En 2025, un video falso en TikTok sobre un evento político puede alcanzar millones de visualizaciones desde los teléfonos de usuarios cotidianos antes de ser contrastado con registros oficiales del Archivo Nacional de los Estados Unidos (Stanford Digital Repository, 2022), evidenciando cómo la IA intensifica esta dinámica al priorizar la viralización sobre la veracidad.
Sinergias entre IA y Archivos: Potenciando la Memoria
Otros psicoanalistas hacen nuevos aportes. André Green (1993) indaga cómo la memoria y las emociones están entrelazadas: "La memoria no es un simple archivo de hechos, sino un proceso vivo que depende del afecto para adquirir sentido." Él sugiere que la digitalización crea una especie de "memoria muerta" –exacta en sus datos, pero vacía de ese calor emocional que hace que los recuerdos tengan vida.
Por su parte, Serge Tisseron (2013) examina cómo las imágenes digitales y la tecnología modifican la fantasía y la memoria, alterando la relación del sujeto con sus recuerdos, a veces haciéndolos más fríos y lejanos, sin esa chispa personal que los hace especiales. Christopher Bollas (1987) analiza el impacto de la tecnología en la subjetividad contemporánea, describiendo un "sujeto fragmentado" que lucha por integrar la sobreabundancia de información en una narrativa coherente –por ejemplo, al recibir respuestas rápidas de IA sin contexto histórico. Luis Chiozza (2021) subraya que la IA amplifica impulsos inconscientes reprimidos, tanto creativos como destructivos, en un mundo hiperconectado donde la verdad se diluye en la rapidez con que compartimos rumores sin verificarlos. Ekain Cagigal Montalbán (2020) resalta el valor educativo, lúdico, identitario y literario de los archivos, conectando al sujeto con su pasado de manera activa y significativa –como al explorar un registro familiar desde la computadora. Estas perspectivas convergen en una crítica a la IA como una fuerza que, si bien amplifica capacidades técnicas, carece de las dimensiones afectiva y simbólica que los archivos preservan.
No obstante, la IA no se limita a ser una amenaza; también puede actuar como una valiosa aliada de los archivos, potenciando su función tanto en la investigación académica como en la vida cotidiana. En términos de preservación, la IA emplea tecnologías avanzadas como la visión por computadora para restaurar documentos deteriorados, asegurando su supervivencia a largo plazo. El proyecto Venice Time Machine, desarrollado por la École Polytechnique Fédérale de Lausanne y la Universidad Ca’ Foscari de Venecia (2018), utiliza algoritmos para reconstruir pergaminos venecianos del siglo XIV del Archivio di Stato di Venezia, preservando registros comerciales que el deterioro físico habría condenado al olvido –un recurso que cualquier persona puede consultar desde casa gracias a su digitalización. En el Archivo General de la Nación de México, la IA restaura mapas coloniales del siglo XVI (Instituto Nacional de Antropología e Historia de México, 2021), permitiendo a las comunidades acceder a su historia desde plataformas digitales accesibles en el hogar o la escuela. Un ejemplo particularmente significativo es el archivo personal de Sigmund Freud: "Los archivos personales de Sigmund Freud, resguardados en la Biblioteca del Congreso en Washington, D.C., tras su huida de la Viena ocupada por los nazis en 1938, han permitido a los investigadores reconstruir la historia del psicoanálisis que el régimen nazi intentó destruir mediante la quema de libros, la persecución de psicoanalistas judíos y la disolución de instituciones como la Sociedad Psicoanalítica de Viena. Estos documentos, que incluyen correspondencia, notas y películas caseras digitalizadas, ofrecen un testimonio invaluable de la resiliencia del pensamiento freudiano frente a la devastación cultural impuesta por el Tercer Reich," según la Library of Congress (2015).
La difusión es otro ámbito donde la IA demuestra su potencial sinérgico. El Museo del Holocausto de Estados Unidos (2021) emplea procesamiento de lenguaje natural (PLN) para traducir testimonios de sobrevivientes a múltiples idiomas, llevándolos a audiencias globales –por ejemplo, un estudiante en Japón puede escuchar estas voces desde su dispositivo personal mientras estudia–. Europeana, una iniciativa de la Unión Europea (2023), utiliza IA para indexar millones de documentos europeos digitalizados. Esta capacidad democratiza el acceso y refuerza el valor identitario y educativo de los archivos, como subraya Cagigal Montalbán (2020).
La elaboración crítica también se beneficia de esta colaboración. En Stanford (2022), la IA analiza cartas del siglo XVIII del Archivo Nacional Británico, revelando redes comerciales que transforman nuestra comprensión histórica. En el Louvre (2020), los bocetos de Leonardo dan Vinci se conectan con otros artistas mediante algoritmos, ofreciendo nuevas interpretaciones que investigadores y artistas exploran desde talleres. Estas sinergias potencian la resignificación del pasado.
Finalmente, la IA contribuye a la verificación de la verdad, contrarrestando las noticias falsas que ella misma puede amplificar. Factmata, una herramienta utilizada por la BBC (2022), contrasta noticias actuales con archivos históricos digitalizados, desmontando fake news como las curas falsas de 2020 en tiempo real –un usuario puede verificar información desde su teléfono mientras navega en redes–.
El artículo Resignificación y trascendencia del archivo para el psicoanalista, escrito por la Comisión de Biblioteca y Archivo Histórico Científico "Prof. Willy Baranger" (Bouteiller, 2019), pone en valor los videos de la APA –350 cintas VHS que guardan actividades científicas y conferencias grabadas entre 1981 y 2011–, presentándolos como testimonios vibrantes de la vida de la institución. La inteligencia artificial puede conservarlos al transformarlos en archivos mp4, pero existe el riesgo de que pierdan ese calor emocional que los hace especiales si quedan reducidos a simples datos procesados.
Conclusión
La relación entre archivos e IA, por tanto, se configura como una dialéctica compleja que oscila entre conflicto y colaboración. Como contracara, la IA deshistoriza la memoria, fragmenta la subjetividad y facilita la difusión de noticias falsas, desafiando la verdad y el deseo que los archivos sostienen. Como aliada, amplifica su alcance y resiliencia, integrándolos en la vida cotidiana y la investigación contemporánea. Desde el psicoanálisis, la IA no sustituye el inconsciente ni la memoria humana; es una extensión técnica que amplifica capacidades sin eliminar la dimensión del deseo y la falta que estructuran al sujeto. Los archivos, por su parte, permanecen como espacios de resistencia y elaboración, fundamentales para una subjetividad que no se disuelva en la automatización. En la era digital de 2025, el desafío radica en integrar estas fuerzas –tensiones y sinergias– para que la memoria siga siendo un lugar de encuentro entre el pasado, el presente y el sujeto, un equilibrio que el psicoanálisis y las prácticas cotidianas deben construir conjuntamente. Este proceso no solo preserva el saber, sino que lo transforma en un recurso vivo que responde a las necesidades y deseos de la humanidad contemporánea, desde la consulta doméstica en una tarde tranquila hasta la investigación académica en un escritorio, asegurando que la memoria permanezca como un diálogo activo entre lo que fue y lo que puede ser.
Notas
(1) Este artículo ha sido publicado en la Revista de Psicoanálisis APA- Volumen: LXXXII-Número: 1-2-Año: 2025
Referencias bibliográficas
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