La subjetividad en la era de la imagen
Mayo 2024 - ISSN 2796-9576
Ensayos psicoanalíticos

Narcisismo, imagen y destructividad

Sissi Vigil Castiel
Sissi Vigil Castiel

El concepto de narcisismo fue desarrollado tempranamente por Freud, apareciendo en 1907, en cartas a Jung, desde el punto de vista de la desinversión de objetos y el retorno de la libido al yo en las psicosis. Posteriormente retoma el concepto en Schreber, en el texto sobre Leonardo y en Tótem y tabú, abordando el tema desde diferentes perspectivas en cada uno de ellos. El análisis más completo tiene lugar en 1914 en Introducción al narcisismo (Freud, 1914/1980), en términos de la construcción de un yo capaz de investir amorosamente en sí mismo, en los objetos y en los ideales. Más específicamente, se refiere a la organización y los recursos del yo y los límites entre uno mismo y el otro. De esta manera, el narcisismo en Freud adquirió el estatus de una estructura que fundamenta a la subjetividad, en la medida en que es a través de las de la investidura materna en el bebé que se crean las condiciones para la formación de una organización narcisista que permite al infante distinguirse el sí mismo, como un espacio específico en el que investir, diferente del otro, como alguien en quien se puede investir.

Sin embargo, se trata de un concepto complejo, pues desde el postulado freudiano se puede entender una doble perspectiva: desde una perspectiva ontológica y desde el punto de vista de la psicopatología. El primero se refiere a la unidad del yo, el deseo de ser, cuando esta estructura se forma a partir de las condiciones dadas por el objeto materno. Por otro lado, los fallos en la estructuración del narcisismo indican otra perspectiva, es decir, la existencia del amor propio llevado a la autosuficiencia y la glorificación de la propia imagen, indicando una faceta negativa del narcisismo.

Es en este segundo contexto que se inserta el artículo de Pierre Hadot, publicado en la Nouvelle Revue de Psychanalyse, en un número dedicado al narcisismo en 1976, titulado El mito de Narciso y su interpretación por Plotino. En este aborda la visión del filósofo romano Plotino, uno de los primeros filósofos en interpretar el mito, diciendo que Narciso es el ejemplo de un hombre apegado a la imagen y los reflejos de la belleza. El autor contrasta la figura de Ulises de Homero con la de Narciso. Ulises vence a las sirenas porque sabe que son puro reflejo, que la belleza de una y las delicias de otra lo llevarán a la muerte. Así, vuelve a lo inteligible que es la verdadera fuente de la belleza, mientras que Narciso no puede escapar de la belleza sensible. Ulises es Narciso que despierta de una ilusión. Desde Platón, el mundo sensible ha sido una copia, como se describe en el mito de la caverna; los individuos serían aprisionados en las apariencias, y sólo saldrían de este confinamiento si entraran en el mundo inteligible.

Resulta que la perspectiva negativa del narcisismo se convirtió en una marca efectiva de las subjetividades, de modo que esta noción terminó convirtiéndose en un concepto fundamental para comprender la cultura y las subjetividades desde la segunda mitad del siglo XX, apareciendo de distintas formas en el espacio social. Por mi parte, entiendo que en este siglo el narcisismo se ha desdoblado en la destructividad como marca del espacio social, de las subjetividades, de la relación consigo mismo, de los sujetos entre sí y con el entorno. Así, tanto el narcisismo como la destructividad se convierten en elementos centrales de nuestro malestar. Frente a estas preguntas cabe reflexionar: ¿qué elementos de la metapsicología permiten comprender este estado de cosas? Éstos son los temas que pretendo abordar brevemente en este texto.

Dada la prevalencia del narcisismo y la destructividad en el espacio social, discursos teóricos distintos del psicoanálisis, como la sociología, la historia y la filosofía, también han abordado este tema. En primer lugar, me referiré a algunos autores en el campo de las ciencias sociales donde se tematiza el narcisismo para luego articularlo con postulados psicoanalíticos de Freud y André Green.

En 1974, Richard Sennett, sociólogo e historiador estadounidense, publicó The Decline of Public Man, en el que afirmaba que las personas sin esperanza de mejorar sus vidas en las cosas que realmente importan, en la medida en que entendían que la política ya no genera una lucha por el cambio social, se voltearon hacia su mejora personal En general, esto resultó en el vaciamiento del espacio público, demostrando que se convirtió en un espejo de uno mismo.

Christopher Lasch, un historiador estadounidense, en 1979, en la misma línea que Sennett, y avanzando en el tema, escribe La cultura del narcisismo, afirmando que la pasión dominante pasó a ser vivir el ahora para sí mismas. De esta manera, no importa ni el pasado ni el futuro, se ha perdido la dimensión de continuidad histórica, el sentido de pertenencia a una secuencia de generaciones que se originaron en el pasado y continuarían en el futuro.

 Los medios de comunicación convierten a los ciudadanos en un conglomerado de fans, dando sustancia a sueños narcisistas de fama y gloria, de la necesidad de admirar y ser admirado, más que ser estimado. Más que ser, es importante parecer ser. La imagen es lo más importante. En las artes, la performance y la fotografía son las mejores artes. La apariencia es el ideal a seguir y con ello se crea una sociedad del espectáculo como expresión de G. Debord. En este contexto, el consumo como estilo de vida, que promete llenar el vacío, conduce a la creación de pseudonecesidades. La necesidad de permanecer siempre bella y joven trae consigo terror, vejez y muerte. Al sentirse siempre menos que una imagen glorificada, surgen sentimientos de vacío, depresión y cambios profundos en la autoestima. El autor afirma que la apariencia de éxito se ha vuelto más importante que el éxito, ya que la autoestima depende de la aclamación pública y del reconocimiento de los atributos personales. Se supone que ser admirado y vivir experiencias intensas llenará el vacío, sin necesidad de vínculos de compromiso y solidaridad. La liberación de la sexualidad desconectada del amor, por ejemplo, no encontró la realización esperada.

Como radicalización del narcisismo presente en los sujetos, el economista estadounidense Fukoyama afirma que el neoliberalismo es la forma definitiva de gobierno y, ante la caída de las utopías, decreta el fin de la historia. La modernidad se caracterizó por la búsqueda del devenir emancipador y la búsqueda racional de la verdad junto con la idea de progreso a través del desarrollo científico. En ese contexto se insertó el individualismo, que contenía una dimensión de proyecto y deseo, en el que el destino estaba en las propias manos. Sin embargo, el agotamiento de los enunciados de la modernidad, contrariamente a las tesis de Fukoyama, demostró que saliendo de la dimensión proyectual, lo que ocurrió fue un sujeto vacío, ausente de dramatismo, donde el otro se desinviste, dada la presencia de la pulsión de muerte. (Rojas, M. y Sternbach, S, 1994).

Todos estos enfoques sobre las marcas narcisistas de las subjetividades contemporáneas nos llevan a pensar en la cara mortal y destructiva del narcisismo y, también, en cómo la destructividad se inserta en la cultura actual. Alain Badiou (2007) hizo a principios del siglo XXI una reflexión sobre la cuestión de la imagen en la cultura actual. Afirma que la promesa de la modernidad, que sería la revolución científica basada en los avances excepcionales de la primera década del siglo, que incluyeron a Einstein, Freud, Frege, Proust y Joyce, no se cumplieron, se desvanecieron porque el siglo XX se interesó por la destrucción, la superioridad de los ricos y la economía sobre todo lo demás. La idea de crimen y realidad – el paradigma de la guerra – la guerra que acabaría con la guerra es lo que conforma la concepción del autor. Entonces, los sujetos son semblantes, son apariencia, más que otra cosa y, en verdad, la pasión del siglo fue la destrucción. Afirma que, además del semblante, existe la necesidad de crear un semblante; y detrás de eso está la destrucción. Este aspecto también se observa en la literatura. En Los años, Annie Ernaux (2021) demuestra, a través de sucesivas memorias históricas, el aumento de la destructividad como elemento siempre presente en la cultura y en las subjetividades desde mediados del siglo XX.

Desde otra perspectiva, Sennett (1974) afirma que la internet se utiliza como una vitrina, más que un instrumento de comunicación y encuentro con los demás, está al servicio de la simplificación del pensamiento y la falta de complejidad. Entiendo que la postulación de Sennett y Badiou va en línea con el concepto de post verdad: a través de la tecnología se liberan masivamente mentiras, cuyo principal objetivo es atacar la capacidad de pensar. En el mundo de la post verdad lo que importa son las versiones falsificadas y no la veracidad de la información, lo que redunda en odio hacia todo lo que representa algo diferente. Entiendo que en el espacio social la conexión entre narcisismo y destructividad se observa precisamente en este odio hacia los demás que representan lo diferente. Mi propuesta es precisamente que nuestro tiempo está marcado por la radicalización del narcisismo, en términos de destructividad en forma de odio hacia lo diferente: “todo lo que no soy yo”.

En el campo del psicoanálisis, el narcisismo tuvo un amplio desarrollo posterior a Freud, a partir de 1940, comenzando con Kernberg y Kohut definiendo la estructura borderline y la personalidad narcisista respectivamente. Después de ellos, otros autores se dedicaron y se dedican al tema.

Según Freud, la transformación del autoerotismo en narcisismo depende de la constitución de un yo que se forma a partir de la acción de identificación desde la madre que considera al bebé “His Majesty, The Baby” (Freud, 1914). Esta ofrecería una primera totalización de la autoimagen, que se opone a la dispersión original y permite la contención de la psique y del cuerpo. La sobrevaloración por parte de la madre permite que el niño se identifique con esa imagen valorada como siendo la suya y así el yo es tomado como objeto, lo que constituye el narcisismo propiamente. La formación del ego y el narcisismo son procesos concomitantes. Poder investir en sí mismo no es viable sin el yo y esto lo hace posible el otro. Esta matriz de sí mismo es fundamentalmente corporal para Freud. Entonces, el ego es un lugar de contención, de identidad, de cuerpo y de autoimagen.

La madre suficientemente buena de Winnicott es la fundadora de una estructura encuadradora en el bebé en el sentido de encuadre  que representa el contacto con su cuerpo. Esta se alcanza cuando el amor por el objeto es seguro y capaz de desempeñar el papel de contenedor del espacio representacional (Green, 1993a). Entiendo que en la base de la comprensión de la estructura encuadradora está la posibilidad de que el bebé se identifique con esta capacidad de contenerse, la posibilidad de autosatisfacción a través de la alucinación, desarrollando la capacidad de ligazón del yo a los objetos y representaciones. Es esta ligazón de la energía la que marca la presencia de Eros, que se hace posible gracias a la presencia de la madre que logró la narcisización del bebé. (Castiel, 2019)

Las referencias a los aportes de las ciencias sociales citadas anteriormente nos llevan a pensar que en una cultura narcisista como la nuestra, los objetos parentales a menudo están narcisicamente ocupados consigo mismos y fallan en su función de narcisización del niño. En estas subjetividades el conflicto no se da en relación al deseo sino en relación al objeto que resulta traumático, como señala Green. Traumático en el sentido de fallos en sus funciones primordiales que implican, en mayor o menor medida, que el sujeto se siente amenazado de destrucción por el objeto, con una autonomía lograda a través de satisfacciones narcisistas, en detrimento de las satisfacciones objetales; se equilibra la constancia del ser en defenderse de un objeto vivido como explotador, lo que implica poca disponibilidad para el otro, que en este caso es vivido como hostil, invasivo o indiferente del cual el sujeto se defiende a través de una clausura narcisista.

Los fracasos en la narcisización resultan en un enredo en el narcisismo, indicando una faceta negativa del mismo. Y es en este contexto que Green (1993) enuncia un narcisismo negativo que es una aspiración hacia la inexistencia de excitación, un retorno al cero, al vacío, como una tendencia a la desligazón característica de la pulsión de muerte. Como resultado, no hay posibilidad de contener la energía que comienza a descargarse en lugar de ligarse a objetos y representaciones, contrariamente a la capacidad ligadora del yo, que no se convierte en un espacio para la continencia.

 El narcisismo negativo y la desligazón si bien indica desinvestidura respecto del objeto, no representa la separación entre sujeto/objeto necesaria para la transformación del narcisismo, para la capacidad de pensar, para la instalación del principio de realidad. La consecuencia es que el sujeto queda atrapado en la destructividad, ya sea dirigida hacia sí mismo o hacia el mundo externo.

Hay dos formulaciones de Freud sobre la separación entre el yo y el objeto que se vuelven importantes para comprender la destructividad. En 1915 afirma que el bebé es indiferente al mundo exterior y todo lo que no es bueno es expulsado por él, lo que constituye el yo del placer purificado. Esta tendencia es contemporánea a la organización narcisista que se basa en la ilusión de que él mismo está satisfecho, existe la indistinción de sujeto y objeto ya que la madre es parte de sí mismo y la estructura encuadradora que ella proporciona le permite al bebé identificarse con esta habilidad para contenerse, para satisfacerse a través de la alucinación y así ligar la libido con las representaciones. Con esto, la idea de que todo lo bueno es parte de él y que lo que no es bueno es expulsado y se vuelve indiferente. Posteriormente, las frustraciones provocadas en ocasiones por la insatisfacción con el objeto conducirán a la decepción y al odio hacia el objeto que no satisface. Así se puede ver que en esta formulación, en primer lugar, hay indiferencia hacia el mundo exterior y, en segundo lugar, aparece el odio, que es expulsado y como resultado hay una separación entre el sujeto y el objeto. Sin embargo, como el objeto que se odia es el mismo que se ama, se reprime el odio como forma de proteger el objeto amado. La frustración proporciona un objeto distinto del sujeto y la elaboración del odio hacia la madre que frustra. De la misma manera, proporciona a la capacidad de pensar, por lo tanto, porque pensar el objeto es separar-se de él. Estos aspectos son una condición previa para la instalación del principio de realidad, pero tales formaciones psíquicas dependen de la madre que proporcionó el cuidado materno y que puede convertirse en un objeto amado y que indicaría éxito en la constitución de la organización del narcisismo.

Por otro lado, la formulación de Freud de 1925, relacionada con la separación sujeto/objeto, se refiere a que todo lo bueno se incorpora y todo lo malo se expulsa. Así, el afuera se identifica con lo extraño, lo odiado y lo malo, a diferencia de la formulación de 1915, en la que lo expulsado se volvía indiferente. En este caso, la distinción entre bien y mal precede a la de ego/objeto; aquí el odio es primario. Según Green (1993), la conceptualización de la pulsión de muerte permitió hacer esta diferencia en los postulados de Freud y permite pensar en subjetividades en las que la destructividad en forma de crueldad o masoquismo son componentes importantes. Ante los desacuerdos entre madre y bebé,  la desligazón que impide la retención de marcas mnémicas, no es posible elaborar el odio que se convierte en un elemento a descargar sobre uno mismo y sobre los demás. Lo diferente a mí se convierte en una amenaza a combatir debido al narcisismo y a una identidad precariamente equilibrada sobre ciertas certezas que no se pueden afrontar. Es como si eliminando al otro se eliminase el mal. Como resultado, la capacidad de dar significado a las emociones y de pensar disminuye. Estas formaciones psíquicas, llevadas al extremo, conducen a la arrogancia y a la reducción de la condición humana del objeto, que es la esencia del mal que tanto hemos presenciado en nuestro tiempo.

Bibliografía:

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ERNAUX, A. (2021). Los años. São Paulo: Fósforo.

FREUD, S. (1914). Sobre el narcisismo: una introducción. (1980). En: Obras completas. Río de Janeiro: Imago, vol. XIV.

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VERDE, A. (1993a). Narcisismo de vida, narcisismo de muerte. Buenos Aires: Amorrortu.

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LASCH, C. (1979). La cultura del narcisismo. Barcelona: Editorial Andrés Bello. (1999).

ROJAS, M. & STERNBACH, S. (1994). Entre las siglas, una lectura psicoanalítica de la posmodernidad. Buenos Aires: Lugar Editorial.

SENNET, R. (1988). La decadencia del hombre público. Las tiranías de la intimidad. São Paulo: Companhia das Letras.

Autora:

Dra. Sissi Vigil Castiel, Associação Psicanalítica de Porto Alegre/RS Brasil

Descriptores: NARCISISMO / LO NEGATIVO / DESTRUCTIVIDAD / EL MAL

Directora: Lic. Meygide de Schargorodsky, Roxana

Directora Honoraria: Mirta Goldstein

Secretaria: Dra. Tripcevich Piovano, Gladis Mabel

Colaboradores: Lic. Felman, Fanny Beatriz, Dr. Corra, Gustavo Osvaldo

ISSN: 2796-9576

Los descriptores han sido adjudicados mediante el uso del Tesauro de Psicoanálisis  de la Asociación Psicoanalítica Argentina

Presidenta: Dra. Rosa Mirta Goldstein
Vice-Presidente: Lic. Azucena Tramontano
Secretario: Lic. Juan Pinetta
Secretaria Científico: Dr. Marcelo Toyos
Tesorera: Dra. Mirta Noemí Cohen
Vocales: Lic. Laura Escapa, Lic. Jorge Catelli, Lic. Silvia Chamorro, Mag. Perla Frenkel, Lic. Gabriela Hirschl, Lic. Silvia Koval, Lic. Liliana Pedrón