¿Cuánto se puede ver de aquello que se presenta ante nuestros ojos? ¿Con cuánto de lo que podemos ver construimos nuestras imágenes? ¿Qué es una imagen?
La imagen juega un papel central en los cambios culturales que se vienen produciendo a partir de la introducción en la escena privada (porque no íntima) de las “pantallas”, especialmente las de los teléfonos celulares. ¿Cómo pensar la imagen en estos tiempos en los que su re-producción y circulación muestra un incremento exponencial?
Estas son algunas de las preguntas que nos hicimos en el comité editorial al momento de pensar la convocatoria a este nuevo número de La Época. Esperamos que en su lectura puedan encontrar aproximaciones a un tema sin dudas complejo y que toca de lleno la práctica y también la teoría psicoanalíticas.
...nuestros ojos de carne son más que receptores de luces, colores, líneas; son ordenadores del mundo que tienen el don de lo visible.
Merleau-Ponty, El ojo y el espíritu.
Ver es captar, con los órganos encargados de la visión, lo que está delante nuestro e iluminado. Ver va de nosotros hacia el mundo. El ojo, principal protagonista del fenómeno de la visión, es algo más que un receptor pasivo de luz y color, es un órgano privilegiado ya que abre paso al placer de ver y por ello es un lugar del cuerpo erógeno, libidinizado. Freud dirá que “La impresión óptica sigue siendo el camino más frecuente por el cual se despierta la excitación libidinosa” (Freud, 1905:142). Porque lo que causa el placer es la visión de eso que capturó nuestra atención; y lo que satisface ese placer es la mirada. En este circuito es donde se conforma la imagen. A partir de un estímulo (endógeno o exógeno) eso que vemos deviene una imagen cuando puede convocar algo que tuvo una inscripción previa, de otra forma es simplemente parte del paisaje más o menos indiscriminado que nos acompaña.
Imagen y representación se confunden en el léxico no especializado, llamamos imagen en un sentido llano a representaciones plasmadas en soportes diversos. La representación de una imagen visual sea esta pictórica, fotográfica, fílmica es ya una operación de sentido y consiguientemente lleva las marcas de quien la realiza, marcas que son siempre a la vez subjetivas y culturales. Esto lo mostró genialmente Rene Magritte en 1928 con su obra que tituló La traición de las imágenes, en la que pinta una pipa e inscribe: “Esto no es una pipa”. No lo es, es una pintura que la representa.
La imagen es difícil de asir porque no tiene materialidad. La imagen visual se genera a partir de la visión de los objetos del mundo y es nuestra representación de lo que vemos. En ella quedan impresos los límites y las marcas de nuestros puntos de vista. Es decir, no contemplamos pasivamente el mundo sino que somos quienes producimos nuestras imágenes con lo que vemos, y estamos inexorablemente representados en ellas, Merleau-Ponty (1970:173) dirá que :
“El vidente, al quedar cogido en lo que ve, a quien ve es a sí-mismo: hay un narcisismo fundamental en toda visión. Por la misma razón, la visión que ejerce sobre las cosas, las cosas la ejercen sobre él”.
Una imagen es siempre el resultado de una elaboración psíquica. Con ellas construimos nuestro mundo al mismo tiempo que nos constituimos como sujetos en ese mundo. La imagen es por definición subjetiva.
La imagen se ubica en una zona de íntero-exterioridad, refiere a un entramado de fenómenos que no son homogéneos. Tanto para H. Bergson como para G. Simondon que han estudiado profundamente la imagen desde la filosofía, la imagen es una entidad mediadora entre sujeto y objeto, entre concreto y abstracto, individual y social. Dirá Bergson (2006:24-26) que la imagen tiene “una cierta existencia que es más que lo que el idealismo llama representación, pero menos que lo que el realismo llama una cosa, una existencia situada a medio camino entre la ‘cosa’ y la ‘representación’”. Simondon (1966), por su parte, también la entiende como una entidad distribuida entre sujeto y objeto, que desborda los límites puramente individuales ya que puede ser exteriorizada en representaciones que le permiten socializarla, incorporarla en las redes de sentido de sujetos y grupos. El sentido de una imagen, entonces, está determinado al mismo tiempo por lo individual y lo social, es decir: está conformado tanto por lo psíquico como por los sistemas de interpretación de la cultura.
Hoy el campo de lo visible se ha incrementado exponencialmente. Por un lado, los dispositivos digitales conectados a la WEB nos permiten producir y plasmar las imágenes de aquello que nos interesa y nos representa en algún aspecto, y exponerlo y compartirlo con quienes decidimos que pueden verlo (público, sólo amigos, privado con alguien específicamente), al mismo tiempo que nos muestra las que otros ofrecen y con las que vamos conformando también las propias. Las pantallas se constituyen así como un campo escópico particular. Por otro lado, tenemos a nuestra disposición artefactos (cámaras, lentes, drones, software de edición de imagen, por citar algún ejemplo) que nos permiten ampliar y/o modificar lo que podemos ver: son extensiones de nuestras capacidades físicas, como órganos exosomáticos que las amplían y hacen posible que veamos escenas que serían inaccesibles sin ellos o develar algo de lo que permaneció invisible a los ojos al capturar la escena. Y también modificarlo, ajustarlo a lo que queremos ver.
Ahora bien, llegados hasta acá, podemos decirles que cada artículo de este número de La Época tomo algún caso o un rasgo particular que busca mostrar eso que “se vuelve imagen”, que cobra sentido para un sujeto determinado en el doble sentido del término: “para ese sujeto” y para ese sujeto que “se determina”: para un artista con quien se establece un diálogo, para no vidente a través del relato de un caso, para quien se tatúa; así también se la aborda desde los trastornos que pueden provocar; o del interjuego entre el sujeto y lo que le puede causar el contexto socio-cultural con sus imágenes. Intentamos así traer reflexiones que permitan pensar cómo nos constituimos y construimos nuestro mundo con nuestras imágenes.
No quiero finalizar sin agradecer a Mirta Goldstein, actual presidenta de APA -fundadora y 12 años Directora de la Época- que tuvo la confianza y la generosidad de ofrecerme tomar la posta; también quiero mencionar el placer que ha sido trabajar con el nuevo equipo de la Época, que lo conformamos con Mabel Tripcecvich que me acompaña como secretaria, Fanny Felman y Gustavo Corra. Además de otros colegas que generosamente han aportado su colaboración. A todos les estoy muy agradecida.
Referencias bibliográficas:
Bergson H. (2006): Materia y memoria. Ensayo sobre la relación del cuerpo con el espíritu. Buenos Aires, Editorial Cactus (pag 25-26)
Freud, S.: (1905): “Tres ensayos de teoría sexual” (p142) en: Obras Completas, tomo VII. Buenos Aires, Amorrortu.
Merleau-Ponty, M. (1964/1986), El ojo y el espíritu. Barcelona, Paidos
Merleau-Ponty, M. (1970), Lo visible y lo invisible. Barcelona, Seix Barral
Simondon, G (1966/2013): Imaginación e Invención. Buenos Aires, Cactus Ed.
Directora:
Lic. Roxana Meygide de Schargorodsky, APA
Directora: Lic. Meygide de Schargorodsky, Roxana
Directora Honoraria: Mirta Goldstein
Secretaria: Dra. Tripcevich Piovano, Gladis Mabel
Colaboradores: Lic. Felman, Fanny Beatriz, Dr. Corra, Gustavo Osvaldo
Los descriptores han sido adjudicados mediante el uso del Tesauro de Psicoanálisis de la Asociación Psicoanalítica Argentina
Presidenta: Dra. Rosa Mirta Goldstein
Vice-Presidente: Lic. Azucena Tramontano
Secretario: Lic. Juan Pinetta
Secretaria Científico: Dr. Marcelo Toyos
Tesorera: Dra. Mirta Noemí Cohen
Vocales: Lic. Laura Escapa, Lic. Jorge Catelli, Lic. Silvia Chamorro, Mag. Perla Frenkel, Lic. Gabriela Hirschl, Lic. Silvia Koval, Lic. Liliana Pedrón