La subjetividad en la era de la imagen
Mayo 2024 - ISSN 2796-9576
Intersecciones

Intersecciones con la cultura - La imagen y la palabra

Gladis Mabel Tripcevich Piovano
Gladis Mabel Tripcevich Piovano

Es el nuestro un tiempo de imágenes cuyo predominancia ha ido en aumento.  

Eric Fromm (1941) decía que desde el Renacimiento, el ser humano había ido adquiriendo “hambre de fama”, lo cual no existía en el mundo medieval;  pero no llegó a conocer el boom de las selfies de nuestro tiempo, 100 años después. Notable que Fromm ubique el comienzo de este fenómeno en el Renacimiento, momento histórico en que se redescubren imágenes clásicas grecolatinas,  que el Medioevo había ignorado, acentuando  las religiosas.  Dato no menor es que los antiguos “bárbaros”, para esa época han ocupado Europa Occidental iniciando la Alta Edad Media y como bien advirtieron tempranamente los francos, la Iglesia Católica y sus representaciones son su único modo de legitimación en un mundo que conserva en su memoria el pasado romano y  los sigue viendo como salvajes. Más aún, no solo ignoran la búsqueda de fama, sino que además se protegen de las miradas indiscretas: el hijo recién nacido de un rey es  escondido para evitar las miradas de los otros, a diferencia del Pater romano que si lo reconocía, lo exhibía públicamente. Rouche (1990) centra el origen de esta conducta en la seguridad jurídica romana  a diferencia de la medieval que solo puede intentar copiarla  y apenas comprenderla.  Alarico, rey de los godos advirtió rápidamente que su gente no estaba en condiciones de hacerse cargo del nuevo mundo, a menos que se asentara en las instituciones romanas.  Es decir la solidez institucional parece estar en relación directa con la confianza en mostrarse, pero actualmente parece deberse a otros motivos que analizaremos más adelante… Cada momento histórico ha tenido diferentes modos de manejar el mostrar u ocultar imágenes propias o ajenas.    

Por otra parte, la  imagen que proviene del  Arte es diferente, punza en algún punto del psiquismo y hace brotar sensaciones, emociones, sentimientos, surgen pensamientos, representaciones, recuerdos, ideas … 

 Freud pesquisa en la obra artística de  Leonardo los ardores maternos que incendiaron su psique, interpreta lo expresado pero no sabido de los artistas ; una futura  filósofa-psicoanalista queda prendada a los 13 años del Filósofo Meditando, de Rembrandt, advirtiendo años más tarde que esa escena poblada de claroscuros la representa a ella frente a su ventana y expresa un deseo que concretará de a poco a lo largo de su vida; un hombre que nació con los pies torcidos queda prendado de Los esclavos de Miguel Angel, que no pueden andar y escapar  del mármol que  el artista deja ¿inacabado? Tal vez fue adrede.    Y así al infinito,  estas imágenes han rozado lo profundo de lo humano, han donado representabilidad, figurabilidad (Aulagnier, 1977) al deseo, al dolor, a  los más recónditos sueños. En suma,  pusieron en marcha la actividad psíquica. 

 Muchas  de las grandes catedrales de Europa nos sorprenden con Imágenes bíblicas en sus paredes, donde exhiben momentos del Antiguo  y Nuevo Testamento; así bastaba con mirarlas para acceder al Evangelio. ¿La razón? Había cifras altas de analfabetismo. La imagen otorgaba el acceso a un conocimiento ineludible dentro de Iglesia Católica.  Sin embargo Santa María del Fiore (Catedral de Florencia)  se destaca por un interior de  extrema austeridad (unas seis imágenes religiosas y unas pocas esculturas representando a los hombres ilustres de Florencia)  pero como contrapartida, un exterior riquísimamente  ornamentado que deja “sin palabras” a los primerizos visitantes. La imagen exterior de Santa María del Fiore, quizá por esta curiosa elección de la diferencia entre el adentro y el afuera, inunda toda la capacidad visual y abarcativa del visitante ocasional, ya que se seguía la idea de no distraer a los feligreses con imágenes durante los actos religiosos realizados en el interior de la Catedral, acordes con la severidad  de los reformadores de la iglesia florentina como Savonarola, que aún la sobrevuela. La belleza ornamental solo se apreciaría desde afuera. Porque la construcción de  Santa María del Fiore  se inició en el Medioevo. 

¿Qué pensaban o sabían estos florentinos acerca del efecto de la imagen en el psiquismo? Inferimos cierta percepción de ella  como factor de distracción, desconcentración,  de no permitir la conexión espiritual acorde a los actos religiosos. Es decir, la imagen obturaba el contacto íntimo consigo mismo y con  Dios.

Pero el Renacimiento implicó también un tiempo diferente: la aparición de la imprenta multiplicó la llegada de la palabra escrita a los lectores, Lutero traducía la Biblia al alemán ( gran sacrilegio para la Iglesia Católica ya que tradicionalmente debía escribirse en latín), Erasmo inauguraba el Humanismo con su Elogio de la Locura, retornaban imágenes de la antigüedad grecolatina y con ello su admiración e inclusión en la naciente Edad Moderna.  

El Moisés de Miguel Angel aun hoy nos  persigue con su mirada acusatoria, en la penumbra de San Pietro in Vincoli (Roma),  y exhibe la furia de su creador en una marca que ha llegado hasta nuestros días: era tan real que cuando lo vió,  le preguntó lleno de impotencia mientras le arrojaba un elemento contundente: pero… ¿por qué no hablas?!!!! 

Hay alusión a la falta de palabra y a la relación entre ella y la imagen,  en estas  cuestiones.  

 Algo saben estos artistas acerca del despertar suscitado por las imágenes, y a diferencia del  despojado interior de la Catedral, fuera de ella se sienten libres de desplegar la fuerza inductora de su arte. Así podemos quedarnos extasiados en esas pinturas cuyas imágenes nítidas,  no escatiman en la profusión de detalles: terciopelos que despiertan estímulos táctiles, miradas duras, enigmáticas, sensuales, puntillas de Brujas fielmente reproducidas,  rasgos físicos, todos ellos fragmentos de un tiempo que la irrupción de la fotografía no logró opacar.    

 El arte nos muestra que una imagen, a veces corrobora el dicho: que vale más que cien o mil palabras.  Y al parecer, la velocidad con que la imagen impacta en el psiquismo provocando reacciones (mejores o peores ya que no todas las imágenes provienen del arte) nos lleva a preguntarnos sobre las características y consecuencias de cierta supremacía de la imagen en nuestro tiempo: simplificación, rapidez, dificultad para la reflexión, pues se ha sumado una característica: un bombardeo de información tanto de palabras como de imágenes que sobrepasan la capacidad psíquica de procesamiento. Es decir, buscan impactar en algún punto del psiquismo, pero por la profusión y la forma parecen perseguir (y lograr) otros objetivos. Ya no la pregunta, la búsqueda de significados, la introspección, sino solo una respuesta tan rápida como su aparición.    

Pues ¿qué sucede cuando se nos impide quedarnos disfrutando de esas sensaciones, ocurrencias, emociones que esa imagen acaba de disparar en nuestro interior, por ejemplo, por la velocidad, el vértigo, la falta de tiempo que nos impone la vida moderna? Y esto solo a los que conocimos tiempos en que esto fue posible, porque los jóvenes que nacieron ya desde fines del siglo XX,  lo ignoran. 

¿Qué sucede cuando  nos proyectan innumerables imágenes  y no alcanzamos a visualizarlas  por la  gran velocidad? ¿Por qué en tributo a la rapidez se reemplaza la palabra escrita por una imagen que expresa “sentimientos” de inventario: enojado, feliz, triste, riendo, etc. aún con las consecuencias cada vez más observables de dificultad para armar un texto, oral o escrito, con faltas de ortografía, errores de sintaxis y lo que es peor: la ausencia de signos de puntuación que deforman la oración hasta hacerle decir lo contrario o algo completamente incomprensible y fuera de contexto?   

La palabra y el Psicoanálisis      

Freud (1915e)  afirmó que algo deviene conciente por su conexión con las correspondientes representaciones-palabra. 

Las cuáles, aclaraba, son restos  mnémicos que como tales  pueden devenir de nuevo concientes, y esto solo ocurre a lo que ya una vez fue  percepción cc (salvo  los sentimientos, que por provenir  desde adentro   deberán  transponerse en percepciones exteriores, mediante  las huellas mnémicas). Los restos mnémicos, señalaba, eran contenidos en sistemas inmediatamente contiguos al sistema P-Cc, por lo cual sus investiduras fácilmente pueden trasmitirse hacia adelante, viniendo desde adentro, a los elementos de este último sistema.

Así proseguía Freud (1915e), podemos reanimar un  recuerdo, ya que  la investidura se conserva en el sistema mnémico. Los restos de palabra provienen, en lo esencial, de percepciones acústicas, por lo tanto,  se testimonia el origen sensorial del  sistema Prcc.

Sin embargo agrega que podrían  desdeñarse los componentes visuales de la representación-palabra por ser secundarios, adquiridos mediante la lectura, y lo mismo las imágenes motrices de palabra, que, salvo en el caso de los sordomudos, desempeñan el papel de signos de apoyo. La palabra es entonces, propiamente, el resto mnémico de la palabra oída y el sentido del oído, fundamental, no tanto el de la vista.

Y el pensar en imágenes propio de los sueños ya nos muestra la dificultad, cuando buscamos transformarlas en palabras.  

“Pero no se puede olvidar la significatividad de los restos mnémicos ópticos —de las cosas del mundo—, ni desmentir que es posible, y aun en muchas personas parece privilegiado, un devenir concientes los procesos de pensamiento por retroceso a los restos visuales. El estudio de los sueños, y el de las fantasías inconcientes según las observaciones de J. Varendonck,' pueden proporcionarnos una imagen de la especificidad de este pensar visual. Se averigua que en tales casos casi siempre es el material concreto [konkret] de lo pensado el que deviene conciente, pero, en cambio, no puede darse expresión visual a las relaciones que distinguen particularmente a lo pensado. Por tanto, el pensar en imágenes es sólo un muy imperfecto devenir-conciente. Además, de algún modo está más próximo a los procesos inconcientes que el pensar en palabras y sin duda alguna es más antiguo que éste, tanto ontogenética cuanto filogenéticamente (Freud, 1923, p. 23) (negritas nuestras)

Esto es, el sentido de la vista no favorece la actividad de pensar, hay predominio inconciente y las imágenes responden a un funcionamiento psíquico más primitivo tal como lo desarrollara Piera Aulagnier (1977), que nos aporta datos importantísimos al respecto. Brevemente: describe la Actividad de representación como el equivalente psíquico del trabajo de metabolización, por lo tanto es transformar un elemento de información heterogéneo  al aparato psíquico, en homogéneo. 

La actividad psíquica está constituída por tres modos de funcionamiento o tres procesos de metabolización, cada uno con un postulado estructural o relacional o  causal que enuncia la ley según la cuál funciona la psique. No están presentes los tres desde el comienzo, se suceden temporalmente y la puesta en marcha de cada uno se debe a la necesidad de la psique de conocer una propiedad del Objeto externo a ella que el proceso anterior ignoraba. La instalación de un nuevo proceso nunca implica un silenciamiento del anterior.

Así, además de los procesos primario y secundario que fueron descriptos por Freud, el Proceso Originario, anterior a ambos, es descripto en términos similares. 

1) La propiedad  de esta actividad  es metabolizar toda vivencia afectiva presente en la psique, en el pictograma o representación pictográfica. (Pictografía es el arte de la representación directa de ideas por medio de signos gráficos, que no representan sonidos, sino objetos. Pictograma es el signo de la escritura de figuras o símbolos). 

2 ) Postulado: Todo existente es autoengendrado.

3 ) No hay diferenciación entre sujeto y objeto.

4)  Lo que puede representar es el  Objeto- Zona complementaria, por ejemplo, del encuentro boca-pecho inicial. 

5) Se ligan por atracción o rechazo recíproco el Objeto-Zona  complementaria,  ilustrando   pictográficamente  el amor y el odio. Es el estado somático de la emoción.

6) Hay certeza.

7) El producto es la figura, es un mundo de figuras. No hay escenas, no hay otro. 

No hay escenas, no hay otro por lo tanto necesita de interpretaciones que contengan figuras,  imágenes aportadas por el analista, (Benyakar, 2015 )  pues el predominio de palabras y racionalidad  provienen del proceso secundario y ese contenido necesita pasar por los dos procesos que faltan, caso contrario sería palabra vacía. Así la interpretación apuntará a construir imágenes, las cuáles al provenir de un otro, permitirán que  ese contenido psíquico avance hacia el Proceso Primario.

 Es decir,  para metabolizar un contenido del proceso originario, necesitamos hacer un camino  hacia adelante aportando imágenes y la presencia de un otro.

A la inversa, cuando desde el exterior el bombardeo es a través de imágenes, ¿qué sucederá en la psique? El efecto podría ser, en el mejor de los casos, disruptivo (Benyakar, 2006),  poniendo el psiquismo en estado de movilización, pero también podría ser traumatogénico, con una representación que no llega a constituirse y queda en estado de “presentación”. Muchas cosas pueden suceder, pero autores como Franco Berardi (2022) tienen una idea al respecto. 

Nuestro mundo actual según   Franco “Bifo” Berardi.

 Algunos autores vienen desarrollando desde hace tiempo, ideas acerca de este cambio de paradigma; Berardi (2022) exploró lo que llama, una  mutación en curso del inconciente social, y para observarlo y describirlo se sitúó en el momento histórico marcado por:

a) La pandemia

b) El colapso catastrófico del capitalismo.  

Utiliza tres conceptos del  filósofo japonés Sabu Kosho, enunciados  luego del apocalipsis que representó Fukushima (2011):

1) Proliferación imparable del principio de disolución (virus, radiación)  

2) La erosión de todos los órdenes simbólicos y políticos

3) La vuelta de la tierra (presente a través de tsunamis, incendios forestales, epidemias virales)

 Berardi (2022) propone a la Filosofía y al Psicoanálisis, evitar el pánico frente a este caos, redefinir todo,  no solo en lo exterior sino en el espacio íntimo del deseo, la emoción y el miedo. 

Apoyándose en estos tres indicadores, Berardi (2022) aclara que si bien no se puede escribir la historia del inconciente,  sí de la psicoesfera de una sociedad y por lo tanto, de un tercer inconciente. 

 1° Fase ( Freud): Inconciente era el lado oscuro del ordenado progreso racional. Los pilares de la  moderna vida pública eran: Ciencia, educación y laboriosidad. Pilares de la moderna vida privada: matrimonio, monogamia y familia nuclear.

El padecimiento generado por la forma burguesa  de normalidad dominante, era la neurosis, ya que obligaba al individuo a renunciar, reprimir sus impulsos sexuales

 2° Fase: Últimas décadas del siglo XX: este marco cambió por la aceleración de la infoesfera y la intensificación resultante de la estimulación nerviosa (comunicación mediante Internet y globalización cultural), lo cual comprometió la represión sistémica del deseo y el régimen neurótico. 

Señala que en El Anti Edipo de Deleuze y Guatari, de hace 50 años, se mostraba ya un molde para un futuro utópico de la “liberación del deseo” y el futuro distópico del capitalismo neoliberal, en el cual aparece el deseo celebrado como el impulso al consumo, la competencia y el crecimiento económico, con el placer por supuesto postergado.

Es decir, estaban denunciando el  engaño de que se está satisfaciendo un deseo cuando es solo poder consumir. Adormecimiento del deseo.  

Por lo tanto estamos bajo un nuevo régimen: no ya la neurosis, sino la era del pánico, la depresión y la psicosis. (2° Inconciente) El pánico es porque el sujeto se ve expuesto a un exceso de placer que no podrá experimentar, la depresión es la vuelta a un lugar más “tranquilo” luego del pánico.  O sea, explosión del inconciente lleva a la hiperestimulación nerviosa y a la frustración psicológica.  Esta externalización del inconciente deriva en la aparición de la psicosis.

La descripción de Berardi (2022) es la de un psiquismo arrasado, que ya no funciona según las detalladas descripciones de Freud para las neurosis; de un inconciente que vierte sus contenidos sin freno alguno. No se centra específicamente en la imagen, pero el aluvión informativo del que habla, sin duda la incluye y hasta podemos suponer que su hipertrofia guarda relación con esta dificultad creciente de pensar, cuando solo se cuenta con un psiquismo arrasado.

Llama “semiocapitalismo” a este acoplamiento de acumulación, producción semiótica y estimulación nerviosa. 

Actualmente la fase del segundo inconciente parece estar finalizando y va tomando forma un tercer inconciente que no es fácilmente definible ni predecible, pues la psicoesfera  no evoluciona de manera lineal. No podemos saber sobre la evolución mental luego de la pandemia al converger con un colapso económico y social generalizado. 

Sostiene que este tercer inconciente será moldeado por nuestra conciencia, acción política, imaginación poética y nuestra capacidad terapéutica. 

Sin embargo delinea algunas condiciones de este desplazamiento, de sus rasgos:

1) Proximidad de los cuerpos alterada y  amenazada

2) La propagación del sufrimiento (en lo médico, lo económico, social y mental) luego de la pandemia puede llevar a la inmunización contra la emoción. Autismo y alexitimia pueden introducirse en la psicoesfera  y  volverse dominantes, como rechazo a las emociones propias y ajenas

La comunicación actual y el “hambre de fama”

Los avances tecnológicos nos han aportado innumerables beneficios, sin los cuáles por citar sólo un ejemplo, la pandemia nos habría dejado aislados de nuestros semejantes y de nuestro trabajo. Pero como todos los adelantos, sus usos en manos humanas  suelen  dirigirse  hacia otros fines que no siempre son o han sido los mejores.  Baste como ejemplo la energía atómica, todos sabemos lo que sucedió.  

¿Qué podemos pensar de la supremacía de la imagen en nuestra vida actual? Teléfonos celulares, con activación táctil según íconos que nos conducen a lo buscado, pero que se han transformado en una compañía cuya ausencia remite a orfandad y un aumento de la intolerancia a la frustración cuando fallan.    

Suele decirse que una imagen vale más que mil palabras. La pregunta sería ¿vale para qué? Lo que se observa a simple vista es que  ha hipertrofiado por ejemplo, la necesidad de fama, de exhibirse, mostrarse,  tanto que no “aparecer” en redes sociales se equipara a veces en demasiada  gente, a no existir. Así recibimos diariamente “selfies” de personas que quieren comunicar con imágenes todos los datos de sus vidas cotidianas, en un recuento de hastío contagioso. En otros casos, las comunicaciones familiares se reducen a reenvíos de links sobre política o imágenes en Instagram o Facebook.  Pareciera entonces que el valor otorgado a “expresar” más que mil palabras,  languidece en el mismo momento que las sustituye, las reduce, las minimiza, coarta y obtura  la capacidad de comunicarse con los otros, cuando paradójicamente, el emisor se autopercibe como hipercomunicado.

“No sé nada de mi tío, ya ni le contesto, porque lo único que me manda son links, fotos de política. Ni me pregunta cómo estoy”. ( Andres, 47 años, quien tiempo atrás mantenía una relación muy cercana con su tío, que funcionaba como sustituto paterno)  

La sustitución de la palabra por la imagen obedece a también a otro aspecto:  los largos discursos aburren, nadie parece tener ya paciencia o capacidad de concentración o tal vez vocabulario,  para seguirlos, por lo cual si de palabras se trata, se apela a la menor cantidad  posible de ellas, a veces en apretadas síntesis incognoscibles o incomprensibles o en su defecto, sustituírlas por imágenes, concediéndoles valor hipertrofiado ya que se pretende compartir un código. Todo parece indicar que el psiquismo arrasado, descripto por Berardi (2022) encuentra su confirmación, ya que por añadidura observamos falta de concentración, disminución del vocabulario, etc, o sea que cada vez faltan más palabras, con lo que implica en cuanto al empobrecimiento del  funcionamiento psíquico.  

Y la necesidad de estar “hiperconectados”  y vivir pendientes de los “likes” sobre las selfies o los datos exhibidos en las redes, ser “seguidos” en Twiter, también nos remite  a un psiquismo en busca de confirmación.

Al  comienzo de estas  páginas, señalábamos la relación que establecía Rouche (1990) entre la seguridad jurídica del mundo romano, que permitía al Pater exhibír su descendencia sin temor alguno, y el ocultamiento medieval producto de la llegada de los pueblos “bárbaros” como advenedizos que ignoraban todo de los avances jurídicos romanos y por lo tanto carecían de esa seguridad introyectada. Es decir, esto implicaría que a mayor seguridad jurídica, mayor tranquilidad para mostrarse. 

Sin embargo la compulsividad actual de exhibirse, so pena de poner en peligro el propio juicio de existencia,   muestra otro cariz: proviene no ya de la seguridad de la vida social, pública,  política y  compartida del romano  que se muestra sin temores, apoyándose en las leyes que lo protegen,  sino de un aislamiento e individualismo cada vez mayores, que aspira a un reconocimiento exterior desesperado y una búsqueda a ciegas de algo que falta y no se sabe qué es, al tiempo que asistimos al decir de Berardi (2022) a la caída de los órdenes políticos y simbólicos de este siglo. Es decir, vacíos institucionales, jurídicos ya que, aunque presentes,   se ven devaluados en todo el mundo.   

Nos preguntaríamos de qué carecen tantas personas que exhiben sus “seguidores”, sus  “likes”; muestran necesitar una mirada que los confirme; y entre todas, junto a la de  los primeros objetos centrales de la vida de todo ser  humano,  la mirada de la madre fue constitutiva desde los inicios. ¿Hay ausencia de mirada materna? ¿Qué siente alguien que ha sido poco mirado por su madre, su padre o sus objetos fundamentales?

Mastroiani, en el personaje de un padre que visita a sus hijos residentes en distintos puntos de Italia, quienes por supuesto no tienen tiempo para él, y se queda mirando sorprendido a su nieto, al que han dejado solo frente al lavarropas automático. El bebé sigue como hipnotizado los movimientos circulares del tambor. ¿Cómo se estructura un psiquismo que interactúa con los movimientos de una máquina y que no le devuelve una sola mirada subjetivante? 

Pensando en ello, no resulta muy difícil coincidir con Berardi (2022) en que las personas pretendan volverse inmunes a emociones propias y ajenas; y no sólo por la predominancia de la imagen, sino y por sobre todo, por el reemplazo de  la comunicación interhumana que se viene observando.   

Bibliografía

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                 De su dinámica. Modalidades de análisis de un un fenómeno fáctico   

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Rouche, M: (1990) La Alta Edad Media Occidental. En Historia de la vida        

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Veyne, P (1990): Desde el vientre materno hasta el testamento.  En Historia de 

                la vida privada. Aries,  Philippe; Duby, Georges T. I.  Imperio    

                romano y antigüedad tardía. Bs.As.  Taurus. 1° edición  1990 

Autora:

G. Mabel Tripcevich, APA

Descriptores:  IMAGEN / MIRADA / ARTE / PSICOANALISIS APLICADO / RELIGION / PSIQUISMO / PALABRA / ELABORACION PSIQUICA / PARADIGMA / LO VIRTUAL

Directora: Lic. Meygide de Schargorodsky, Roxana

Directora Honoraria: Mirta Goldstein

Secretaria: Dra. Tripcevich Piovano, Gladis Mabel

Colaboradores: Lic. Felman, Fanny Beatriz, Dr. Corra, Gustavo Osvaldo

ISSN: 2796-9576

Los descriptores han sido adjudicados mediante el uso del Tesauro de Psicoanálisis  de la Asociación Psicoanalítica Argentina

Presidenta: Dra. Rosa Mirta Goldstein
Vice-Presidente: Lic. Azucena Tramontano
Secretario: Lic. Juan Pinetta
Secretaria Científico: Dr. Marcelo Toyos
Tesorera: Dra. Mirta Noemí Cohen
Vocales: Lic. Laura Escapa, Lic. Jorge Catelli, Lic. Silvia Chamorro, Mag. Perla Frenkel, Lic. Gabriela Hirschl, Lic. Silvia Koval, Lic. Liliana Pedrón