Abro la puerta y Ana entra justo en la hora esperada, el tiempo pareciera detenerse en su puntualidad. Camina hacia su sillón como si conociera el lugar desde siempre y ya me hubiese visto innumerables veces. Comienza a hablarme con mucha confianza y simpatía; sus palabras discurren como flechas y no hay interrupciones; al final de la primera sesión pareciera haberse establecido un afecto mutuo y un compromiso con el inicio de un psicoanálisis.
Sin embargo, horas después, cuando me pongo a tomar notas de este primer encuentro, no recuerdo con claridad qué dijo Ana; mi libreta de anotaciones permanece vacía y sin letras; quizás porque lo que hubo entre ambos fue hechizo e inmediatez.
Mi interés por la filosofía de Hegel, bastante anterior incluso a mis lecturas de psicoanálisis, me llevó a recordar cómo en la Filosofía del espíritu el filósofo describe la inmediatez como un momento o figura inicial en la aventura del espíritu, donde la conciencia se encuentra en una relación directa y aún no mediada con el objeto, sin la interferencia de conceptos, historias y palabras. Este momento, una suerte de paraíso original del espíritu, se pierde progresivamente en el devenir. En este primer encuentro con Ana, habíamos entrado en un paraíso ilusorio de diálogo analítico y de absoluta empatía; esa había sido su propuesta transferencial y mi respuesta contratransferencial inicial.
A la segunda entrevista, Ana llega tarde. “Lo que viene fácil se va fácil”, pensé mientras la esperaba. Esa tardanza abrió un espacio para la reflexión y la posibilidad de retener las palabras que dijera; lo que me permitió hacer algunas anotaciones al final de la tarde. Ana sufría de una insatisfacción crónica en sus relaciones de pareja, y su historia afectiva estaba marcada por encuentros breves y apasionados que perdían el encanto poco después de comenzar. Decía buscar una conexión intensa con sus parejas, una relación en la que “ni tuviésemos que hablar para entendernos”, pero terminaba encontrándose con una rápida sensación de vacío, seguida de la conclusión de que “el otro no era lo que esperaba”. Esto la llevaba a la ruptura veloz y a la búsqueda de un nuevo comenzar.
Al final de este segundo encuentro, le hice una pregunta con humor (con la intención de cambiar el futuro anunciado) sobre cuánto estimaba que duraría la relación terapéutica; la pregunta pareció sorprenderla y resultó altamente eficaz. A sus 35 años, Ana tenía una larga lista de ex amantes y de ex analistas; con ninguno había atravesado el umbral de los tres meses.
Si bien Hegel considera la inmediatez como una fase inicial que resiste a entrar en la dialéctica y en la relación humana con sus complejidades —momento del cual evidentemente Ana no quería salir—, en Lacan el Otro y el lenguaje están presentes desde siempre, incluso antes de nuestra concepción biológica.
No se puede evitar lo que ya pasó; nunca existió el sujeto por fuera del lenguaje: antes de la conformación del yo, ya está el otro en el centro de lo que será nuestro ser, instándonos a dialogar con él. Por lo que las relaciones de inmediatez, fusionales y sin las complicaciones del lenguaje, que Ana parecía buscar no solo pretendían evitar el encuentro con personas reales, sino, sobre todo, desabonarse del inconsciente como discurso del Otro. Negaba al Otro, a su Otro, no queriendo saber nada de esta dimensión.
A lo largo de las sesiones, la inmediatez se reveló como un elemento central en su vida afectiva: ella experimentaba un anhelo de unión emocional instantánea con su partenaire, sin dar lugar a la construcción de un vínculo a través del tiempo y del conocimiento mutuo.
Contexto de fondo y estructura subjetiva
Ana había sido criada en un mundo inestable. Durante su infancia, su padre estuvo ausente y su madre mantuvo múltiples relaciones con hombres con quienes Ana se encariñaba, pero luego perdía; situación repetitiva que la dejaba con una sensación de fragilidad e inseguridad en sus vínculos. Durante las sesiones cada vez se hacía más visible un poderoso fantasma de abandono infantil que no había sido elaborado, y que la llevaba a una búsqueda constante de plenitud afectiva evitando la construcción y el compromiso. Su insistencia en las relaciones “toco y me voy” podía entenderse como una anticipación ante la posible pérdida, y una repetición de la relación inestable que había vivido con sus figuras parentales. A la larga, lo que parecía inmediatez y abolición del lenguaje eran repeticiones de viejas heridas e identificaciones con modalidades de la madre.
El día en que se cumplían los tres meses de análisis, umbral para el cambio o día de la despedida, Ana cuenta por primera vez un sueño. Este parecía ser una vía de acceso significativa a su universo afectivo y a sus antiguos dolores.
"Estoy en una casa enorme, pero vacía. No sé exactamente dónde estoy, pero siento que tengo que encontrar una habitación especial. Camino por pasillos largos y veo muchas puertas, pero cada vez que intento abrir una puerta, algo me frena, como si tuviera miedo de lo que encontraré detrás. Al final del sueño, abro una puerta y entro en una habitación que está en penumbras. En el centro hay un gran espejo cubierto con una tela. Me acerco para quitar la tela, pero cuando estoy a punto de hacerlo, escucho pasos y siento que alguien se va. Me quedo sola en la habitación oscura, con el espejo cubierto, y me despierto".
Análisis del sueño
-Ya te di mi sueño, dijo Ana, todo es obvio. No hace falta decir más nada.
-Si creyésemos en la telepatía no sería necesario, pero me gustaría que me explicaras lo obvio.
Ana suspira. El silencio pesa, pero lo rompe rápido con una risa leve y nerviosa, como si hablara consigo misma. "¿Por qué siempre estoy buscando algo? Es como si siempre estuviera buscando una habitación especial, un espacio donde realmente sentirme en casa."
Se detiene, como si la idea misma la sorprendiera. Sus ojos vagan por los objetos de mi escritorio, pero no parecen ver nada concreto. "Y luego está ese espejo, ese espejo cubierto... No sé, es como si estuviera escondido, como si estuviera tapado a propósito. ¿Pero qué hay allí que no puedo mirar?"
Ana se calla y luego casi en un murmullo dice: "Siento que cada puerta del sueño es como otra relación, otra de esas historias que comienzan tan... perfectas. Todo parece estar en su sitio al principio. No hace falta ni hablar para sentir que estamos cerca, conectados. Pero después todo cambia y el otro ya no parece quien era, o yo no soy la misma. Me canso rápido, me siento vacía, y tengo que buscar otra puerta, y otra, y otra…”
Mira hacia el suelo y se frota las manos. "¿Y ese espejo cubierto? Es como si estuviera ahí mi reflejo, pero yo no quiero verlo, no quiero saber. No quiero saber lo que encontraría si quitara esa tela. ¿Será que siempre huyo antes de encontrarme? Como si estuviera evitando... algo más profundo, algo que no quiero recordar, saber, no sé..."
Ana se queda en silencio, una dimensión que no había aparecido aún en estos tres meses. Pasan varios minutos, y ya no inventa siquiera una risa o un suspiro. Luego, sin levantar la vista, agrega: "Y al final, escucho esos pasos. Justo cuando estoy a punto de destapar el espejo, alguien se va, alguien se marcha... me deja sola en esa habitación. Es como si la historia de mi vida estuviera resumida ahí: cada vez que quiero quedarme, siento que algo o alguien se desvanece. Solo puertas, espejos cubiertos, pasos que se alejan…"
-No es poco traer esas figuras, le digo. El espejo, las puertas y hasta el sonido de los pasos seguro que te esperarán. Nos vemos la semana próxima.
-Sí, obvio. Gracias.
Conclusión
Este caso, aún en desarrollo, muestra cómo la inmediatez, entendida como defensa de orden universal y trans-temporal, frente al vacío y al abandono, o a los puntos de imposibilidad que todo vínculo conlleva, sobre todo el vínculo con el mundo interior, conduce al sujeto a una compulsión repetitiva de búsqueda y frustración.
En cada sesión, Ana va despejando poco a poco las sombras que la separan de sí misma. El espejo del sueño ya no representa un reflejo de su presente, o una instantaneidad, sino una puerta hacia lo que ella puede llegar a ser. En el diálogo analítico, en el encuentro con el tiempo y el lenguaje, Ana descubre que, a veces, más que buscar o evitar buscando, se trata de poder quedarse.
“No me reconozco; me veo muy paciente”, dijo en su última sesión”.
Bibliografía:
Derrida, J. (1967). De la Grammatologie. Paris: Les Éditions de Minuit.
Hegel, G.W.F. (2006). Fenomenología del espíritu. (Wenceslao Roces, Trad.). México D.F.: Fondo de Cultura Económica. (Obra original publicada en 1807).
Lacan, J. (1991). Le Séminaire, Livre XVII: L’Envers de la psychanalyse. Paris: Seuil.
López de Gomara, D. (2023) En la libertad de sus ojos. Ed. Mardulce
Autor:
Diego López de Gomara, APA
Descriptores:
VÍNCULO / TIEMPO / FUSIÓN / DEFENSA / DIALÉCTICA
Directora: Lic. Meygide de Schargorodsky, Roxana
Secretaria: Dra. Tripcevich Piovano, Gladis Mabel
Colaboradores: Lic. Felman, Fanny Beatriz, Dr. Corra, Gustavo Osvaldo
ISSN: 2796-9576
Los descriptores han sido adjudicados mediante el uso del Tesauro de Psicoanálisis de la Asociación Psicoanalítica Argentina
Presidenta: Dra. Rosa Mirta Goldstein
Vice-Presidente: Lic. Azucena Tramontano
Secretario: Lic. Juan Pinetta
Secretaria Científico: Dr. Marcelo Toyos
Tesorera: Dra. Mirta Noemí Cohen
Vocales: Lic. Laura Escapa, Lic. Jorge Catelli, Lic. Silvia Chamorro, Mag. Perla Frenkel, Lic. Gabriela Hirschl, Lic. Silvia Koval, Lic. Liliana Pedrón